El director Robert Eggers ha logrado hacerse un nombre en un período de tiempo relativamente corto con sus dos primeras películas, ‘La bruja’ (The Witch, 2015) y ‘El faro’ (The Lighthouse, 2019), que le han colocado en el mapa en una posición de prestigio, y ahora, busca darse a conocer a un público más amplio con su último trabajo, la sangrienta historia de venganza vikinga ‘El hombre del norte’ (The Northman, 2022).
Doblando el presupuesto de ambas películas, su nueva obra adapta la leyenda nórdica que inspiró ‘Hamlet’. Descrito en los libros III y IV de la ‘Gesta Danorum’ de Saxo Grammaticus, Amleth fue un príncipe escandinavo que vio peligrar su lugar en la sucesión real después de la muerte de su padre, el rey Horvendill, a manos de su tío, Feng. De este lienzo Eggers rescata mitología, magia, creencias y mucha estética afín a sus obras anteriores y, en especial, la particular imaginería de folk horror que la productora A24 ha ido desplegando en su cine fantástico.
Una estética común
‘El hombre del norte’ está producida por Universal, pero solamente la presencia de Eggers hace que parezca una producción independiente a la que se le hubieran volcado muchos más millones. Parte de su estilo visual ha ido marcando las diferentes producciones de la compañía que lanzó ‘La bruja’ y muchas de ellas tienen en común un formato generalmente mucho más estrecho a una panorámica, con diferentes variaciones de la relación de aspecto 1:66, ideal para su retrato de bosques y abundancia casi paródica de primeros planos muy frontales, a veces como escenas tal y como se ven en una obra de teatro.
Un elemento en común que ha ido definiendo el cine A24 es esa herencia de Bergman llevada al extremo, con una gran preocupación por los marcos que cierran la imagen, las distintas ocasiones para crear simetrías, los tonos mustios y un cuidado diseño artístico que se ha ido perpetuando en otras películas de otros directores como David Lowery, e incluso Joel Coen en sus respectivas películas para la compañía.
Ambas tienen mucho en común con ‘El hombre del norte’ y, mientras ‘Macbeth’ (2021) toma una pista o dos de la propia estética de ‘La bruja’ (The Vvitch, 2015), con ese oráculo que se convierte en cuervo, la propia obra de Eggers también tiene fuertes conexiones con Shakespeare, y además comienza, como la de Coen, con un plano de cuervos volando. La impronta visual de ‘El caballero verde’ (The Green Knight, 2021) se parece aún más, también conectando con el mundo de la leyenda y los cuentos de una forma adulta.
Las raíces de la bruja
Como en la película de Lowery, Eggers cuida los elementos del encuadre al detalle, con algunos momentos particularmente parecidos, en relación a las decapitaciones y el diseño de producción, pero lo que más llama la atención es que en ambas haya un zorrito con una conexión especial con el protagonista, aunque en la última no hable directamente, y tenga un punto más parecido al de ‘Anticristo’ (Antichrist, 2009).
No por casualidad en aquella estaba Willem Dafoe, y también era una muestra de un terror de autor que iba marcando las pautas de lo que sería el prestigio del género en la década siguiente. Ya se dejaba notar la influencia de Lars Von Trier también en ‘La bruja’, sobre todo en el uso de animales del bosque que resultan antinaturales y diabólicos, también esa influencia maléfica del bosque, el espacio natural como conexión con lo ancestral, el terror innominable que hemos venido catalogando los últimos años como folk horror, y por supuesto la presencia de hechiceras, en este caso una enigmática vidente interpretada por Björk.
Si en ‘La bruja’ ese poder jugaba con la iconografía de los puritanos emigrados, el poder de la leyenda sí contenía raíces paganas que hacen merecer ese nombre, especialmente en las danzas alrededor de la hoguera, un rescate del final de la película de 2015 que aquí se transforma en una fiesta para los esclavos, normalizando el ritual como algo común dentro de una cultura precristiana, dando otro matiz al terror de Nueva Inglaterra, cuyas prácticas ocultistas son pura supervivencia de magia de antepasados.
Una precuela no oficial de Midsommar
De este mismo material mágico aparecen levitaciones, animales con conexiones místicas, en especial, de nuevo, cuervos, y una atmósfera oscura que comparte un mismo universo cromático y sonoro con ‘La bruja’, de donde también salen dos actores fetiche del director, Ralph Ineson y Anya Taylor-Joy, quien en alguna escena lleva una coronita de hojas como Florence Pugh en ‘Midsommar’ (2019), otro buque insignia de A24 que consagró al director Ari Aster, al que agradece al final de los créditos junto a otros cineastas que dieron notas y apoyo para hacer la película.
La conexión con la película de Aster es más profunda, también en esas danzas y celebraciones paganas de los esclavos, que dibujan una cultura con muchas conexiones con los suecos que mantienen rituales paganos en la pequeña comunidad del Hårga en aquella. Así, aquí tenemos símbolos rúnicos que comunes en ambas culturas, la raíz escandinava que la conecta tiene un poso común vikingo que deja detalles familiares con Déjà vu. Celebran brindando con un fuerte ¡SKÅL!, hay muchas construcciones de madera similares, incluso variaciones triangulares de las cabañas compartidas.
La muerte con forma de águila de sangre, el bloðorn, que se veía en ‘Midsommar’ podría ser uno de los variados sacrificios rituales que vemos en ‘El hombre del norte’, en especial ese “collage” de cuerpos clavados a una pared, y también vemos tapices con un estilo de dibujo similar, incluso el uso de piel de animal como disfraz. No es difícil imaginar a Aster y Eggers confabulando la idea de un universo pagano común en el que sus películas de terror son la consecuencia de la desaparición de las tradiciones mostradas en la sangrienta épica de Amleth y su búsqueda del Valhalla.
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