Nunca tuve mucha fe en ‘Sonic. La película’ y la polémica alrededor del diseño de su protagonista tampoco invitaba a ser optimistas. Quedaba la curiosidad de recuperar al Jim Carrey más desatado, pero creo que a nadie le hubiese extrañado que fuese otro desastre como muchas de las películas basadas en videojuegos estrenadas hasta ahora.
Sin embargo, a veces la vida nos sorprende y estamos ante uno de esos casos, ya que ‘Sonic: La película’ es un entretenimiento a los años 90 la mar de disfrutable, sobre todo por el buen ritmo que tiene, el efectivo sentido del humor y varios integrantes de su reparto. Es cierto que el guion firmado por Pat Casey y Josh Miller está plagado de lugares comunes y no es gran cosa, pero la película se sobrepone a ello para hacértelo pasar en grande.
Sencilla pero divertida
Tras una rápida presentación de personaje -los fans de los videojuegos quizá echen en falta algo más de desarrollo sobre sus orígenes-, ‘Sonic: La película’ plantea la aventura que va a vivir su protagonista de forma sencilla pero efectiva: hasta ahora ha tenido que vivir aislado a la Tierra y cuando se dispone a trasladarse a otro planeta, pero algo se lo impide e inicia un viaje por carretera junto a un policía local.
Vamos, que por un lado juega con el concepto de buddy movie entre dos personajes en principio opuestos pero cuya relación va estrechándose hasta llegar a ser amigos. Como tal no esperéis nada que se desvíe de lo habitual en casos así, pero sí que sabe crear una dinámica entre Sonic y el personaje interpretado por James Marsden con el suficiente atractivo como para pasar eso por alto y disfrutar de las diferentes etapas de su viaje.
Ahí lo que tiene un mayor peso es un sentido del humor ligero y accesible que juega con el choque entre los excesos de Sonic y la actitud más reposada del humano. Hay ocasiones en los que la película está a punto de pasarse de la raya con el manejo de la comedia, ya que Sonic se mueve de forma constante en la línea que separa lo simpático de lo cansino, pero consigue salir airoso de ello y sin echar mano de bromas que te hagan reaccionar con incredulidad.
Jim Carrey es la auténtica estrella de la función
Eso no quita que la verdadera estrella de la función sea Carrey como Robotnik, ya que canaliza esos excesos cómicos que le lanzaron a la fama, pero siempre dentro de lo que necesita el personaje. No deja de ser el típico genio chiflado, pero el actor sabe cómo sacar todo el jugo a sus diálogos y arrancar varias carcajadas al espectador. Su lenguaje gestual también resulta esencial, dando en todo momento la sensación de estar pasándoselo en grande y contagiándoselo al espectador.
El director debutante Jeff Fowler parece consciente de ello y deja más libertad a Carrey que al resto de actores, pero no cae en la tentación de supeditar la película a él. De hecho, lo que le interesa más es imprimir a la película de un ritmo vivo en el que no haya espacio para los tiempos muertos. Así también matiza que las motivaciones de los personajes sean algo básicas porque no hay espacio para deleitarse en ello.
Más que eso distrae el algo irregular trabajo en efectos visuales. Con Sonic no hay pegas, ya que su salto a la gran pantalla es más que solvente, pero cuando llegan las escenas de acción, que tampoco son muy abundantes, nunca se consigue ese toque más espectacular que se busca. No es grave por el tipo de propuesta que es, pero sí que se hubiese agradecido un mayor empaque, aunque justo es reconocer que hay un par de escenas que funcionan bien pese a que viéndolas sea inevitable acordarse de los ‘X-Men’.
Todo ello está aderezado con varias referencias a la cultura pop -tronchante la alusión a Keanu Reeves- y varios guiños a los fans de los videojuegos de ‘Sonic’ para potenciar ese lado ligero y hasta cierto punto nostálgico de la película. Habrá quien piense en una especie de ‘Deadpool’ para todos los públicos, pero tampoco tengo muy claro que sea lo que se busca.
En resumidas cuentas
‘Sonic: La película’ es sinónimo de diversión. No siempre da en la diana y podría haberse arriesgado un poco más, pero su apuesta funciona, en buena medida por reencontrarnos con el Jim Carrey que nos conquistó en los 90, pero estamos ante una adaptación que también se deja ver con agrado cuando él no está en pantalla.
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