Hacer una película se convierte siempre en cocinar una poción de bruja. Es cierto que cuando se trabaja se pone la misma pasión, la misma locura que el Doctor Frankenstein de la primera película. Y cuando se hace una película nunca se sabe lo que uno va a parir. De hecho eso es lo más hermoso. Tienes una idea de lo que quieres hacer, trabajas como un loco y es genial. Se combinan toda clase de elementos sin saber muy bien cuál será el resultado final. Tim Burton
Uno de los cineastas más excéntricos que ha visto el séptimo arte es el que, a partir de mañana, ocupará mi atención los domingos de las próximas dieciséis semanas, con un especial destinado a cubrir la irregular producción que Tim Burton ha ido legando al séptimo arte desde que rodara, allá por 1985, la estrambótica 'La gran aventura de Pee Wee' ('Pee Wee's big adventure').
Desde entonces, el realizador nacido como tal en el seno de la Disney ha sabido mantener una personalísima iconografía plasmada de forma inevitable en casi todos sus filmes, abundando los mismos en el gusto por personajes raros, mundos bizarros y llenos de una extraña y poderosa magia que funciona de desiguales modos pero que siempre consigue sorprender al espectador.
Preparaos pues para trasladaos a la morada del fantasma que a todos pasma, visitar la cueva de cierto hombre murciélago, vivir en una bucólica urbanización presidida por un castillo encantado, viajar al mundo de Halloween, disfrutar del cine más casposo que jamás se haya rodado, asistir a una invasión marciana, ver como un jinete sin cabeza decapita sin piedad o como los monos gobiernan un mundo futuro, meteros en las páginas de una preciosa fábula, navegar por ríos de chocolate, asistir a una boda de muerte bien afeitados para la ocasión, y seguir al conejo blanco a una madriguera en la que un niño hará lo que haga falta para que su perro vuelva de entre los muertos. Preparaos, en definitiva, para adentraros en los mundos más fantasiosos que se han visto en una sala de cine.
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