Si hay un fenómeno molesto en el mundo del fandom (no solo el superheroico: pasa con 'Star Wars', pasa con 'Juego de Tronos', pasa con casi cualquier marca registrada que abandere la conversión de "lo friqui" en el nuevo mainstream) es el reparto de carnets.
Esa sensación de que si no te apasiona la última sensación de la cultura alternativa, como ha pasado con 'Vengadores: Endgame', no eres digno de militar en las filas del fandom. Lo que no deja de ser irónico (en términos de cultura alternativa).
Es irónico y, también, es otra forma de fandom tóxico (menos peligrosa y molesta que las manipulaciones de notas en Rotten Tomatoes y el acoso a actrices, es cierto). Las leyes sobre "lo que te tiene que gustar" dentro del fandom no difieren mucho de las lecturas obligatorias de literatura en el instituto.
Los clásicos de filmoteca en el mundo de la cinefilia o los Grandes del Rock cuyas discografías completas hay que conocer de pe a pa para presumir de autenticidad. Posturas todas hoy bastante rancias pero que no son sino antecedentes de la repulsiva pureza que se exige al friqui bueno.
Marvel regula el juego
A los aficionados de mediano recorrido no les costará recordar una época en la que no había tanta regla escrita sobre piedra, ni tanto pensamiento único dentro del fandom, por la sencilla razón de que todo era más caótico.
Hasta el advenimiento del MCU, las películas de superhéroes eran tiros al aire que rara vez se comunicaban entre sí. Ni siquiera dentro de la misma franquicia: las seis películas de Batman antes de Nolan, por ejemplo, apenas dialogan entre ellas. Las tres de Spider-Man de Raimi tienen como único punto de unión los actores protagonistas, pero prácticamente no hay líneas argumentales que se continúen.
La sensación que se extraía de ellas era la de arbitrariedad y caos, lo que es cierto que no necesariamente es bueno per se. Está claro que la intención de Kevin Feige, casi desde que la primera 'Vengadores' garantizó con su taquillazo la continuidad de la franquicia, era beber de la muy conveniente narrativa serial de los comics. Historias-río que se dispersaban, se bifurcaban y reencontraban.
Nada que objetar, de nuevo, a esa opción, pero el efecto que acompaña a este tipo de historias es obvio: se establece un canon. Se establecen unas historias importantes y otras secundarias. Se nos dice que las piedras de toque del MCU son las películas de los Vengadores, y el resto son meras tramas secundarias para apuntalar una gran narrativa principal: en el caso de las tres primeras fases, la colosal historia de las Gemas del Infinito.
La consecuencia de todo ello (de nuevo, insisto, consecuencia no nacida de un plan maquiavélico, sino de la propia naturaleza de las historias) es que hay películas de segunda categoría. Lo vais a entender rápidamente con un ejemplo extraído de mi experiencia y gusto personal: para mí, los superhéroes no son épica, sino más bien la plasmación de lo heroico en lo cotidiano.
Ese manido "cualquiera puede ser un héroe" pero que tiene mil caras y mil reformulaciones, ya que tan perfectamente lo encarnan héroes como Spider-Man y sus apuros para llegar a fin de mes como Batman o Punisher, cuando esa cotidianeidad está teñido de tragedia y ante la muerte de un ser querido se echan al monte (o al callejón).
La épica de 'Vengadores' se me queda grande porque cuando se ponen emotivos, todo son "Grandes Sentimientos" que rozan la abstracción, y se olvidan de aquello que 'Spider-Man: Un nuevo universo' (una película tremendamente superior a 'Endgame' en absolutamente todos sus aspectos creativos) tenía tan claro.
En ella se llegaba a hablar del legado familiar, de la confianza en uno mismo y de la responsabilidad sin olvidar las preocupaciones propias de un adolescente típico, como los pequeños secretos con los padres y los primeros desajustes hormonales.
Es por eso que, aún reconociéndole sus indiscutibles méritos visuales a 'Endgame', prefiero cualquier día una de las intrincadas set-pieces de acción bufa de 'Ant-Man', los puñetazos a ritmo de one-hit wonder ochentero de 'Guardianes de la Galaxia', o a Peter Parker haciendo el pepeviyuela con el traje de 'Spider-Man Homecoming' (por supuesto, todo ello sin salirnos de adaptaciones de imagen real, que no es cuestión de avergonzar a los Russo si ponemos sobre la mesa la serie de animación de Batman de los noventa o la citada 'Spider-Man: Un nuevo universo').
El motivo es que hacen mucho mejor su trabajo de mantener a los héroes cercanos, falibles y vulnerables, algo que a menudo olvidan las adaptaciones más aparatosas del Universo Marvel. ¿Cuántas bajas recordáis en las batallas finales de las grandes películas del MCU? Exacto.
Prueba a decirle a alguien que donde haya una modesta 'Iron Man 3', la más humana de las películas Marvel (porque sus héroes no paran de meter la pata), que se quite cualquiera de los Vengadores. El arqueamiento de cejas (como mínimo) está garantizado, y es porque el canon hace que se exageren los valores de las piezas nucleares del MCU: las de los Vengadores y alguna del Capitán América.
En defensa de las piezas menores
Hay un extraño placer en las historias "menores" de superhéroes, tanto en papel como en el cine. Gracias a ellas tenemos la impresión de que aunque nos centremos en las notas altas de la carrera superheroica, ese héroe está consagrado 24/7 a lo suyo.
Por eso es tan divertido ver a Spider-Man detener a atracadores de tres al cuarto o a Batman devolver a Arkham a cuatro chalados de golpe, amordazados en una ambulancia. Refuerzan la idea de cotidianeidad: como cualquiera de nosotros, esos enmascarados tienen un trabajo rutinario y repetitivo. Solo que su traje es más chulo que el nuestro.
Una idea que desde los Cuatro Fantásticos de Stan Lee y Jack Kirby en los sesenta, demostró ser la mejor manera de favorecer la identificación del lector con los héroes. La bombástica excepcionalidad que transmiten las películas de los Vengadores es lo que a muchos espectadores de las películas del Universo Marvel entusiasma, pero no nos funciona a todos.
Particularmente encuentro más estimulante (e insisto, sin hacer de menos sus obvias cualidades visuales) una película irregular, pero menos grandilocuente: como las dos de Ant-Man, como 'Capitán América: El primer vengador', incluso como las de Iron Man, que es uno de los héroes principales del MCU, pero sus aventuras en solitario son de baja intensidad (o nula, en la magistral 'Iron Man 3').
Pero consiguen transmitir un genuino espíritu Marvel de cercanía casi mundana. En las películas de los Vengadores las emociones son Emociones, la acción es Acción, y a veces uno solo necesita un buen punchline y un escenario reconocible para sentir cercano al héroe.
Por eso, aunque determinado sector de los fans de Vengadores repudien los momentos de humor de 'Endgame' (más abundantes que en 'Infinity War') a mí son los que hacen que la cosa trascienda más allá de un monigote CGI. Por ejemplo, la actitud de uno de los héroes principales ante la tragedia que desata Thanos es chocante, grotesca y humorística, pero es la que tendríamos (quizás) cualquiera de nosotros: la autodestrucción patética.
Mirar al horizonte y decir frases de póster de amaneceres está muy bien cuando eres el Capitán América, pero en el fondo nadie se identifica con Steve Rogers. Por eso es un símbolo. Aún así, es perfectamente defendible una perspectiva épica, grandilocuente, siniestra, belicista del MCU. Simplemente, me gustaría que no se convirtiera en la vía única.
Cuando elaboré esta lista de las películas del MCU ordenadas de peor a mejor, puse arriba, muy conscientemente, las más pequeñas: 'Iron Man 3' (una película con atmósfera de buddy movie de serie B), 'Thor Ragnarok' (una puñetera sitcom), 'Guardianes de la Galaxia' (una reducción paródica de las esencias del space opera), 'Spider-Man - Homecoming' (el héroe cercano por excelencia con el potenciómetro del angst adolescente al 11)...
Y sí, 'Vengadores', la primera, la escrita y dirigida por Joss Whedon. Una película que no renunció a lo épico, pero que supo exponer la humanidad de los héroes, y crear conflictos y relaciones entre ellos tan fuertes y perdurables que 'Endgame' aún los anda explotando.
Recuperemos a Clark Kent ajustándose las gafas para que Lois no le reconozca, a Shazam alucinando porque es un crío que ha adquirido poderes de repente, a Ant-Man jugándose el cuello sobre un tren de juguete. Salvar el universo está muy bien, pero si todos sus habitantes son monigotes CGI sin alma... ¿de qué sirve ganar esa batalla?
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