Hay películas que se sienten completamente vivas incluso cuando están profundizando en los pozos más oscuros de la existencia humana. Y que se sienten completamente espirituales incluso aunque los aspectos religiosos no tengan un componente principal u omnipresente. Luego están las películas que reúnen los dos supuestos anteriores, como son las películas de Martin McDonagh.
Ya desde su época de dramaturgo era alabado como uno de los mejores escritores de nuestro tiempo, y su etapa como cineasta no sólo lo ha refrendado sino que también ha añadido la maestría en el arte de la dirección. Sin recurrir a grandes aspavientos o trucos visuales, aunque sus películas lucen innegablemente preciosas. El mejor caso de todos ellos ya se puede ver en streaming: 'Almas en pena de Inisherin'.
Fantasmas muy vivos
La cuarta película del cineasta irlandés ya se encuentra disponible para ver en Disney+, y nos traslada a una remota isla de su país natal. En tiempos de guerra civil, esta isla vive alejada del conflicto, pero tiene uno relativamente importante entre manos. Colin Farrell y Brendan Gleeson interpretan a dos viejos amigos de la zona que ponen fin a dicha amistad por decisión del último ellos.
Los motivos del fin de dicha amistad son incomprensibles para el personaje de Farrell, mientras que el segundo opta por la cabezonería para no postergar lo inevitable. McDonagh hace aquí la anti-buddy movie, mostrando con un humor negrísimo algo que se ve poco en el cine como es el fin de una relación entre dos hombres. Muestra con curiosidad y respeto ambas perspectivas, la del abandonado y la del que rompe, tomando en consideración lo que consideran importante en la vida y cómo es diametralmente opuesto.
Toma la decisión inteligente de no juzgar ninguna de estas posiciones, en su lugar dando espacio para desarrollar cuestiones importantes con las que puedes llegar a empatizar. En tiempos de películas con tesis a defender, 'Almas en pena de Inisherin' te permite entender ambas partes del conflicto, dejando en su lugar que otras ideas florezcan de manera natural como puede ser el miedo a la soledad o el desasosiego ante la depresión. O incluso el destrozo que se puede quedar cuando alguien se empeña en tener la razón (aunque la pueda tener).
'Almas en pena de Inisherin': el dolor por tener razón
Son temas muy difíciles que tocar, pero están presentes de manera muy considerada y muy humana. Con inteligencia, pero sin querer que todo suene ilustrado. McDonagh aprovecha los diálogos de maravilla para ir desarrollando todo este drama, al igual que crea una perfecta prisión en esta isla de la que nadie puede escapar. No literalmente, ya que hay barcos, pero los personajes no sienten que realmente tengan un lugar fuera del mismo.
Es apasionante como McDonagh emplea de manera recurrente esta sensación de estar pasando la existencia terrenal en un purgatorio, como sucedía en su debut 'Escondidos en Brujas', y marca por completo a una serie de personajes ricos que podrían ser perfectamente los protagonistas de su propio relato (el personaje de Kerry Condon es toda una delicia, y la oscuridad latente en la aparente simpleza del de Barry Keoghan es otro increíble hallazgo). El director no se conforma con una película que "va" de una compleja y torturada vida, sino que la explora de la mano de sus propias creaciones.
Los paisajes resultan claustrofóbicos incluso siendo técnicamente espacios de lo más abiertos, y la dirección de actores está siempre en el perfecto punto entre el absurdo cómico y la melancolía más absoluta. Leñe, hasta saca interpretaciones memorables de los animales (la burra Jenny te roba el corazón), redondeando por completo una de las películas más especiales del año. Quizá la mejor, y por tanto resulta indignante que se fuese de vacío en los últimos Premios Óscar.
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