El australiano Justin Kurzel vuelve a provocar sensaciones encontradas con su nuevo largometraje. 'La verdadera historia de la banda de Kelly', que acaba de estrenar Filmin, es otro portentoso ejercicio visual donde su abrumadora belleza estética termina por devorar todo a su paso.
La Kelly Family
Resulta inevitable pensar en otros parajes australianos y en verdaderos cineastas punk a la hora de este nuevo chute audiovisual del director australiano. El cine de Alex Cox (cómo te echo de menos), las grandes epopeyas abrasivas del país ('Wake in Fright') o títulos con su misma sangre ('The Proposition') son buenos precedentes antes de despachar este nuevo par de horas.
Por primera vez en su carrera, el cineasta prescinde de su director de fotografía de siempre, Adam Arkapaw, para poner las imágenes de su nueva odisea en las manos (y la cámara) de Ari Wegner, que venía de fotografiar la excelente película del siempre interesante Peter Strickland, 'In Fabric'.
La película se divide en tres actos, siendo el primero de ellos el más atractivo. El episodio de la infancia de Kelly es sin duda el más hermoso a nivel visual, además del clímax, y sobre todo a la hora de contar una historia que salta de Mark Twain a 'El gran silencio' con toda la naturalidad del mundo. Pero si ese primer tercio del metraje es más o menos ligero y siempre interesante, lo que está por venir, ya en la edad adulta de un protagonista encarnado por el excelente George MacKay ('1917'), no resulta tan fluido.
Western estroboscópico
Durante buen parte de la historia, esta adaptación de la novela de Peter Carey ofrece a un Ned Kelly excesivamente humano, incapaz de llegar al nivel que su séquito, incluida su madre, posee. Ahí, con su madre y su padre tatuado, comienzan, además de los anacronismos, la relación tóxica del personaje con la masculinidad imperante.
Así asistimos al desfile de hombres de su vida, donde destacan un excelente Russel Crowe y un Charlie Hunnam muy alejado de la imagen habitual de los últimos años. Igual que Nicholas Hoult, el más perverso de todos y uno de los más importantes de la trama. Ninguno de ellos impedirá que Kelly pueda contar su propia historia.
El personaje de Ned Kelly es un rostro habitual en el cine. Este Robin Hood de las Antípodas ya tuvo los rostros de Mick Jagger, a las órdenes de Tony Richardson, o de Heath Ledger en la versión de 2003, pero ha sido Kurzel quien ha dado en el clavo a la hora de elegir la versión a poner en escena. Su acercamiento a la violencia, seca, contundente y cruel, es ideal para una atmósfera que alcanza la excelencia durante el asalto final, un prodigio audiovisual que ya hace a la película merecedora de una pantalla en condiciones.
'La verdadera historia de la banda de Kelly' peca de empacho formal, pero al fin y al cabo es una película con una actitud muy concreta, a pesar de que su aclamado espíritu punk en realidad sea más apreciable por el lado fácil: a través de los oídos. No en vano el director de la película hizo que sus protagonistas formasen una banda para escupir un tema de créditos finales. Eso sí, el tema que se sacan de la banda podría pasar a pagar unos cuantos royalties a The Stooges. Pero de música ya hablaremos en otra ocasión.