Una edición más cada jornada del festival uno espera encontrar esa luz que ilumine la ganas de buen cine que uno intenta encontrar y descubrir en un certamen de estas características. Y mira que se pone difícil, pero al menos ya nos hemos topado con una película “en condiciones”, firmada por la danesa Sussane Bier, aunque antes no detenemos en el repaso con un título griego de época. Que ya es extraño.
Dos películas cuyos responsables en la dirección se sitúan en un marco bien distinto. El del joven griego Vardis Marinakis que debuta con enormes ganas de hacerse un hueco con cine que invita a la reflexión a través de imágenes y una directora danesa reputada que nos hace reflexionar con una historia bien construida y mejor narrada.
‘Black Field’, drama excesivamente preciosista
Este es un cuento de hadas ambientado en un convento griego del siglo XV en el que un jenízaro (soldado otomano) llega herido gravemente y será curado por las monjas recluidas. Allí, se produce un acercamiento entre el joven soldado y una de las monjas que oculta un secreto pecaminoso. Es la historia de dos personajes aparentemente distintos pero que acaban fundiéndose con la naturaleza en una búsqueda de la propia identidad.
Básicamente el griego Vardis Marinakis busca conmover con una historia donde pone de manifiesto la imposibilidad de mostrar abiertamente la propia individualidad y, por supuesto, sin libertad para definir la identidad sexual, los sentimientos y las relaciones entre hombres y mujeres.
Es una película de tono recogido, que extrae el misticismo, el recogimiento de un lugar y una época para narrar un sentimiento humano, profundo, pero donde se utiliza la ambigüedad como vehículo. Marinakis retrata con fidelidad, con una fotografía oscura, repleta de momentos que reposa en los detalles visuales para remarcar su intención reflexiva. Y en el fondo, el relato, ese cuento de hadas oscuro, como él mismo lo define, posee un buena intención, aunque lamentablemente su trazo narrativo subraye en exceso su mano como realizador.
Una búsqueda del preciosismo, con estampas vibrantes, con una fotografía que resalta los detalles, la belleza intramuros y de la naturaleza en su sentido más específico. Casi se puede respirar el aire del bosque, sentir la humedad de un río, al tiempo que sentirse oprimido por los gruesos muros del convento y silenciado por el murmullo de sus monjas. Estos elementos, sin duda, están perfectamente retratados. Pero, ¿y el ritmo?
No importa. La película se detiene, reitera, se salta momentos clave y otros los resuelve de un plumazo. Todo en pos de una búsqueda de belleza visual que quiere invitar a la reflexión del tema tratado, de esa búsqueda de identidad. Aunque lamentablemente la excesiva mano del autor quede muy patente y las carencias de un debutante afloren tanto como la machacón leitmotiv de la banda sonora.
‘En un mundo mejor’, intenso drama sobre la venganza y el perdón
Como señalábamos parece que ha tenido que llegar Susanne Bier para darle cierto esplendor a la sección oficial y lo ha hecho con sólidos y contundentes argumentos. Como debe ser. Con una película redonda, profunda, intensa, con enorme capacidad de reflexión pero apoyada en un guión sin fisuras, unos actores entregados y certeros y una narración experimentada que guía al espectador de la mano con respeto.
‘En un mundo mejor’ (‘Hævnen’) es un drama de nuestro tiempo en toda regla. Una historia de venganza y traición, de amistad y desconfianza, pero sobre todo de heridas abiertas que intenta mostrar si realmente vivimos en un mundo mejor. Creemos que hemos construido una sociedad complaciente y avanzada pero, en el fondo, subyacen los mismo instintos y sentimientos que en cualquier época y lugar donde el ser humano habite. Como buen ejemplo comparativo se hace en un campo de refugiados africanos, donde todo ésto queda bien patente.
La película, seleccionada para representar a Dinamarca en los Oscars, cuenta la historia de la relación entre dos niños cuyas familias viven dramas personales y poseen heridas sin curar. Ambas familias quedarán unidas gracias a la amistad entre ellos y pondrán en evidencia el difícil papel de las figuras paternas para transmitir y educar a sus hijos los (supuestamente) buenos valores que deben imponerse, entre ellos el perdón. Y rechazar en todo momento cualquier acto visceral y vengativo.
Y como no consiguen respectivamente transmitir este difícil mensaje para niños en los que queda demasiado evidente que existen otras formas –según entienden– de resolver las cosas, toman un camino erróneo y autoconsciente pero que les lleva al final del camino. Allí donde sus padres no han sabido llevarles y terminan por llegar ellos sólos. No sin antes causar situaciones especialmente graves y traumáticas para todos.
¿Ha avanzado la sociedad? ¿Vivimos en un mundo mejor? estas son las principales preguntas que se quedan impregnadas en el espectador gracias al buen hacer en la realización de Sussane Bier. Que maneja la narración en todo momento con firmeza, dejando que sus actores hagan sentir, transmitan y muestren su interior. Excelente dirección de actores, no peor casting y un buen ejemplo de lo que es una película sólida y bien construida. Podrá convencer más o menos, depende del nivel de implicación que el espectador le imponga a su visionado, pero no se puede negar que se trata de un film con una historia interesante y bien contada que alcanza con creces sus intenciones. Y se pone en las quinielas como clara favorita (a demasiada distancia del resto).
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