'La sustancia' es un escandalosa sátira sobre el edadismo femenino con un impresionante festín final de nueva carne | Festival de San Sebastián 2024

'La sustancia' es un escandalosa sátira sobre el edadismo femenino con un impresionante festín final de nueva carne | Festival de San Sebastián 2024

Demi Moore vuelve a brillar a lo grande en la nueva película de la cineasta Coralie Fargeat

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Demi Moore Spiegelbild Mubi

A estas alturas no era tan fácil encontrar fuera del reducto de los festivales y el cine bis una apreciación de los excesos de ‘Revenge’, el debut de Coralie Fargeat que reinventaba el subgénero “rape and revenge” de una forma menos discursiva y más visceral que ‘Una joven prometedora’, para conseguir emitir un manifiesto feminista sin renunciar a la explotación y la celebración de la sensualidad, pero seguramente con ‘La sustanciava a crear una ola de reacciones imposible de ignorar.

Para empezar porque su potente híbrido de terror, ciencia ficción y cuento de hadas sobre el edadismo y la trampa de la belleza ganó el premio a mejor guion en Cannes 2024, pero además porque el espectáculo de sus dos actrices principales es de los que no se olvidan. El cine de terror y la búsqueda de la belleza han hecho buenas migas desde el combo ‘La mujer avispa’ (1959) y ‘The Leech Woman’ (1960), en las que los experimentos y sueros milagrosos eran también la causa de deformidad, convirtiendo a la mujer hermosa en un monstruo adicto a su dosis.

Fargeat no se sale tanto como parece de ese modelo clásico, pero lo combina de forma brillante con ‘Sunset Boulevard’ a través de la nueva carne y el hagsploitation, con un final de puro grand guignol y una Demi Moore espectacular, que irónicamente empezó su carrera con películas de serie B como ‘Parásito’. El delirio y la irrealidad acaban en chorros de sangre, aunque no sea tanta la orgía de gore y látex que se prometió desde las butacas de Cannes, demasiado aclimatadas al tedio de autor como para no reaccionar ante una coda muy de sesión golfa de Sitges, una especie de reflejo de ‘Cisne Negrosi lo hubiera imaginado el Peter Jackson preanillos.

Sin embargo, lo que sí promete la directora es una narración llena de ideas, coherente con lo que ya planteaba en ‘Revenge’ pero yendo dos pasos más allá, como en ese prólogo de la estrella del paseo de la fama Hollywood que recuerda al mismo inicio de la película de Billy Wilder y finalmente servirá para cerrar la historia de su protagonista de forma redonda. La elección de Moore para hacer de una estrella mayor de 50 años de la que pocos se acuerdan y que apenas recibe papeles es casi un manifiesto, la actriz se interpreta en parte a sí misma y resume la tesis de la película: una sociedad donde la juventud y belleza lo controla todo.

Una adicción inducida por estándares

Fargeant juega con las ficciones corporales de Cronenberg para elaborar una perversa sátira sobre la adicción al botox, los productos caros y las operaciones estéticas a la que esclaviza el mundo del glamour, mediante una idea general y polivalente como "la sustancia" e introduciendo la idea del doppelgänger al incorporar la dualidad del Dr Jekyll y Mr Hyde, pero llevando su ciencia ficción al terreno de la cosmética, siguiendo incluso el tono camp de ‘La muerte os sienta tan bien’ (1992) y el comentario social sobre la vanidad por la vía de la truculencia grotesca de ‘Dumplings’ (2004).

Y desde ese ángulo sobre productos de belleza mutantes, ‘La sustancia’ se erige como la mejor y más completa película perteneciente a cierta tendencia en la que encontramos ‘The Outside’ (2022) de ‘El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro’ o el anime coreano ‘Beauty water’ (2020), que tiene más que un punto en común de trama e imaginería. Aunque para ser honestos, Fargeant ya lo había desarrollado en el corto ‘Reality+’ (2014), que por cierto copiaba sin piedad el episodio ‘El trasplante’ de la nueva ‘Historias para no dormir’.

Substance

Y hablando de copias, no parece casualidad que Fargeant despliegue un tono de serie B explícito aunque haya pasado por festivales de prestigio, su afinidad body horror y poca alergia a los FX artesanales, el látex y el blandiblub se explican mejor cuando miramos a cierta película de los 80 llamada ‘The Rejuvenator’ (1988), en la que encontrábamos una trama similar con una mujer adicta a un suero de rejuvenecimiento que le provoca una adicción con efectos totalmente contrarios a los que busca, convirtiéndola en un monstruo decadente que lleva a un exhibición de efectos de látex grotescos.

Desdoblamiento, carne y mutación

La diferencia clave con esta es el desdoblamiento de la idea, la bipolaridad que lleva a al mito de Dorian Gray, donde nuestra versión joven es una también entregada Margaret Qualley, lo que genera una lucha interna que representa el conflicto interno y la adicción a la atención externa, cueste lo que cueste. Una dualidad que genera también una visión del doble con fecha de caducidad, una Cenicienta cuyo hechizo se deshace, donde la reina malvada se mira al espejo mágico y se encuentra con la bruja que teme ser mientras la joven Blancanieves es absorbida por su propia vanidad.

Durante casi dos horas y media, la directora se extiende un poco de más en algunos conceptos y estampas que tienden a la reiteración, pero siempre se revuelve con una costra de humor corrosivo o algún exabrupto de body horror gomoso hasta que, aunque se hace de rogar, al final concluye con una exhibición de monstruosidad retorcida y ochentera, que se emparenta con el mal gusto de Frank Henenlooter y los excesos de Brian Yuzna de ‘Society’ y ‘La novia de Re-Animator’, con homenaje al suero incluido.

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Con todo, ‘The Substance’ realmente funciona por sus ironías, su sentido del humor que se burla de todo y de todos o por su caricatura del MeToo encarnada en un repulsivo y genial Dennis Quaid, que no por casualidad, le saca 8 años a Moore mientras su personaje sigue exigiendo “renovar” las caras al frente de sus programas. Todo un viaje que se permite contraponer lo sexy frente a lo repugnante, provocador, y lleno de mala baba, humor y la celebración del mal gusto como forma de contar cosas importantes, para recordarnos que la letra, con sangre entra.

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