El interminable debate entre partidarios y detractores del consumo de largometrajes en plataformas de distribución digital, además de comenzar a ser una suerte de día de la marmota en el que los argumentos se repiten insaciablemente sin evolucionar, está transformándose en una 'Civil War' al más puro estilo Marvel que sustituye superhéroes por leyendas del séptimo arte.
Si como principal estandarte del sector pro-streaming podemos encontrar a un Martin Scorsese a punto de estrenar su flamante 'The Irishman' en Netflix, la otra cara de la moneda —lo siento, Almodóvar— la encontramos en Steven Spielberg, quien el próximo mes de abril se dirigirá a la Academy Board of Governors para manifestar su preocupación por la proliferación de la ventanas digitales y, de paso, para intentar cambiar los criterios de cualificación de un largometraje de cara a la temporada de premios. Curioso, cuanto menos, que vaya a hacerlo justo después de que 'Roma' de Alfonso Cuarón se haya hecho con los Óscar a la mejor película de habla no inglesa, la mejor dirección y la mejor dirección de fotografía.
El rechazo del Rey Midas al VOD no es algo nuevo; ya en marzo del pasado 2018, el cineasta ya manifestó sus creencias al respecto, volviendo a poner en la palestra la, a mi parecer, ridícula convicción de que un filme destinado a ser consumido online, es una TV movie, y sentenciando que las películas de Netflix "merecen Emmys, no Óscars".
“No creo que películas que han estado en un par de cines durante menos de una semana deban optar a las nominaciones de los Premios de la Academia. Menos y menos cineastas van a esforzarse por recaudar o para competir en Sundance y, posiblemente, lograr que un sello especializado distribuya sus películas en cines; y más de ellos van a dejar que el negocio del SVOD [Streaming Video On-Demand] financie sus películas, tal vez con la promesa de una escasa ventana en cines de una semana para cualificar para la temporada de premios. Pero, de hecho, una vez te comprometes con el formato televisivo, eres una TV movie”.
Poco antes de la 91 ceremonia de entrega de los Óscar, que se celebró el pasado 25 de febrero, Spielberg volvió a cargar contra el Streaming para ensalzar —con toda la razón del mundo en este caso— las virtudes de lo que podemos calificar como "la experiencia cinematográfica".
“Espero de verdad que todos continuemos creyendo que el mayor aporte que podemos hacer como cineastas es dar al público una experiencia cinematográfica en cines. Amo la televisión. Amo la oportunidad. Algunos de los mejores guiones hechos hoy día son para televisión, algunas de las mejores direcciones son para televisión, algunas de las mejores interpretaciones son para la televisión actual. El sonido en casa es mejor de lo que nunca ha sido en la historia, pero no hay nada como ir a un cine enorme y oscuro con gente que no has conocido antes y dejarse inundar por la experiencia. Eso es algo en lo que todos creemos”.
En este caso, el bueno de Spielberg me da una de cal y otra de arena. Mientras coincido plenamente con su opinión de que, para un devoto del séptimo arte, la experiencia colectiva, ritual y casi mágica es impagable, y el espectáculo de ver un largo en una sala equipada debidamente —algo cada vez más complicado— incomparable, encuentro su discurso y sus razonamientos contrarios al streaming un tanto apolillados.
No creo que haya necesidad de repasar una vez más las enormes virtudes de dos métodos de distribución condenados a coexistir y entenderse, pero mientras titanes de la industria sigan manifestando públicamente sus doctrinas, la —absurda— polémica seguirá a la orden del día.
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