El estreno de ‘Indiana Jones y el Dial del Destino’ ha creado una corriente de disensión y división de opiniones que empezaron con una tibia recepción en Cannes 2023 y han continuado con una paulatina suma en el porcentaje de críticas positivas en Rotten Tomatoes, en pugna por el review bombing y los críticos a los que les cuesta entender que la película haya caído bien a más gente de la que se esperaba.
El manido uso de la palabra nostalgia como antídoto contra el clasicismo bien entendido, lleva a muchos a apretar el puño contra el cielo por no reconocer que ni la película de Mangold es el pufo que vendieron al principio ni la pesadilla woke que proclaman las secciones de pensamiento más conservador. Pero si hay un tramo de la película que genera todo tipo de comentarios es su clímax, un maravilloso cuarto acto sacado de la chistera que revive los momentos de magia de la saga y le da un sentido al periplo del Doctor Henry Jones y toda su vida.
SPOILERS DEL FINAL DE LA PELÍCULA
Normalmente un mcguffin, los objetos que va buscando Jones a lo largo de las películas tienen propiedades misteriosamente esotéricas, detalles sobrenaturales normalmente asociadas a la religión, pero que en la cuarta entrega pasaron al terreno de la ciencia ficción, y ahora se reencuentra con la propuesta del Mecanismo de Anticitera. Esto es un dial que al parecer ideó Arquímedes y que detecta fisuras en a cronología a través de las cuales se puede viajar a otros momentos de la historia, entrando de lleno en el terreno del cine de viajes en el tiempo.
El clímax no es la batalla, sino que los nazis encuentren su castigo
Este recurso aparece muy al final cuando el villano hace uso del aparato para sustituir a Hitler, pero no todo sale como él esperaba ya que, antes de atravesar la grieta, Jones determina que la deriva continental hace imposible un cálculo preciso, con lo que el avión no aparece en 1939 sino en plena batalla de Siracusa, en la que los romanos conquistaron la ciudad griega en el 212 a. C., tras una resistencia heroica gracias a diversos inventos que Arquímedes había preparado durante su vida.
El plan es garrafal y, como en las entregas clásicas de la saga, los nazis acaban pagando caro su intento de jugar a ser Dios, recibiendo un castigo, quizá no tan cruel como el de ‘En busca del arca perdida’, pero sí suficientemente irónico para entrar dentro de ese mismo canon. Mangold entiende que el viaje al pasado es lo de menos, y lo importante no es pasar allí el tiempo, sino que esa visita sea el reverso del deseo de los nazis. Si el arca perdida les enseñaba que los mortales no podían contemplar ese poder como ellos esperaban, el Dial les muestra que no son tan listos como creen.
Como el cáliz de la inmortalidad ponía trampas que provocaban el efecto contrario, aquí el error implícito marca el mismo tiro por la culata, como los deseos que se le piden a un Djinn o a una pata de mono, se hacen realidad pero no como el que lo pide espera. Esta visión más esotérica aquí conecta con la Rueda de la fortuna. un artefacto capaz de cambiar los destinos. La Rueda puede otorgar a las personas grandes ganancias inesperadas o terribles calamidades. La estatua que encuentran puede ser la diosa Tyche o Fortuna, la diosa de la fortuna y el destino, y a veces se la muestra sosteniendo un bastón similar.
Si el Dial cumple ese elemento clave en la saga, el tramo final tiene un punto de recompensa a Indiana Jones, una inesperada conclusión a toda su vida que da sentido a toda su carrera buscando reliquias, la oportunidad de tener un contacto real con el mundo clásico, un sueño para cualquier buscatesoros interesado por el aspecto histórico y no por el dinero o el interés, como el resto de personajes.
Un cierre que da sentido a toda una vida de búsqueda
El final no se centra tanto en participar en la batalla, como en presentar un mundo casi fantástico para Jones, con detalles de puro genio como el profesor mirando con interés científico y reconociendo la punta de la lanza que acaba de atravesar el avión en el que va, en vez de apresurarse a salvar la vida. Pero el gran momento es el encuentro de su vida, su cara a cara con Arquímedes, el físico y matemático griego al que admira y que le hace querer permanecer allí, aunque suponga morir en ese momento.
Los detalles de la intervención en el pasado crean distintas conveniencias históricas, como el apoyo de los aviones para despistar a los romanos, y el hecho de que Arquímedes reconozca que parte de su plan tenía que ver con los viajeros del tiempo, lo que le hace comprender que su Anticitera ha funcionado y provoca su famoso “¡Eureka!”, que Jones podrá asociar siempre en el presente con su pequeña visita, así como el hecho de que el griego tuviera el reloj de su padre. Una serie de emociones que hacen que ese último baile tenga una conclusión que ni él mismo espera.
Todos los temas que trata la película tienen su conclusión natural en el final. Jones, un hombre enjuto incapaz de conectar con su pasión olvidada, rodeado de gente a la que no le interesan sus lecciones de historia, se encontrará con su propio sentido vital a lo grande, el gran tesoro que no puede llevar a ningún museo, un contacto histórico real. Sin embargo, el cierre también tiene un elemento determinista que hablan de un destino escrito para el arqueólogo.
El destino atado y los relojes de lo inevitable
Toda la película juega con ello y deja elementos de guion preparados para recogerlos más adelante. Desde el niño tomando lecciones de aviación encuentra su momento de aplicar sus lecciones convirtiéndose en un elemento clave, o el truco de cartas de Helena, que nos habla de la ausencia del libre albedrío, todos los detalles de la trama parecen encadenados para dejar la impresión de que la aventura estaba atada por una serie de acontecimientos destinados a que el Doctor Jones acabara en ese momento preciso, en ese lugar del tiempo.
La elección de esta temática de ciencia ficción concreta no es gratuita y rema a favor de todos los temas de la película, en concreto del envejecimiento del héroe, algo de lo que no puede escapar y se le es recordado constantemente por la presencia constante de relojes. Lleno de arrepentimiento, Indy cree que no le queda nada, y parece reticente a aceptar que el pasado no se puede cambiar, sino que debe aceptarlo.
‘Indiana Jones y el Dial del destino’ incide constantemente en la idea de que el tiempo no se detiene, por eso el clímax final es importante para aceptar su presente, por eso el epílogo posterior es tan importante. También lo es a un nivel extracinematográfico, ya que en el fondo su comentario sobre la nostalgia también afecta al propio pasado de la saga, a una forma de hacer cine que ya no existe y un grupo de espectadores que deben pasar el duelo de la marcha de los grandes héroes del pasado mirando hacia el futuro.
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