Aunque haya terminado dedicando enfocando mis estudios y mi carrera profesional al terreno del arte y la creatividad, siempre he sido un hombre de ciencia. Me veo en la obligación de iniciar así este texto por si en algún momento puede llegar a dudarse sobre mi posicionamiento frente a una corriente tan absurda, demencial y ridícula como el terraplanismo, que defiende a capa y espada la postura de que el planeta Tierra no es esférico, sino raso.
Las redes sociales y la democratización que tanto el acceso a la información —veraz o no— como su difusión han experimentado con el auge de internet han sido determinantes para llevar a la sociedad, paradójicamente, un paso más allá en su necedad. Como prueba de ello están las indeseables fake news y, precisamente, un movimiento terraplanista que ha cobrado una fuerza inesperada gracias al altavoz de la red de redes.
Criticar a los terraplanistas es justo y necesario, pero no de cualquier modo
La popularidad creciente de este colectivo conspiranoico ha dado lugar a infinidad de material tanto escrito como audiovisual, y era cuestión de tiempo que el cine documental se aproximase a él de un modo u otro, siendo 'La Tierra es plana' —'Behind the Curve'— el primero en alcanzar cierto grado de popularidad al ser distribuido a través de Netfilx. Por desgracia, lo que podría haber supuesto una mirada inteligente y con ánimo divulgativo a la Flat Earth Society, queda reducido a un desfile de personalidades dantescas y a una ridiculización propia de un matón armado con un smartphone en el patio del colegio.
'La Tierra es plana' hace sencilla y natural la evolución de la indignación a la sonrisa cómplice a los pocos minutos de arrancar su metraje. Es complicado no terminar tomándose con humor la sarta de disparates con los que los defensores de la Tierra plana argumentan sus creencias, llevando a cabo experimentos sin pies ni cabeza y uniendo fuerzas en colectivos que, sorprendentemente, cada vez cuentan con más adeptos en sus filas; algo que el filme retrata a la perfección.
De igual modo, el director Daniel J. Clark se esfuerza eventualmente en aportar una visión racional sobre la problemática, colaborando con especialistas en diversos campos, analizando las técnicas terraplanistas para convencer a neófitos, que pasan por pervertir el método científico de investigación a su voluntad —partiendo de una conclusión que tratar de justificar a toda costa— y dando lugar a diferentes vías de pensamiento que derivan en grandes y malsanas luchas de ego y poder.
Llegado a cierto punto, y después de reiterar innecesariamente y en infinidad de ocasiones lo absurdo de la materia sobre la que versa el documental, 'La Tierra es plana' hace especial hincapié en el hecho de que la inmensa mayoría de los seguidores de la doctrina no son más que parias de la sociedad; inadaptados con sus problemas e inseguridades que tan sólo necesitan sentirse parte de algo y destacar entre sus coetáneos —con mayores o menores ínfulas megalómanas—.
Es entonces cuando uno espera la llegada de ese punto de inflexión en el que la película se transforma; un mid point que se distanciase tangencialmente del tema principal para explorar las vidas de los protagonistas y que nos explicase qué les ha llevado hasta su situación actual. La idea de la existencia de este drama personal inherente siempre está latente, pero J. Clark prefiere obviarlo y convertir su obra en un simple mecanismo para cachondearse sin piedad de los miembros de un colectivo que ya se desacredita con sus propias sentencias.
Todo el potencial de 'La Tierra es plana' queda reducido a la humillación sin ningún tipo de espíritu divulgativo; a una simple señalización de un grupo de personas desde un altar construido a base de una superioridad moral algo aborrecible y un mínimo de ciencia —en ningún momento se trata de explicar o contrarrestar lo que exponen los contrarios a la esfericidad de nuestro planeta—. Criticar a los terraplanistas es justo y necesario, pero no de cualquier modo.
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