Durante la undécima edición del Festival de Cine Español de Málaga la jornada del 8 de abril se dedicó de lleno a rendir homenaje al guionista por excelencia del cine español: el recientemente fallecido Rafael Azcona.
En la mesa redonda titulada 'Los amigos de Azcona' se reunieron Ángel Sánchez Harguindey, periodista de El País; Bernardo Sánchez Salas, profesor de Historia del Cine en la Universidad de La Rioja y autor del libro 'Rafael Azcona. Otra vuelta en el cochecito' (1991); Luis Alegre, periodista y presentador; David Trueba, guionista y director de cine; José Luis García Sánchez, guionista y director de cine, y Juan Cruz, periodista y editor, que ejerció de moderador.
En lo que más se ponían de acuerdo los miembros de la mesa era en la excesiva modestia que había mostrado siempre Azcona. David Trueba insistió en que "negaba su importancia completamente. No consideraba al guionista autor de nada. Decía que era un novelista frustrado". Se sentía incómodo ante los elogios. Harguindey declaró que Azcona tenía "una ausencia absoluta de egocentrismo y de vanidad".
Trueba lo conoció cuando era un niño y le contó que quería ser guionista, a lo que Azcona le contestó que era imbécil. Esto no sirvió para que se echase atrás, pero con el tiempo, Trueba descubrió que tenía razón.
Relata el director de 'La buena vida' que Azcona hizo su primer trabajo para Marco Ferreri, antes de 'El pisito'. Se trataba de la adaptación de 'Los muertos no se tocan, nene', película que finalmente no salió. Lo llamaron de la productora Albatros en una época en la que él trabajaba en La Codorniz. Cuando llegó, Ferreri y el productor coincidieron con él en el ascensor, pero sin conocer su identidad. Ferreri le contaba al productor que iban a reunirse con él y le preguntaba "¿Y qué le decimos si pide dinero?" El productor contestaba: "Pues que no hay".
Antes de comenzar a trabajar como guionista, Azcona no se consideraba aficionado al cine, pero en los últimos tiempos estaba en contra de que se hablase mal del cine español porque decía que éste había mejorado mucho, que antes la industria era más pobre.
David Trueba decía que Azcona "era poco dado a la invención. Decía que no había inventado nada, sólo observaba". Los demás coincidían en lo buen observador y escuchador que era el guionista, en el buen oído que tenía para captar la forma de hablar de la vida real.
Juan Cruz conoció a Rafael Azcona tras haber escuchado que era muy distante y le pareció que esos rumores eran infundados. Él decidió publicar las obras literarias no cinematográficas del autor y, a raíz de eso, Azcona no tuvo más remedio que abandonar el anonimato y la reclusión porque para presentar una película no es necesario que esté presente el guionista, pero para un libro es imprescindible.
Harguindey declaró que Azcona le había enseñado el placer de vivir que él había descubierto en Italia. Pronto aparecerá una reedición del libro 'Los ilusos', en la que el guionista hacía una reflexión sobre la vida en los cafés de la época. Aunque fueron tiempos de escasez para él, nunca contaba anécdotas del pasado con rencor.
Bernardo Sánchez Salas tuvo la intervención más larga y, quizá tediosa. Pero entre las anécdotas que contó se podían extraer interesantes enseñanzas. Decía que Azcona nunca dejó de viajar en autobús porque ahí era donde escuchaba y aprendía. Según el guionista "el cine italiano perdió a sus guionistas cuando estos dejaron de viajar en autobús".
La mejor intervención, junto con las de Trueba, fue la de García Sánchez. Como habéis visto en el vídeo, dijo que la única putada que le había hecho Azcona fue morirse. Que había tenido que escribir treinta y cinco necrológicas hasta el momento y que siempre intentó seguir dos principios azconianos: no repetirse y hacer reír.
Esa misma noche, antes de la presentación de 'Proyecto Dos', se reiteró el homenaje en forma de gala a la que dio introducción Cayetana Guillén Cuervo. Repitieron Bernardo Sánchez Salas, Luis Alegre y José Luis García Sánchez, que volvió a seguir estos principios logrando no repetirse y pidiendo del público asistente una carcajada en lugar de una oración por Azcona.
Se insistió de nuevo en que al guionista le gustaba hacer un cine que bebiese de la realidad, no un cine que bebiese del cine. Por ello esa capacidad de escucha y observación de la que habían hablado por la mañana fue tan fundamental para sus guiones.
Más información en Blogdecine sobre Rafael Azcona.
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