Un drama con toques "indies" sobre un pederasta, impresionantemente interpretado por Kevin Bacon, y su reinserción a la sociedad tras una larga temporada en la cárcel, sus alegrías (pocas) y sus tristezas (muchas) y como una mujer, cuyo papel corre a cargo de su pareja en la vida real, Kyra Sedgwick, lo ayuda.
A destacar dos escenas de las que incomodan e impresionan de lo buenas que son. Indudablemente esas escenas, como el resto de la película, están apoyadas por la grandísima interpretación que realiza Kevin Bacon. Sin él, la película hubiera sido otra, y es que este actor cada vez lo hace mejor, aunque no termina de tener el reconocimiento que merece. Sus expresiones, gestos, miradas, silencios, poses, todo en definitiva, tiene una fuerza en este film increíble, haciendo que el espectador conecte con un personaje, en principio, odioso, e incluso se llegue a sentir simpatía por él.
Por lo demás, y aunque no llega a ser una película grande, está realizada con mano firme por su directora, Nicole Kassell, que logra apartarse del tipo de películas que hablan de cosas importantes pero se pierden en matáforas visuales y excesos trascendentales. Afortunadamente, este no es el caso. Cuenta lo que tiene que contar sin irse por las ramas, y en apenas hora y media. Una buena película que llega con retraso, pero la espera ha valido la pena.
