Devastadora jornada para todo amante del cine nacido entre los sesenta y ochenta, pues Tony Scott es un asunto generacional. El cineasta de tan solo sesenta y ocho años ha saltado del puente San Pedro angelino, cometiendo suicidio y dejando una carrera larguísima tras de sí. Era el hermano de Ridley Scott que logró algo tan complicado como ser un nombre identificable, era, también, un artesano audaz que dirigió películas estupendas y cuya pérdida se me antoja tristísima. Se confirman las informaciones sobre las presuntas razones de su suicidio, todas apuntan a su diagnóstico con un cáncer cerebral, aunque, a posteriori, se ha podido saber que la fuente inicial que daba esta noticia (la cadena ABC NEWS) usaba incorrectamente una fuente. A la espera de la autopsia, el diagnóstico oficial de la familia es que no tenía cáncer.
Su debut fue 'El ansia' (The Hunger, 1983), pero sus mejores películas fueron 'El último boy scout' (Last Boy Scout, 1991) o ‘Amor a Quemarropa’ (True Romance, 1993), escrita por Quentin Tarantino, aunque todas sus películas merecen ser repasadas a una nueva luz. Particularmente, me encanta ‘El fuego de la venganza’ (Man On Fire, 2004) como película post-peckinpah llena de violencia e intensidad dramática a partes iguales y creo que ‘Marea Roja’ (Crimsom Tide, 1995) es acojonante y magnífica, además de que ‘Spy Game’ (id, 2001) es una película injustamente olvidada y de una calidad notablísima. Además, casi nadie recuerda el romanticismo extraño de la subestimada 'Déja Vu' (id, 2006).
Y qué me decís de la preciosa, también infravalorada ‘Revenge’ (1990) otra película marcada por Peckinpah, mejicana, intensa, a años luz de su más célebre clásico camp ‘Top Gun: ídolos del aire’ (Top Gun, 1986). Sus últimas películas fueron 'El Asalto a Pelham 1,2,3' (The Taking of Pelham 1,2,3, 2009) e 'Imparable' (Unstoppable, 2010). Descanse en paz.
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