Se terminó. Tras once días consumiendo compulsivamente pantallas la 76ª edición de la Mostra de Venecia, el festival de cine más antiguo del mundo y aún hoy uno de los más relevantes, llega a su fin. Toca el inevitable balance de sensaciones que nos ha dejado el Lido durante nuestra estancia y, a partir de ellas, cuál es el estado de la cita italiana en el contexto cinematográfico actual.
La primera y más clara lección alcanzada estos días es que el rey del cine de autor, Cannes, está más que a salvo. En años anteriores se rumoreaba que los italianos podían sorpassar en nivel cinematográfico a los franceses, dado que la competición cannoise tendía a copar su competición oficial con autores consolidados y anquilosados, sin espacio para nuevos talentos, y que, sumado eso a la cercanía temporal de la Mostra con los Oscars y la permisividad italiana con las plataformas VOD (Cannes veta la participación de quien no haga un estreno convencional cediendo parte del pastel a los distribuidores galos, aro por el que no pasan Amazon o Netflix), permitía que pudiese alinearse una competición más estimulante.
Pero la Biennale de Alberto Barbera es hoy un híbrido de plataforma lanzadera de títulos hollywoodienses oscarizables sólo un poco mejores que la media, escaparate de plataformas de streaming y cementerio de dinosaurios cinematográficos. A la primera categoría pertenecen 'Joker', 'Ad Astra' o 'Mosul'; a la segunda el triplete de Netflix ('Marriage Story', 'The Laundromat' y 'The King'), Amazon Studios ('Seberg') o Sky-HBO ('Zerozerozero', 'The New Pope'); a la tercera y última, cineastas que parecen haber recibido el beso de la muerte como Polanski ('J’Accuse'), Loznitsa ('State Funeral'), Roy Andersson ('About Endlessness') o Atom Egoyan ('Guest of Honour'). Sólo un puñado de jóvenes (o no muy viejos) directores salen del paso airosos, categoría a la que pertenecen el italiano Pietro Marcello ('Martin Eden') o Shannon Murphy ('Babyteeth').
Otro de los aspectos que más ha destacado durante estos días es el tocante a la selección de la programación. No uno ni dos, sino varios periodistas nos hemos preguntado si los programadores de esta Biennale están bien, si tal vez necesitan un abrazo.
Son muchas las películas que han dejado de manifiesto una enorme crueldad y desencanto ante la humanidad, con poco espacio para la esperanza. El mensaje de varias películas consistían en un grito sordo contra la idiocia de la sociedad, caso de 'J’Acusse' (Polanski criticando a las masas influenciables), 'Joker' (el mal que irremediablemente engendra la vileza de los hombres), 'Waiting the Barbarians' o 'A Herdade' (en ambos casos, un sistema en marcha radicalmente injusto pero imposible de detener).
Hasta cuando los filmes de competición pretendían denunciar el mal sistémico para intentar cambiarlo, el gesto se ha revelado estéril, caso de 'The Laundromat', en la que Soderbergh lanza una campaña contra los mercados que nace muerta. Aunque quien se lleva la palma es sin duda 'Painted Bird', de Václav Marhoul, la película más vil de todas la que hemos visto aquí, un escaparate de calamidades sin fin donde caben apaleamientos, violaciones y torturas múltiples contra niños como parábola sobre el Holocausto que dudosamente logra sus objetivos. No todas las películas han hecho gala de estos preceptos, pero, en casi todos los casos en que la película seleccionada tenía un mensaje de alguna forma político, éste se encaminaba en esta dirección.
Ese espíritu desencantado de la selección también ha ido unido en ciertos momentos a una visión reaccionaria, conservadora y al mismo tiempo compleja, interesante desde el punto de visto artístico, aunque no por ello menos problemático, que niega en última instancia ese lugar común que afirma que todo el arte está copado por izquierdosos.
Todas las películas citadas dos párrafos antes forman parte de esta visión de distintas maneras y en distintos grados (algo especialmente claro en las películas de Polanski y Phillips), pero no son las únicas: 'Martin Eden', la gran gema del festival, es un relato desesperanzador cuyo mensaje último puede leerse como el inevitable fracaso del individuo al intentar escapar de su contexto, cual tragedia platónica. 'The perfect candidate', de Haifaa Al Mansour, sirve como supuesto modelo de liberación femenina en la represora cultura saudita, pero en verdad se lee como manifiesto ideológico del reformismo cosmético del príncipe MBS. Incluso alguien tan poco sospechoso de derechismo como Costa-Gavras presentaba 'Adults in the Room', una divertida crónica sobre la subyugación de la Grecia de Syriza a Europa y su Troika que cuenta con un involuntario mensaje antieuropeísta.
Como vemos, la 76ª edición de la Mostra ha demostrado una y otra vez que existe la posibilidad de un cine cultureta no progresista, y esto es algo que también va como anillo al dedo a las diferentes posturas que el certamen ha demostrado en torno a la cuestión feminista: la Mostra decidió meter en competición a Polanski y a Nate Parker en una sección paralela, en ambos casos directores sobre los que pesan denuncias por violación y al menos en el caso del polaco con una obra de escasa calidad y originalidad.
Para hacer las cosas aún más difíciles, sólo dos mujeres directoras entraban en competición frente a 19 hombres. ¿La excusa? Según Barbera que “la historia del arte está llena de hombres que han cometido crímenes, pero no por ello se deja de considerar sus obras”. En vista de los pobres resultados cinematográficos, la no inclusión de películas de mujeres sólo para dar cabida a propuestas masculinas mediocres pero de autores reconocibles es un gesto político. A favor del establishment y en contra de la diversidad.
Así que sí, se ha tratado de un festival un poco insípido que, si bien no lo jubila, sí confirma a Cannes como un refugio cinéfilo inalcanzable para sus rivales. Por eso mismo se nos hace imposible hacer un top 10 de lo visto, como veréis más adelante (si quieres consultar las puntuaciones de todas las películas vistas entra aquí, y para leer los filmes comentados, aquí). Por suerte para todos, de alguna forma heroica el cine se sigue abriendo camino, y, pese a que no nos sale afirmar que haya habido más de tres películas verdaderamente fuertes, sí se han vislumbrado recovecos de inspiración que alimentan nuestras ganas de seguir buscando.
Top de Venecia 2019
'Historia de un matrimonio', de Noah Baumbach
Una poderosa alternativa vital a la forma de entender los divorcios. Una celebración de la dirección de actores que engrandece a Scarlett Johansson, Adam Driver y Laura Dern por igual. Una tragicomedia tan voluble, tan creíble, que cala muy hondo.
'Martin Eden', de Pietro Marcello
Una alegoría histórico biográfica sobre un hombre lleno de fuerza y dolor que sirve como espejo de nosotros mismos. Un collage de recursos audiovisuales de infinitas capas discursivas que sabe contar y emocionar.
'Ema', de Pablo Larraín
Deslumbrante retrato generacional con un personaje central con la fuerza de mil soles y un personaje secundario invisible, la cultura musical urbana contemporánea. Imposible apartar la mirada.
Otras películas que también pueden interesarte:
'Saturday Fiction', de Lou Ye: complejísimo y oscuro (literal) noir hermosamente filmado que juega constantemente con los planos de realidad que corre el riesgo de ser olvidada por los distribuidores por ser una producción china centrada en algunos elementos culturales poco amenos para los occidentales.
'Joker', de Todd Phillips: un entretenimiento sólido, un actor principal entregado a su pirotecnia interpretativa, una novedosa forma de hacer trascencer la franquicia superheróica en algo más que un vehículo de licencias (aunque sin dejar de serlo).
'Madre', de Rodrigo Sorogoyen: entre el efectismo, el trolleo y la conquista de la incertidumbre. Para quien quiera dejarse sorprender.
'Adults in the Room', de Costa-Gavras: ‘Crisis de Europa: la salvación de Grecia Syriza’s edition’. Como una detallista y aturullada partida de rol en vivo del funcionamiento de las instituciones europeas con Alexis Tsipras y Yanis Varoufakis como protagonistas. Por momentos risible, en otros sobreexplicativa, en todo momento interesantísima.
'Blanco en Blanco', de Theo Court: una festejable carta de valía de su director, un buen retratista de paisajes agrestes que también sabe vestirlos para aportarles un mensaje robusto, aunque no excesivamente original.
'Giants being Lonely', de Grear Patterson: el autor revelación del festival, alguien que se atreve a narrar algo tremendamente trillado (un coming of age desencantado del mundo de los adultos) con un original uso del encuadre y la elipsis.
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