Catorce años. Ese es el tiempo que ha pasado desde que Sam Raimi firmase con su gloriosa 'Spider-Man 2' la mejor adaptación de las aventuras del trepamuros marvelita a la gran pantalla que hemos tenido el placer de ver hasta la fecha. Una película redonda se mire por donde se mire que mejoró lo planteado en su predecesora, y que ha permanecido en la cumbre haciendo sombra a su continuación directa, a las dos aproximaciones de Marc Webb al personaje y a la ambiciosa 'Homecoming' del Universo Cinematográfico de Marvel.
Pero la espera ha terminado. Casi tres lustros más tarde, los fans ya no sólo del Hombre Araña, sino del mejor cine que podamos imaginar, tenemos el privilegio de disfrutar de una digna sucesora al clásico de 2004. Una 'Spider-Man: Un nuevo universo' que roza la excelencia y se corona como uno de los mejores filmes superheróicos que nos ha dado Hollywood desde que se iniciase el boom de las máscaras y el spandex —sin duda el mejor del año— y, géneros aparte, como una de las mejores cintas de este 2018.
Son muchos los motivos que me impulsan a escribir estas líneas con una especial entusiasmo, casi tan grande como el que he podido sentir durante su visionado. Y es que este debut en conjunto de Bob Persichetti y Peter Ramsey logra brillar y ofrecer algo verdaderamente distinto en un mercado sobresaturado con un viaje electrizante en el que el mimo puesto sobre el diseño de producción y sus protagonistas es lo único que logra hacer sombra sus enormes virtudes técnicas y narrativas.
Porque 'Spider-Man: Un nuevo universo' enamora por igual a través de los ojos y atacando al corazón; haciéndolo en primera instancia estimulando las retinas del respetable con un estilo de animación rompedor que combina técnicas y elementos de la vieja escuela bidimensional con las últimas herramientas y posibilidades del CGI 3D, dando vida y movimiento a unas viñetas con las que muchos crecimos —y seguimos disfrutando como adultos—.
Pero este cuidado y espectacular tratamiento visual es sólo un elemento más dentro de la compleja maquinaria que permite al largo capturar la más pura esencia del cómic en la gran pantalla; una ardua tarea que los directores, veteranos de la industria animada, consiguen llevar a buen puerto gracias a su devoción por el material original, que transpira fotograma a fotograma dando forma a una Spider-película perfecta.
Humor, tragedia y emoción para una experiencia maravillosa
En 'Spider-Man: Un nuevo universo' están presentes todas las señas de identidad que han hecho grandes las hazañas transmedia de nuestro amigo y vecino. Ahí está todo el sentido del humor que le ha caracterizado, la tragedia que ha marcado su existencia y sus orígenes en cualquiera de sus versiones dentro del multiverso, y la espectacularidad de una acción que escapa del papel para traducirse en unas set-pieces espectaculares ambientadas en una ciudad de Nueva York de la que no querremos salir jamás.
Si todos los ingredientes mencionados hasta el momento cohesionan de forma tan precisa es gracias a un pegamento tan sólido y efectivo como su narrativa, que hereda el código genético de los productores Phil Miller y Christopher Lord —responsables de la magnífica 'La LEGO película'— y combina la comedia más divertida con una implicación emocional con los personajes a flor de piel.
Después de todo, es precisamente este vínculo con los protagónicos lo que hace grande a 'Spider-Man: Un nuevo universo', permitiéndola capturar la atención de audiencias de todas las edades gracias a un inteligente uso de las dimensiones paralelas y de los diferentes personajes que las pueblan. Así, los adultos tendremos nuestro reflejo en ese Peter Parker adulto y desencantado, los más jóvenes podrán proyectarse en un Miles Morales —verdadera estrella de la función— que trata de encontrar su lugar en el mundo, e incluso el público infantil podrá gozar con las locuras cartoon de Spider-Ham.
Al final del viaje, más allá de prodigios audiovisuales y guiones calculados al milímetro, lo que más pesa a la hora de valorar 'Spider-Man: Un nuevo universo' es el inmenso corazón volcado en cada apartado de su concepción. Algo que se extrapola directamente a su historia, que nos recuerda que todos y cada uno de nosotros podemos ser superhéroes ya no sólo con discursos y tesis, sino trasladando ese sentimiento al patio de butacas a golpe de emoción. Y eso, a fin de cuentas, es lo que hace a una película tan trascendente, maravillosa y alucinante.
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