Es la palabra de moda, cada vez es más proferida por más gente como un arma arrojadiza y, en muchas ocasiones, sin tener demasiado claro lo que significa, y está en la sopa cada vez que abrimos redes sociales o diferentes foros de opinión. Me encantaría decir que me estoy refiriendo a "demure" —de hecho, escribir este artículo es muy demure—, pero mucho me temo que el término al que me estoy refiriendo es "woke" y sus absurdas mutaciones como "wokismo".
No estamos aquí para dar una clase de historia sobre los orígenes del concepto y cómo los sectores conservadores lo han adoptado —tras retorcerlo— e incluido en su discurso, así que vamos a limitarnos a señalar que, a grandes rasgos, sus usuarios tienden a utilizarlo como sinónimo de "progre" —con connotación peyorativa, por supuesto—, esforzándose en sacarlo a la palestra particularmente en conversaciones culturales.
¿Que una serie tiene un personaje LGTBIQ+? ¡Woke! ¿Que una franquicia protagonizada históricamente por hombres tiene un reinicio con mujeres? ¡Woke! ¿Que el villano de una película es un hombre blanco heterosexual? ¡Woke, woke, WOKE! Todo en la industria audiovisual que no se alinee con sus valores es woke y, por supuesto, si una producción con contenido que no les represente fracasa en taquilla, es culpa de la peligrosa "agenda progre"... ¿o realmente no?
Progresía galáctica
Como no podía ser menos, este argumento utilizado por conveniencia —cuando una serie o largometraje que, por ejemplo, tiene un reparto diverso, triunfa, se buscan artimañas para desvincularlo de "lo woke"— ha vuelto a ser blandido para justificar la cancelación fulminante de 'The Acolyte' tras finalizar su primera temporada que, todo sea dicho, arrancó por todo lo alto. Por supuesto, cómo no la iban a cancelar si su reparto dijo que era la serie "más gay" de 'Star Wars' y hay brujas lesbianas espaciales.
Pues siento disgustar a gente como Elon Musk, que creo que descorchó una botella de champán mientras tuiteó un "Go ____, go ____" —donde el primer hueco es para woke y el segundo para broke— celebrando la noticia, pero me da en la nariz que estos fueron los últimos motivos que llevaron a la factoría Disney a dar carpetazo a su última serie del universo galáctico de George Lucas. El primer indicio de ello, y no hace falta ser un lince para verlo, es el bajísimo retorno de inversión de la producción.
El regreso de Bob Iger al asiento de CEO en la Casa del ratón ha vuelto a priorizar la calidad sobre la cantidad y a poner especial énfasis en gestionar los proyectos con presupuestos multimillonarios. El de 'The Acolyte' ascendió a los 180 millones de dólares, 'El libro de Boba Fett' costó unos 15 millones por episodio, y las dos temporadas de 'Andor' suman la friolera de 250 millones de dólares y, casualmente, las tres no continuarán a partir de ahora pese a parecerse lo mismo que un huevo a una castaña entre ellas.
El alcance a nivel de público de las tres producciones terminó siendo mucho menor que el esperado —a falta de ver qué ocurre con la temporada 2 de 'Andor'—, y el número de nuevos suscriptores y el merchandising vendido no han sido suficientes para mantenerlas a flote. El motivo, lejos de conspiraciones ideológicas, podría no ser otro que la simple y llana saturación de un público televisivo que, al final del día, sólo parece estar interesado en 'The Mandalorian' en lo que respecta al universo 'Star Wars'.
Superwoke
Si aún no ha quedado claro que esto del woke —sea lo que sea— no es un problema real, y simplemente una consecuencia de una era de la posverdad en la que el relato parece estar matando al dato —cuando siempre ha solido ser a la inversa—, vamos a proyectar nuestras miradas viciadas por la terrible Agenda 2030 sobre la gran víctima cinematográfica del virus progre: el Universo Cinematográfico de Marvel.
Está claro que el MCU posterior a 'Vengadores: Endgame' ha experimentado un considerable descenso de interés por parte del respetable. La lógica aplastante apunta a varias explicaciones racionales del fenómeno, comenzando por la desconexión del público una vez concluyó la Saga del Infinito y se abrió paso a una Saga del Multiverso tras una suerte de punto y seguido después del que muchos decidieron dejar de leer.
A esto habría que sumar la producción al peso bajo el mando de Bob Chapek, que en contraposición a su tocayo Iger apostó por la cantidad sobre la calidad, derivando en producciones mucho menos cuidadas tanto en lo artístico como en lo dramático. Incluyamos en la ecuación el paso a un lado de los grandes estandartes de Marvel para abrir la puerta a superhéroes secundarios y el resultado es un obvio descalabro.
Pero no, el problema no es el descenso de calidad, ni los personajes desarrollados de aquella manera. El problema, por supuesto, ha vuelto a ser el "wokismo" que, según muchos, hace que los guionistas se olviden de cómo hacer su trabajo al estar más pendientes de incluir personajes de diferentes razas y mensajes empoderadores que de escribir arcos decentes. Porque, claro, el feminismo y una buena narrativa son incompatibles científicamente.
De nuevo, siento decepcionar tirando de datos, porque curiosamente hay taquillazos dentro del MCU duramente criticados por su presunto cariz ideológico que demuestran que esta teoría no tiene ni pies ni cabeza. Sin ir más lejos, 'Capitana Marvel', la primera película de Marvel Studios protagonizada por una mujer, sumó 1.131 millones de dólares; 'Black Panther', la primera protagonizada por un actor negro, recaudó 1.350 millones, mientras que su secuela 'Wakanda Forever' amasó 860 millones de dólares.
'Thor Ragnarok' y su continuación 'Love and Thunder', sobre las que llovieron palos por su representación de Valkiria y su bisexualidad, rascaron 855 millones de dólares y 760 millones respectivamente. Incluso cintas como 'Viuda Negra' —que, recordemos, se estrenó simultáneamente en streaming— y 'Shang-Chi', llegaron o se acercaron a duplicar sus presupuestos con 380 millones y 432 millones respectivamente cuando las salas de cine comenzaban a aliviar las restricciones pandémicas.
Razonamientos a la carta
Por supuesto, muchos jugarán la carta de buscar éxitos marvelitas y argumentar que, si triunfaron, es porque "no son woke", dejando de lado infinidad de variables únicamente para que su razonamiento se ajuste a su discurso. Lo gracioso de todo esto es cuando se usan como escudo antimisiles cintas como 'Deadpool y Lobezno', que se alza como un Caballo de Troya gigantesco entre protagonistas pansexuales y referencias homoeróticas constantes, o una 'Guardianes de la Galaxia vol. 3' que llegó a recibir premios de PETA por su lúcido discurso animalista —¡Peligro, agenda!—.
Toda esta parrafada, que tenía intención de que fuese mucho más breve, es simple y llanamente para recordar que conviene no quedarse en la superficie a la hora de analizar éxitos o fracasos... aunque sea mucho más conveniente y sencillo cuando queremos proferir soflamas seudopolíticas y camuflar discursos de odio entre presuntas preocupaciones por el estado de la industria cinematográfica y la sociedad. Y es que, si 'The Marvels' se la pegó, fue porque su desarrollo y producción fueron un auténtico caos que resultó en un largometraje deficiente, y no porque estuviese protagonizada por un trío de mujeres multirracial.
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