Los primeros minutos de 'El viaje a París de la señora Harris' consisten en un montón de pequeños personajes secundarios diciendo abiertamente lo buena persona que es su protagonista. "Qué haría sin usted, señora Harris", "Es usted un ángel, señora Harris" y ese tipo de frases manidas que sirven para introducirnos a un mundo amabilísimo repleto de personas buenísimas en una película que no pasará a la historia pero cumple su función: dejar el corazón calentito siempre que no intentes analizarla un poquito y se derrumbe el castillo de naipes.
Género: señoras en los Golem
Podemos estar discutiendo años sobre si el cine se salvará con los superhéroes o si serán las películas independientes las que se harán tarde o temprano con el dominio de la taquilla, pero lo cierto es que hay otro tipo de cintas que siempre -siempre- arrasarán dentro de su público: las dirigidas a las señoras (y señores, en menor medida) más cinéfilas que abarrotan los cines pequeños para ver esa "comedia francesa del año" de la que tan irónicamente despotricamos los millennials.
'El viaje a París de la señora Harris' tiene buenas intenciones, una trama consistente y personajes de los que es fácil enamorarse dentro de su simpleza: no puedo decir que me haya gustado, pero es perfecta en la ejecución su deber. Es previsible, todos los personajes son meros esbozos de una personalidad y las situaciones razonablemente imposibles transcurren una tras otra. Sí. ¿Y? De la misma manera que no se puede exigir 'Ciudadano Kane' a 'Navidades amorosas', tampoco se lo podemos exigir a 'El viaje a París de la señora Harris'.
A nadie le amarga un dulce, claro, pero la película de Anthony Fabian es como una bandeja de glucosa durante dos horas: sabes que los infortunios se solucionarán una escena después, los personajes triunfarán y absolutamente nada romperá con lo establecido en este tipo de películas. Esto es, la señora Harris salvará Dior de sí misma sin mucho bache ni pretender en ningún momento dar una lección de historia. Si lo que esperabais era una especie de 'La casa Gucci' con otra marca, os vais a decepcionar.
Los buenos son muy buenos (los malos también)
Sí, a nivel de guion, 'El viaje a París de la señora Harris' parece hecho por una inteligencia artificial en un día un poco vago: los buenos conseguirán enamorarse y cumplir sus objetivos, y los malos acabarán pagando por lo que han hecho, con algún matiz por el camino que se soluciona en una simple escena.
Pero lo que sufre para convertir el libro de Paul Galico en una historia interesante, lo suple con una fotografía excelente y un vestuario sobresaliente. Si adoras la alta costura, esta película es imprescindible: los vestidos que pasan ante nuestros ojos son absolutamente arrebatadores, y la manera en la que Christian Dior trabajaba (y que casi le llevó a la bancarrota) resulta más atrayente que todo lo demás.
De la misma manera, y frente a un reparto más estático de lo que debería, casi como actores recitando por primera vez su diálogo, Lesley Manville ('El hilo invisible') brilla con luz propia como una señora Harris cuyo mayor problema es que se le recuerda continuamente lo buena persona que es y lo amable que resulta, casi como un mantra para convencer al espectador. Si sus actos no son capaces de mostrarnos la extremísima amabilidad que deberían, tendrán que ser las palabras de forma artificial las que machaconamente nos recuerden que la señora Harris es poco menos que una Mary Poppins del día a día, un recurso tan aburrido como poco eficiente.
Y pese a todo, funciona
Podéis pensar que esta crítica es una masacre hacia 'El viaje a París de la señora Harris', pero no es así. Es previsible, nace anticuada y le falta estilo personal, pero no lo necesita ni su público lo pide. Hay un mercado muy poderoso para películas de pastitas, té y vestidos de Dior que entiende mejor a su audiencia que muchísimos blockbusters. Y en este sentido, sabiendo lo que te vas a encontrar, la cinta hace que te sientas a gusto, como entrando en un salón pequeño y tomando la merienda al lado de una estufita.
No te esperan giros locos, ni escenas históricas que se te queden marcadas, ni tan siquiera una evolución de personajes que vaya más allá del manual de guion: hacer todo eso sería traicionar su propio espíritu de película tranquila, que ver con calma, disfrutar de forma sosegada y acurrucado en la butaca, dejándote mecer por el sosegado murmullo de la rutina audiovisual.
Me pasa con 'El viaje a París de la señora Harris' lo mismo que a Boyero cuando le llevan a ver una de Marvel: no soy su público objetivo, pero, por suerte, tengo la empatía suficiente como para saber que lo hay, y que va a estar absolutamente enamorado de la personalidad de la señora Harris, los pequeños giritos dramáticos sabiamente diseminados a lo largo de la cinta y su empoderamiento light. Y eso es lo que me frena a la hora de quitarle hierro y calificarla como "una película de domingo por la tarde" o "solo para muy fans de Dior". A veces, todo se reduce, como nos quiere enseñar la propia película, a pensar un poquito en los demás.
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