Este mes ha salido en dvd el remake americano de la que, para mí, es la mejor película de Hideo Nakata, 'Dark Water', una cinta de terror, con un buen clima y un buen estudio de personajes. Recuerdo que en una de esas sesiones cinéfilas nocturnas que suelo hacer con algún amigo, nos sobresaltamos bastante en la conseguida secuencia final del ascensor. Fue una película que me dejó un buen sabor de boca, y cuando se estrenó el dichoso remake yanqui (a estas alturas ya son obligados), no me interesó demasiado, asi que la dejé para consumo doméstico.
Los que habeis visto la película de Nakata sabeis de sobra su argumento; una mujer con su hija pequeña se muda a una vieja urbanización de apartamentos, donde pronto empezarán a pasar cosas extrañas y fantásticas. Salvo por un par de detalles secundarios, no hay mucho más.
Walter Salles, sobrevalorado director de las sobrevaloradas 'Estación Central del Brasil' y 'Diarios de Motocicleta', hace su debut en el cine hollywoodiense con esta película, cosa que llama la atención, porque sus anteriores trabajos no hacían pensar que Walles fuera a hacerse cargo de un film de terror, y mucho menos un remake. Asi que uno puede preguntarse por qué han pensado en él para dirigir este film, y sobre todo, por qué ha aceptado. Sin embargo en la propia película hayamos la respuesta. Contando con la misma historia que su precedente, y que apenas cambia, Salles ha querido realizar un experimento muy cercano a una película dirigida por Roman Polanski, y que probablemente sea su mejor film, 'El Quimérico Inquilino' (película que recomiendo veais vosotros solos, y de noche, para disfrutarla en su totalidad).
De esta forma se aparta totalmente de lo que Nakata hizo en su película, y que fue contar una historia de terror en el sentido clásico del término. Para ello rehuye del susto fácil; más de una vez aparece la típica escena en la que un personaje se mira al espejo, y el espectador piensa que va a aparecer reflejado un fantasma, cosa que no ocurre, y sólo por eso, ya sorprende.
La película se centra, sobre todo, en el escenario; esa solitaria urbanización de feos edificios, y esos apartamentos todavía más feos. Hay que reconocer que filmando el entorno, Salles hace un trababjo magnífico, sacando el máximo partido de los lugares en los que se desarrolla la acción (atención a la escena en el cuarto de las lavadoras). Sin embargo, la película acaba ahí, no hay nada más. Bueno, unos actores todos perfectos en sus papeles, pero con unos personajes muy desaprovechados, sobre todo los secundarios. Jennifer Connelly, que en cada película que hace está más guapa, está extraordinaria, pero no llegas a conectar con ella. John C. Reilly, uno de esos secundarios a los que ya es hora de que den un Oscar, que cuando aparece por primera vez, no deja de hablar durante casi cinco minutos, también está muy bien, pero no explotan lo suficiente su interesante personaje. Pette Postlethwaite, como el portero del edificio, y que propone algún momento inquietante. Tim Roth, un poco alejao de lo que suele hacer, en el papel de un abogado, pero que no te lo crees. Y Dougray Scott, que pasaba por ahí, como el marido de la protagonista.
Actores acertados para unos personajes que Salles desatiende, en beneficio de un clima y una estética muy logrados. La película está bastante bien hasta su tramo final, que baja de nivel, con una resolución, que es bastante brusca, y rompe con todo lo narrado hasta ese momento, para acabar siendo más de lo mismo. Y es que, en cuanto a la historia, no han podido irse demasiado lejos respecto del original, y eso es un peso bastante grande.
Un film pasable, con una impresionante fotografía, labor de Affonso Beato, que se convierte en la auténtica protagonista de un relato, que pasa de apología de la familia a cuento de terror un tanto desganado.