Es complicado no echar un vistazo a nuestro entorno y nuestra realidad y no caer en la tentación de suspirar y proferir un "vivimos tiempos oscuros". Pero de los muchos frentes abiertos, hoy nos centraremos en la distópica práctica de modificar obras audiovisuales o literarias creadas en el pasado para ajustarlas a las sensibilidades actuales.
Puede que uno de los ejemplos más sorprendentes de esta tendencia aplicados al medio cinematográfico sea el perpetrado por Steven Spielberg sobre su propia 'E.T. El extraterrestre'. En ella, el Rey Midas de Hollywood decidió modificar digitalmente los planos en los que los agentes del FBI apuntan con sus armas a los niños protagonistas para sustituirlas por walkie-talkies.
Borrando el pasado
Pues bien, según ha confesado durante su masterclass en el marco del evento Time 100 Summit, el cineasta se arrepiente de haber tomado la decisión, y recomienda que nadie siga su ejemplo al respecto.
"Fue un error. No debería haberlo hecho. 'E.T.' es un producto de su época. Ninguna película debería ser revisada en base a los puntos de vista que tenemos ahora, ya sea de forma voluntaria o porque nos obligan a mirar a través de ellos.
'E.T.' fue una película en la que fui sensible al hecho de que agentes federales se acercasen a los niños con armas de fuego visibles, y pensé que podría cambiarlas por walkie-talkies... Pasaron los años y cambié mis propias opiniones. Nunca debería haber tocado los archivos de mi propio trabajo, y no recomiendo a nadie que lo haga. Todas nuestras películas son una especie de señal de dónde estábamos cuando las hicimos, dónde estaba el mundo y qué estaba recibiendo el mundo cuando sacamos a la luz esas historias. Así que lamento realmente haber hecho eso".
El moderador de la charla no dudó en poner sobre la mesa casos como el de Roald Dahl, cuya obra se ha modificado recientemente para omitir contenidos que podrían considerarse sensibles por los lectores actuales. Spielberg no dudó en bromear al respecto para, después, cerrar su reflexión con una frase tremendamente certera.
"¡Nadie debería intentar quitar el chocolate a Willy Wonka! ¡Nunca! Para mí, es sagrado. Es nuestra historia. Es nuestro patrimonio cultural. No creo en ese tipo de censura".
Nos guste o no, en una sociedad en constante evolución —quiero pensar que a mejor—, casos como los de Dahl, Agatha Christie o los dibujos animados de Warner Bros. suponen un registro perfecto de nuestra historia, nos recuerdan de donde venimos y nos hacen reflexionar sobre hacia dónde queremos ir.
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