La segunda temporada de 'El mentalista' debía ser la de su confirmación como gran éxito de la audiencia de la CBS. Ubicada los jueves después de 'CSI', está llamada a ser la sucesora de la franquicia de los forenses, pero no todavía. Sus audiencias han sido buenas, aunque la serie aún no está preparada para volar sola. Sin embargo, no parece que las esperanzas puestas en ella por la CBS vayan a ser defraudadas.
'El mentalista' es una serie de detectives autoconclusiva de libro, y no le interesa en absoluto darle más cancha a la trama de Red John de lo que lo hace habitualmente. Hasta ahí, nada que objetar. Es el esquema por el que han optado y lo cierto es que los pocos capítulos que han tocado el tema de la persecución de ese asesino en serie han sido bastante interesantes, primero con el asesinato de Bosco y su equipo y luego con el imitador con el que han cerrado la segunda temporada. Red John saca el lado oscuro de Patrick Jane, lo convierte en un hombre en busca de venganza que puede ser peligroso, especialmente para sí mismo.
Ese aspecto sombrío de su personalidad siempre está latente bajo su exterior aparentemente despreocupado y la arrogancia con la que suele desenvolverse en la mayoría de las casos. Ahí he encontrado uno de los problemas de esta temporada, y es que daba la sensación que los casos no estaban a la altura de las habilidades de Jane, que éste los resolvía sin despeinarse y con excesiva suficiencia. Les habrían venido bien los casos, un poco más retorcidos, que 'Castle' tuvo en la mitad final de su segunda temporada.
Sí ha sido curioso el paralelismo entre Jane y Kristina Frye, una vidente que también colabora con la policía y que representa un poco cómo era él en su etapa de medium televisivo. Ella también sale hablando de Red John en la televisión y atrayendo su atención, con la diferencia de que la asesinada es la periodista que la entrevista. Kristina desaparece dejándonos en el aire la duda de si ha acabado en manos de Red John. Hasta ese momento, Patrick se ha permitido bajar un poco la guardia con ella y hasta plantearse superar definitivamente la muerte de su mujer y su hija, pero aún no está preparado para ello.
Como decimos, los casos han dejado qué desear en esta segunda entrega, y parece que los guionistas han querido compensarlo introduciendo a una nueva jefa del CBI, la agente Hightower, que mete más en vereda a Jane y, especialmente, a Lisbon, a la que hemos visto un par de veces sufrir las consecuencias de la suficiencia de Patrick resolviendo casos sin importarle mucho cómo atrapa al asesino. En teoría, Jane debería darse cuenta de que la está perjudicando con su comportamiento, pero Hightower afloja un poco la presión casi enseguida.
El resto de personajes tampoco han tenido mucho qué hacer esta temporada. Van Pelt y Rigsby tuvieron cierto protagonismo al principio, cuando empiezan a salir juntos para, al final, verse obligados a dejarlo, y Lisbon se vio implicada más directamente en la subtrama de Bosco, pero excepto ella, los demás han pasado enseguida a segundo plano. La relación de Teresa con Jane está asentada en el aspecto profesional y ahí se ve fluida y entretenida, y no parece que vaya a pasar a un plano más personal (Simon Baker y Robin Tunney no tienen esa química).
No obstante, Jane es el centro de todo y el verdadero protagonista, y aunque es realmente un personaje bien construido e interesante, tiene el gran riesgo de eclipsar toda la serie y verse demasiado grande para ella. Excepto cuando se enfrenta a Red John, que es con cuentagotas, no parece que haya retos a la altura de sus capacidades. Si los encuentra, la serie será más consistente y no correrá el peligro de que su personaje principal se vea demasiado arrogante y caiga mal al público.
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