De resaca de los Goya, no es sencillo sentarse a escribir sobre Pedro Almodóvar. Sobre él se ha escrito todo lo posible y aun así no lo suficiente en un país en el que su cine enraíza fuertemente pero que no siempre lo reconoce, con ese ligero complejo de inferioridad cultural al que a menudo tendemos.
Valoradísimo, como merece, en todo el mundo, reconocido fuera de las fronteras tanto por expertos como por desconocedores del cine y a menudo tan poco recompensado en el país que retrata desde hace 40 años, en esa obra inabarcable y en continua expansión junto con su contexto que es el universo único de raíz totalmente costumbrista del cine de Almodóvar.
Merecido reconocimiento para un cineasta único
Anoche, por fin, el más grande director español contemporáneo se veía absolutamente recompensado con el exitazo de la 34ª edición de los Premios Goya en la que triunfaba con nada menos que 7 de los grandes galardones, entre ellos los de mejor película y mejor director.
'Dolor y gloria' cierra así el círculo de una carrera impecable que empezaba hace casi un año con su estreno en salas españolas mucho antes de su première internacional en la Sección Oficial del Festival de Cannes, donde arrasaba entre la crítica mundial y que dejaba nada menos que una Palma de Oro para Antonio Banderas (también merecidamente premiado anoche) y dos nominaciones a los Oscar, donde el castellano manchego siempre encuentra el aprecio del público americano.
Aunque quizá la mayor producción de entre las nominadas, y posiblemente también la de mayor presupuesto del cine español de la temporada, la Academia premiaba finalmente la intimidad y el carácter de la figura más fiel a un estilo tan personal y que a la vez tan bien ha sabido retratar la colectividad de toda una sociedad con sus particularidades y sus diferencias.
Un cine paradójicamente universal al tiempo que fuertemente vinculado a la tierra, a los orígenes. A esa castellanidad y esa nacionalidad transmitida de forma tan sutil, sin discursos ni banderas, y que recoge tan bien nuestras costumbres y nuestras formas de vida y explica con pura autenticidad y sin proponérselo ese sentimiento nacional colectivo que tanto gusta fuera y tan poco apreciamos dentro a veces.
Almodóvar es la España rural a menudo ignorada y Almodóvar es Madrid. Es silencio y es exceso. Sobriedad y parafernalia, el más refinado estilo y la más sofisticada de las horteradas. Es dolor y es gloria. Es criticado y es amado, Almodóvar es contradicción y paradoja, como España misma. El cine entendido como testimonio de su tiempo y su lugar. Memoria viva, testigo del paso del tiempo, imágenes memorables y permanencia. La definición misma de arte.
'Dolor y gloria', la gran obra maestra de Almódovar
La grandeza de 'Dolor y gloria' no sólo viene de su carácter biográfico, como cabría esperar de forma ya suficientemente satisfactoria, en una obra intimista del puño y letra de una figura tan poco exhibicionista como celosa de su privacidad.
Al contrario, su enorme valor procede de su capacidad para sintetizar 40 años de la cinematografía de una personalidad que se ha ido modelando con cada película y que finalmente cristaliza de forma minimalista en la que quizá sea la obra más redonda e inspiradora de una carrera constantemente creciente pero siempre fiel a sí misma.
Con esa vuelta introspectiva a los orígenes que tanto caracteriza el cine almodovariano más reciente, el realizador emprende su propio viaje al inicio de su pasión cinematográfica, capturando la esencia del arte de filmar y en definitiva de su propio estilo.
Desprendido ya de la experimentación en la búsqueda del yo creador para llegar al corazón mismo de su pasión como cineasta, 'Dolor y gloria' condensa de forma curiosamente sobria todos los rasgos del sello Almodóvar en la construcción del relato quizá más sencillo y a la vez más intrincado en su expresión del alma humana.
Precisamente en ese interés humanista, la mirada de Almodóvar siempre encuentra el ángulo desde el que observar sin prejuicios a unos personajes siempre peculiares, arrastrados por situaciones a menudo trágicas y desafiantes, de la manera más espontánea. Reacciones y diálogos memorables por su naturalidad, a pesar de su excentricidad pasajera que encierra toda esa paradoja de nuestro carácter, tan dramático y sencillo al mismo tiempo, tan recargado y tan honesto, repleto de contradicciones pero coherente.
En ‘Dolor y gloria’, Almodóvar regresa a lo indispensable, sus imágenes, sus colores y olores, el sonido del origen y la energía de sus actores clave vuelven a escena como parte de esa gran familia española que es el cine de Almodóvar, tan íntimo pero tan social también.
Una reflexión cruda pero apasionada sobre nuestro carácter humano esencial, en relación con el entorno y la historia que en él ha dejado huella. El reflejo personal en el paso del tiempo colectivo y la construcción de un "nosotros" histórico con la base de cada uno de nuestros "yos" irremplazables.
Historia viva del cine español y memoria histórica de todo un sentir colectivo con décadas a sus espaldas de mucho dolor y mucha gloria en nuestro crecimiento como sociedad sobre los cimientos del arte y la cultura. Un regalo personal de quien se ha probado ya de sobra genio cinematográfico y que sin duda forma parte de nuestro patrimonio esencial.
Una obra singular e imprescindible que probablemente crecerá con el tiempo hasta convertirse en el clásico atemporal que ya es hoy el personaje detrás de la cámara de esta obra cumbre en la filmografía del gran Pedro Almodóvar.
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