Llegados a cierto punto de sus carreras muchos cineastas sienten que llegan a una encrucijada. Necesitan recordar por qué deciden contar historias en primer lugar, y acaban haciendo películas que hablen sobre el poder de las historias. Es, curiosamente, lo mismo que lleva a muchos de ellos a querer hacer su propia versión de 'Pinocho' (y por eso tenemos tantas películas del personaje).
No escapa de ello George Miller, sin duda uno de los narradores más apasionados y uno de los mejores cineastas vivos. El australiano se sitúa sin duda entre esos increíbles estudiosos de la humanidad y sus comportamientos desde el terreno de la fantasía. Y, a ratos, de la fantasía extrema. Es por ello que haya decidido hacer su propio repaso interno al placer de contar historias con 'Tres mil años esperándote'.
Cuéntame un cuento
La historias forman el esqueleto de esta su última película, ya disponible en plataformas de alquiler como como Filmin o Apple TV. En ella vemos a Tilda Swinton interpretar a una doctora en literatura especializada, precisamente, en estudiar los relatos mitológicos y actuales tratando de buscar elementos comunes que consigan hablar de nuestro comportamiento y de la vida.
En un viaje a Estambul por una conferencia pasa por un modesto bazar en el que adquiere una antigua lámpara. Sorpresa: al frotarla sale de ella un Idris Elba gigante haciendo de genio, dispuesto a concederle tres deseos. Ella, por supuesto, es recelosa, ya que ha visto todas las historias sobre genios concediendo deseos y todas salen mal. Empieza así un intercambio de perspectivas y relatos sobre la naturaleza del deseo y las advertencias que se esconden detrás de dichos relatos.
Miller crea un interesante juego a dos bandas, tratando de impresionarnos con un despliegue visual ambicioso y despampanante que también busca ser modesto e íntimo. Las historias que cuenta el genio comienzan cargadas de fantasía, plasmadas en pantalla con diseños visuales apabullantes y los movimientos de cámara esperables de un genio que ha hecho 'Mad Max: Furia en la carretera'.
Entre medias, van insertándose los momentos de la doctora y el genio en una habitación de hotel compartiendo delicias mientras llevan albornoces. Un contraste importante que Miller aprovecha para ir desarrollando un drama humano y emotivo que muestre la conexión intensa aunque inefable entre estas dos personas (o persona y ser). La alternancia entre historias y realidad hace una interesante progresión que refuerza el mensaje de Miller sobre el poder de narrar.
Esa es una de las lecturas más potentes y directas que ofrece Miller en esta adaptación libre de A. S. Byatt que lleva 20 años en proceso de desarrollo junto a su hija Augusta Gore. La otra es más profunda y más humanista, explorando nuestra desconexión entre nosotros conforme la fantasía ha ido perdiendo peso y lugar en pos del ruido digital y la polarización (aunque se libra de ser tecnófobo, dejando detalles que alaban precisamente los avances tecnológicos y su manera de abrir posibilidades).
'Tres mil años esperándote': volar alto, llegar profundo
Resulta tan desbordante y gozoso para los ojos el espectáculo que desarrolla en este vaivén entre realidad y fantasía que resulta todo un choque que el tramo final del relato pierda todo ello, en un giro de timón que se siente en parte desinflado o incluso lleva a pensar en falta de cierre. Volar tan alto que terminas no sabiendo donde aterrizar.
Pero sí que hay ideas que sobreviven al final, haciendo un final tan atípico como aceptable incluso aunque no sea un derroche como los anteriores actos. 'Tres mil años esperándote' es la clase de imaginativa propuesta que tiene mucho interesante que contar sobre el momento que vivimos, haciéndolo a través de milenios de historia y fantasía. El desdén sufrido en su estreno comercial en salas fue doloroso e injusto, mostrando que a veces no nos merecemos cosas bonitas.
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