Dos mujeres perdidas en una pesadillesca odisea en Hollywood revolucionaron la industria hace veinte años. David Lynch y Angelo Badalamenti sirvieron en bandeja la película de la vida de Naomi Watts y Laura Elena Harring. 'Mulholland Drive' cumple 20 años y el tiempo no parece pasar por ella. La película de Lynch se mantiene imperturbable sobre la nube en la que llegó en 2001.
Un buen mal viaje
Cuando se presentó en mayo de 2001 en Cannes, la película de David Lynch ganó el Premio a la mejor dirección y sumergió a sus espectadores entre la adoración y la perplejidad frente a una otra película de narrativa incoherente. Sus protagonistas desorientadas a través del bulevar de los sueños rotos son también nuestras limitadas cabezas de seres humanos racionales tratando de encontrar sentido a las cosas que no comprendemos.
La confusión y la pérdida de identidad, las ensoñaciones, emparejan a la película con 'Twin Peaks' o 'Carretera perdida', junto a las que probablemente forme la sagrada trilogía Lynch. No en vano esto iba para serie derivada de su obra maestra televisiva. De igual modo podríamos decir que 'Inland Empire' funcionará como su larguísimo epílogo. De todos modos, 'Mulholland Drive' es una película que está hecha para no poder ser analizada. Al menos no durante su lanzamiento. Es un estado de ánimo, una sensación. Una película que corre libre por nuestras venas a lo kamikaze.
"No me gusta insistir demasiado en el significado de las cosas", decía Lynch entonces. Naomi Watts, la estrella de la función, tampoco se quedó corta con las preguntas durante la promoción: "¿Por qué queréis saberlo todo cuando veis una película? No se puede responder siempre a todo. La magia de su trabajo es que el público es libre para pensar por sí mismo", decía la actriz.
'Mulholland Drive' luce como una aproximación entre el noir clásico y el trabajo habitual de Lynch, dando como resultado un "Neo-noir" que refrescaba el género a través de la tendencia del momento, como hizo poco antes el 'Memento' de Nolan o haría tiempo después el 'Brick' de Rian Johnson. Trastornos de identidad, reflejos de personalidades desconocidas que en realidad parecen personajes poseídos de una serie b de los 40. El tonteo con el horror es algo que Lynch siempre maneja mejor que casi todos los demás.
Lynch invita al espectador a rellenar los espacios en blanco en un ejercicio de voluntad que no todos estarían dispuestos a hacer. Tal vez por eso ahora, 20 años más tarde, más sabios y más habituados a ese tipo de esfuerzos con la narrativa menos simplista, los espectadores de entonces, pero también los nuevos, sean capaces de valorar más y mejor un título clave en la filmografía de uno de los directores más importantes e influyentes que todavía nos quedan.
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