Creo que puedo ser la voz de mi generación. O al menos una voz de una generación.
Con sólo ver el piloto, ‘Girls’ se ha hecho un hueco en mi corazón seriéfilo que difícilmente perderá. Muy mal se le tendría que dar para que dejase de amar a esa heroína moderna que es Hannah. No en vano, entiendo que no es una serie para todo el mundo, y si yo he conseguido conectar tan rápida y fuertemente con ella es por el momento vital en el que ambos nos encontramos.
Si no estás al borde de la crisis de los 25 y no vives en una gran ciudad, si no sabes lo que es ser mantenido por tus padres mientras luchas por desarrollar una actividad creativa en la que parece que sólo tú veas tu propio talento, si no padeces la crisis laboral en la que hay que dar las gracias por trabajar gratis como becario, o no te ves envuelto en una infructífera e insípida búsqueda del amor y el sexo, entonces tal vez ‘Girls’ no sea una serie para ti. Sí, ‘Girls’ es una serie generacional, y Hannah es la voz de nuestra generación.
No es una serie más sobre el sueño americano retratada de manera edulcorada y en la que el happy ending (trabajo, amor, felicidad) se ve claramente a la vuelta de la esquina. Aquí el realismo protagoniza cada plano y percibimos a los personajes y sus conflictos como personas que podrían rodearnos en nuestro día a día.
Antes del estreno de la serie, muchas fueron las comparaciones que se hacían con ‘Sexo en Nueva York’, muy entendibles por cierto. Ambas siguen a un grupo de neoyorquinas que pelean por salir adelante en la ciudad ascendiendo en el trabajo y encontrando el amor, vale, pero el tono es totalmente diferente. ‘Girls’ toma los mejores elementos de la serie de Carrie Bradshaw (y le hace un buen guiño en el piloto) y se los lleva, mediante el patetismo, al terreno de lo mundano. Sin Manolos, ni cosmopolitans, ni Guccis. Sin ni Bigs, ni Aidans, ni rusos. Pero con el mismo sentimiento de búsqueda de uno mismo en una ciudad sobrecogedoramente grande. Con la misma esperanza vital pero con una cuota menos de dramatismo de niña bien. Otras chicas, otras heroínas, la misma ciudad. Y ahí acaban las similitudes.
El piloto de ‘Girls’ brilla por su sencillez y ritmo pausado. No hay un arranque rompedor que nos deja con la boca abierta pero sí un conflicto claro y bien planteado desde la primera secuencia, que con un diálogo resuelve con maestría una situación ya vista muchas otras veces. Sin dejar de comentar la secuencia entre Hannah y su chico en la que se retrata con una honestidad casi dolorosa cómo ella busca la comprensión y el cariño que necesita en los brazos de quien no puede dárselos, o no merece hacerlo.
Nos queda claro qué nos quieren contar en este primer capítulo: cuál es la situación de Hannah, la de tantos y tantos jóvenes post-universitarios a los que ni la crisis ni el amor les han dado su primera gran oportunidad. Y ahora, empieza su camino.
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