Casi dos años tuvimos que esperar desde la emisión del final de la segunda temporada de ‘Westworld’ hasta el lanzamiento de ‘Parce Domine’, el primer episodio de la tercera temporada, pero desde entonces nos toca disfrutar de siete semanas con nuevas aventuras de Dolores, Maeve, Bernard y compañía. Algo muy de agradecer teniendo en cuenta la cuarentena que vivimos por culpa de la amenaza del coronavirus.
En ‘Westworld’ son otros los peligros a los que han de hacer frente los personajes y en ‘The Winter Line’ nos dejan lo mejor para el final con la llegada a la serie de un enemigo que se antoja temible. Antes Jonathan Nolan y Lisa Joy habían optado por dedicar el capítulo en exclusiva a Maeve y Bernard en un episodio que ofrece un enfoque más vibrante a lo que la serie había exhibido durante sus dos primeras temporadas.
A partir de aquí encontraréis spoilers del capítulo.
La progresión truncada de Maeve
Uno de los principales rasgos distintivos de Maeve a lo largo de la dos primeras temporadas de ‘Westworld’ es que nadie era capaz de controlarla, pero su despertar iba produciéndose de forma gradual, algo que se desarrollaba en paralelo al descubrimiento de quién era ella realmente y lo que era capaz de hacer. Ahí la serie siempre había mostrado una querencia a girar sobre los mismos temas, apostando por la intensidad como modo de prevenir que los hechos se sucedieran con demasiada rapidez.
En esta tercera temporada parece que Nolan y Joy han aprendido a dotar de un ritmo más vibrante a la narración sin que eso suponga ir quemando tramas. Por ejemplo, el vigoroso arranque con Maeve en una escenificación de la II Guerra Mundial probablemente había acaparado todo un episodio en una etapa anterior de la serie, pero ahora hay que conseguir una sensación de urgencia mayor, en parte para premiar la paciencia del espectador, pero sobre todo para que muestre cómo ha progresado el personaje en todo este tiempo.
Eso lleva a que eso límites sobre lo que es real y lo que está programado se caigan no por su propio peso, sino a partir de pequeños detalles que Maeve percibe fruto de la mayor consciencia que tiene sobre todo lo que la rodea. Por ello tarda bien poco en identificar cómo falsos a los diferentes fantasmas de su pasado con los que va encontrándose a lo largo de este episodio y también es el motivo por el que está a punto de liberarse.
Sin embargo, el robot que utiliza es neutralizado en una escena con ciertas vibraciones propias de un videojuego y pasamos de ver cómo Maeve parece alcanzar su cénit a verse doblegada de forma totalmente inesperada por Serac, un personaje cuyo nombre se mencionó en el anterior capítulo y que aquí hace su gran acto de entrada: quiere que Maeve acabe con Dolores y para conseguirlo se revela como el único que es capaz de controlar las acciones del personaje interpretado por Thandie Newton.
¿Un gran paso adelante en la serie o en realidad se está yendo hacia atrás al mostrarnos el potencial de Maeve en todo su esplendor solamente para volver a ponerla en una situación de inferioridad de la que habrá que ver si consigue escapar? Por mi parte no puedo dejar de pensar que por cada cosa que hace bien ‘Westworld’, añade otra bastante menos estimulante.
El regreso de Bernard a Westworld
La idea de Bernard volviendo a Westworld me daba pereza porque sobre el papel parecía un paso atrás para el personaje, pero no ha dejado de ser algo forzado en su intento de averiguar lo que está tramando Dolores. Si a eso añadimos que siempre me pareció el personaje menos interesante del gran trío central por el tratamiento que había ido recibiendo por parte de Nolan y Joy y lo que nos quedaba parecía condenado a ser una molestia, pero no ha sido el caso.
Dejando a un lado la curiosidad del crossover con ‘Juego de Tronos’, ‘Westworld’ ha vuelto a mostrar aquí su interés en que el ritmo de la serie se sienta más vivo, adornando los grandes descubrimientos -aunque para el espectador solamente hayan llegado a cuentagotas en este caso- con combates en segundo plano para que la sensación de deja vu nunca termine de hacer acto de presencia.
Lo más curioso de todo es que consiga algo así cuando el regreso de Bernard a Westworld no deja de ser un paso de transición, pero que su historia y la de Maeve sean las únicas con peso aquí también tiene otra explicación: en ambos casos se nos muestran esos lazos casi humanos que tienen con otros personajes, dando así algo más de calado emocional a una serie que hasta ahora había preferido lo cerebral por encima de cualquier otra cosa.
Es verdad que Maeve acaba teniendo que dejar atrás a Hector como a Lee, pero en ambas ocasiones tiene la ocasión de dejar claro el afecto que sentía hacia ellos, mientras que Bernard puede que acabe programando a Stubbs para que tenga que protegerle a toda costa, pero aprovecha para recalcar con una simple frase de Stubbs que no tenía más que pedirlo. Son pequeños detalles, pero que ayudan a recordarnos que estamos ante algo más que una historia muy complicada en la que el futuro de la humanidad está en juego.
En resumidas cuentas
‘The Winter Line’ ha acabado siendo un episodio de transición en el que encaminar tanto a Maeve como a Bernard en lo que está por venir, pero también ha sido un capítulo en el que la serie ha vuelto a asumir que hay que apostar por un ritmo más vivo sin que ello suponga sacrificar su impecable acabado técnico o la necesidad de introducir nuevos jugadores en la partida. Ahora solamente falta que sepan exprimir lo que puede aportar Vincent Cassel a la serie, pero su carta de presentación ha sido impecable.
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