Es muy difícil explicar a qué se debe la increíble mala suerte que están teniendo las adaptaciones cinematográficas de videojuegos. Sin embargo, es comprensible que en muchos casos las críticas se centren sobre todo en lo poco fieles que son al material original, un detalle que puede tener su importancia, pero que a la hora de la verdad tampoco es decisivo para sacar adelante una buena película. Y es que los cambios son necesarios, pero, obviamente, han de ser buenos cambios.
Con todo, daba la sensación de que ‘Warcraft: El origen’ podía ser la cinta que rompiese esa mala racha, ya que detrás de la misma estaba Duncan Jones, un director que ya había demostrado su talento en ‘Moon’ y ‘Código fuente’ (‘Source Code’) que contaba además con el plus de ser fan de la popular saga de videojuegos de Blizzard. Quizá por ello la decepción ha sido más grande, y eso que yo me conformaba con buen entretenimiento y un gran espectáculo visual. Pobre iluso.
Quien mucho abarca, poco aprieta
He de confesar que mis conocimientos previos del universo de Warcraft eran bastante limitados, por lo que aquellos que quieran tener la visión de un fan tendrán que buscar en otro lado. No obstante, creo que somos muchísimos más los que se acercan de la misma forma que yo y lo primero que quiero deciros es que ‘Warcraft: El origen’ es una película a la que le importáis muy poco, o al menos esa es la sensación que me queda tras verla.
Precisamente ahí creo que nacen todos los problemas de la cinta, ya que parece que Jones quisiera abarcar todo lo posible de una mitología desbordante y hacerlo sin traicionar lo que harían unos personajes que tanto él como millones de personas aman. Sobre el papel es una decisión loable, pero luego hay que comprimirlo todo en un largometraje de dos horas y no tardan demasiado en aparecer diversos problemas.
El más destacable es que quiere introducir tantos personajes y tramas que acaba condenando a ‘Warcraft: El origen’ a ser una obra superficial, en parte confiando demasiado en que ya tengas el trasfondo de los videojuegos, pero también demostrando una preocupante incapacidad para plantear, donde resulta demasiado episódico y carece de profundidad para que empaticemos con cualquiera de sus personajes, y desarrollar de forma interesante la historia que nos cuenta.
Con unas bases tan débiles, la gran esperanza estaba en que la cosa mejorase cuando el ritmo se avivase, ya que al menos tendría que ofrecer un gran espectáculo visual si ha costado la friolera de 160 millones de dólares -aunque hace poco vimos el tráiler de una cinta de presupuesto similar y menuda pinta más mala-, pero aquí queda al descubierto otra de las grandes debilidades de la película: En ningún momento consigue que te impliques con sus personajes, por lo que pueda ser de ellos pasa a importarte bien poco.
Ese detalle puede parecer menor cuando entra en escena la acción, pero el componente emocional ayuda a tapar otras carencias y a elevar la intensidad de cualquier combate. Aquí no hay nada de eso -salvo quizá si ya te lo traes de casa, que defensores también tiene- y uno pasa a fijarse más en lo digital que llega a resultar todo en momentos puntuales -sobre todo en los planos más abiertos en los que haya movimientos de cámara- que en cómo va a resolverse todo.
’Wacraft: El origen’, mala y aburrida
Todo ello deriva en que ‘Warcraft: El origen’ es una aventura mediocre en la que a duras penas se puede percibir la grandiosidad y el interés de un universo a priori bastante estimulante. Esto ya de por sí es una pena, pero se engrandece más al notarse que Duncan Jones siente un gran respeto por el material y no se mete en berenjenales innecesarios, pero eso no impide que sus debilidades llevan a que determinadas situaciones incluso lleguen a resultar un tanto ridículas.
Ahí sí que tengo que reconocer que ciertos diseños me resultaron un tanto pobres y que algún detalle de la mitología está presentado de una forma tan pobre que ya no es sólo que me sobre -aunque seguro que algún hubiera puesto el grito en el cielo de haber prescindido de ello-, sino que creo que sabotea narrativamente una película que deja de lado la diversión más allá de momentos muy puntuales que no llegan a encajar y apuesta por la épica por desgracia insustancial.
¿Qué nos queda entonces si los personajes son tan endebles -y los actores tampoco tienen apenas margen para compensarlo-, la aventura tan mediocre y las batallas tan genéricas que incluso acaban resultando pesadas por nuestra escasa implicación en el relato? Pues es una buena pregunta y me temo que la respuesta es que bastante poco, porque encima incluso llega a ser aburrida, el mayor pecado que podría cometer una cinta como ‘Warcraft: El origen’.
Menuda decepción
Con todo, calificar de absoluto desastre a la película sería un error, pero sí que es una enorme oportunidad perdida de hacer nuevos fans en lugar de intentar contentar tanto a los que ya hay que directamente se han olvidado de que tenían que hacer una película. Eso se nota sobre todo en el guion firmado por Charles Leavitt y el propio Jones, donde lo que realmente falta es personalidad al confiar demasiado en su habilidad para heredarla a cualquier precio.
A partir de ahí, ‘Warcraft: El origen’ cansa porque no tiene fluidez ni ritmo, cansa porque tampoco tiene corazón y cansa porque incluso llega a resultar confusa en algunos puntos cuando en realidad no podría ser más simple por mucha grandiosidad que quiera aparentar -porque la realidad apunta justo en la dirección opuesta-. Sin embargo, la verdadera clave es que debería ofrecer diversión en lugar de caer en el error tan habitual en casos así de querer tomarse demasiado en serio a sí misma.
Con esto último no quiero decir que sea demasiado solemne ni nada por el estilo, pero sí que por ahí surge una sensación de vacío que solamente desaparece cuando embarulla todo tanto que a uno ya todo le da igual y está deseando que todo se acabe. Y en lo visual sería injusto decir que falla más allá de momentos puntuales -y los orcos lucen muy bien-, pero la nota dominante es la indiferencia por su falta de arrojo en cualquier dirección, por no mencionar que en realidad todo luce más en imágenes estáticas que en movimiento...
En definitiva, ‘Warcraft: El origen’ es una enorme oportunidad perdida tanto para romper la “maldición” del cine basado en videojuegos como para simplemente ofrecer diversión al espectador. Sus problemas son tan numerosos y graves que las buenas intenciones que tiene acaban siendo tan insignificantes que casi hubiera preferido que simplemente todo lo hubieran hecho mal en lugar de ir tomando una mala decisión detrás de otra. Muy mala.
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