Qué duro es tener que despedir a los Gallagher cada año. ‘Shameless (US)’ es sin duda una de las series que más disfruto cada temporada y tras tres años en emisión no sólo ha sido constante en sus virtudes sino que ha tenido espacio para crecer y evolucionar. El tercer season finale es una prueba de esto, supone la cumbre de muchas tramas o temas comunes que hemos visto desde el arranque de la serie y el nivel de madurez es tal que, salvo algún cabo suelto concreto, fácilmente podría haber servido de final de serie.
Pero no, no nos alarmemos. ‘Shameless’ volverá el próximo enero y hasta entonces sólo podemos imaginar qué decisiones tomarán los guionistas para ir más allá de las metas conseguidas y volver a llevar el caos a esa casa, porque si algo ha demostrado el talento creativo de la serie es que no sólo no tienen miedo a nada, sino que disfrutan del exceso. Un exceso que plantan a la perfección y del que salen con una familiaridad pasmosa. Esta naturalidad siempre ha sido una de las mayores virtudes de la dramedia de Showtime que adapta la serie inglesa del mismo título.
El día a día de Fiona y compañía es capaz de llevarnos de la risa al llanto en cinco segundos, de pasar de la absoluta ternura a la comedia más negra pasando por lo más retorcido. Frank es la perfidia hecha personaje y como espectador es imposible preguntarse si existe tope a su egoísmo y su amoralidad. Sí, existe: él mismo. Después de hacer de las suyas liándola con los Servicios Sociales, después de aquel divertidísimo enredo como voz del movimiento homosexual o del falso cáncer de Carl, finalmente tiene un gesto generoso que desencadena una situación que supondrá un antes y un después en el personaje. Fiona es honesta (como siempre) y concisa con su ultimátum: o se cura por sus hijos demostrándole que está equivocada o lo hace por él, pero ha de dejar de beber. ¿Veremos a un Frank sobrio?
Hablando de Carl, siempre fue un personaje muy terciario en esa vorágine de hermanos que es 'Shameless' y esta temporada hemos sido testigos de una tierna y creciente relación entre él y Frank, llevada con mucho tino hasta esa cumbre en el último episodio con el corte de pelo, ¿quién nos iba a decir que Carl iba a regalarnos uno de los momentos más emotivos de la serie? No sólo por él, sino por Frank, al que le hemos visto hacer algo por él, disfrutar con Lip y sonreír levemente cuando Fiona muestra genuina preocupación. Siempre tuvo un punto de vulnerabilidad que finalmente él mismo parece abrazar y puede que todo este cariño, que hasta hace nada sólo le profesaba abiertamente Debby, lo que le impulse a intentar dejar la bebida. Quizá.
Debbie se está convirtiendo en una mujer delante de nuestros ojos. Esta temporada apenas ha tenido una línea argumental clara, pero siempre se reserva momentos memorables que muestran el personaje femenino fuerte que es y cuya madurez probablemente será uno de los pilares en temporadas venideras. Siendo la que más cariño tiene a Frank, y teniendo en cuenta por donde han ido los derroteros, he echado de menos alguna secuencia entre ellos dos en el último episodio, pero me quedo con esa salida de niña maltratada.
Karen ha vuelto, y con ella se ha agitado toda la existencia de Lip, Sheila y compañía. El personaje de una divertidísima Joan Cusack siempre ha sido una de las excentricidades más llamativas de la serie. Uno de los rasgos que más admiro del personaje es la facilidad que tiene (y lo natural que resulta) para aceptar las cosas según le vienen: hijas que se van, nietos retrasados (ya sabéis, hemos aprendido que llamarles retarded es reivindicativo), hijas comatosas que su amante despierta a golpe de lengua, mujeres chinas que se llevan a su nieto… Y ese cariño y aceptación con los que despide a Karen, Jody y Hamie la dignifican y hacen merecedora de ese nuevo comienzo para ella: nuevas amigas y un negocio nuevo muy acorde con sus hobbies.
En el fondo Lip es el que más va tras los pasos de Frank, dando tumbos en su vida, centrado en el día a día y en el polvo a polvo, sin mucha idea de cómo afrontar sus sentimientos. Sigue sus planes escolares por la inercia que le inyectan los demás más que por convencimiento propio y hasta el mismísimo final queda claro que no sabe qué quiere ser o que probablemente crea que no merece serlo. Ha sido admitido en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos (y probablemente del mundo en cuanto a ingeniería y tecnología se refiere), con una beca completa, un logro que acaba sirviendo como cierre a esa tormentosa relación suya con la psicópata Milkovich.
¡Ay! Los Milkovich. Vaya par de hermanos. El pobre Ian se ha pasado la temporada intentando averiguar los verdaderos sentimientos de Mickey, harto de seguir en la sombra, de jugar el papel de tipo duro e intentando encontrar su camino. Ahora se ha alistado en el ejército no sin cerrar con la cabeza bien alta una de las relaciones sentimentales más complejas y con más capas de la serie, que han sabido llevar perfecta y consecuentemente hasta el final. Algunos no tienen la suerte de poder hablar de sus sentimientos. Mickey es fiel y esclavo de sus palabras y su realidad hasta el mismísimo final, y merece esa frialdad cruel de Ian cuando se dicen adiós.
El que no ha dicho adiós es Jimmy, un personaje que para mí siempre ha sido la pata coja de una serie tan redonda y que funciona tan bien como ‘Shameless’. Sus tramas propias siempre se han movido en paralelo con las de los demás, que de alguna forma u otra siempre acababan confluyendo, y fallaban en su intento de ser siempre un alivio cómico (todo lo contrario a Kevin y Verónica, que funcionan a la perfección). No ayudaba que es un personaje que me ha dado siempre mucha rabia, que realmente ha estado ahí para servir de apoyo moral de Fiona cuando el espectador tiene claro que Fiona se vale de sobra por sí misma. Dudo que esto sea lo último que hemos visto de Jimmy, ‘Shameless’ es mucho más retorcida que eso, aunque bien retorcida ha sido mostrándonos a través de esas llamadas telefónicas los diferentes estadios de aceptación de Fiona con respecto a su posible ruptura. En caso de que sea el final del personaje, al menos se ha marchado ayudando por última ver a Fiona con ese fajo de billetes que le han asegurado su empleo.
Me he dejado a Fiona para el final porque ella ES ‘Shameless’. La presencia y la fuerza de Emmy Rossum siempre han hecho de Fiona el ojo del huracán. Lloramos cuando llora, reímos cuando ríe y es el motor de esa dinámica caótica que caracteriza a la serie. Fiona salta de trama en trama, bien sea para conseguir la tutoría legal de sus hermanos y sacarles del terrible sistema de acogida norteamericano o arreglar el entuerto de su tía muerta, y con todo saca tiempo para mirar por su futuro (que es también el de sus hermanos), intentarlo en el club, no dejarse amilanar en el supermercado y finalmente demostrar lo que vale como vendedora de tazas. No importa el tipo de historias en las que se vea envuelta, es el carácter y aplomo del personaje lo que le mantienen como la indiscutible columna vertebral de ‘Shameless’.
No, no me he olvidado de Verónica y Kevin, el siempre loco alivio cómico de la serie. Esta temporada se han superado a sí mismos y han protagonizado la trama más amoral de la temporada (y hablando de ‘Shameless’ es mucho decir’) con ese intento de embarazo a tres bandas con la madre, esas hilarantes cópulas inefables que hasta el mismísimo final nos han dado risas.
‘Shameless’ es una de las series con más alma actualmente. Esa mezcla de comedia negra, drama casi tragedia, exceso, indecencia, inmoralidad y naturalidad la convierten en una serie especial, con un dinamismo y ritmo envidiables (¡pasan tantas cosas en cada episodio!) y, en definitiva, con una personalidad única. ¡Volved pronto, Gallaghers!
En ¡Vaya Tele! | 'Shameless' (US) concluye una gran segunda temporada
Ver 15 comentarios