"Ganadora de la Concha de Oro" cada vez significa menos. Tristemente.
Hablemos de 'Los reyes del mundo', 'Blue moon', 'Beginning', 'Pacificado' y, ahora, 'O Corno'. ¿Qué tienen en común? Efectivamente, se trata de las ganadoras de la Concha de Oro a mejor película de los últimos cinco años otorgada por el Festival de San Sebastián. Cintas que, más allá de su calidad, se enmarcan en un género casi propio: el de "películas de festival" repudiadas por la taquilla y el público general, que cada vez ve menos en estos galardones una garantía. Y las decisiones de los jurados no hacen sino agrandar cada vez más esta brecha.
¿Qué es un festival?
No siempre ha sido así. Por las Conchas de Oro de San Sebastián han pasado títulos como 'The disaster artist', 'Magical girl', 'Los lunes al sol', 'En la casa', 'La rodilla de Clara', 'Dos en la carretera', 'El espíritu de la colmena' o 'El rostro impenetrable'. Pero, de un tiempo a esta parte, el distanciamiento entre los premios otorgados en la sección oficial y el sentir de un público alejado de estas propuestas se hace más y más notorio.
Pero claro, si películas como 'O Corno' no se premian en un festival de cine, ¿dónde van a hacerlo? ¿Es esta la única posibilidad de supervivencia de un tipo de cintas baratas e íntimas que antaño tenían su sitio en los locales de arte y ensayo y actualmente se ven parapetadas a una posible supervivencia entre el fondo de catálogo de Filmin? Los festivales son (o parecen, al menos), cada vez más, una burbuja en la que ensalzar o destruir películas cuyo público es, precisamente, el asistente a esos festivales. ¿Tiene sentido acaso?
Vaya por delante que esto no quiere decir nada sobre la calidad de las películas ganadoras en sí ni, mucho menos, sobre 'O Corno': yo no entré en absoluto desde unos primeros minutos con la intención de epatar y escandalizar (que funcionaron, cobrándose unos cuantos desmayos en el pase con público general) hasta una trama que se va desinflando poco a poco en el retrato de un personaje que no acaba de ser tan interesante como promete, pero hubo gran parte de la crítica para la que supuso el mejor título de la sección oficial. Depende de lo que cada cual busque.
Es difícil hablar en términos de "justicia" cuando, normalmente, estas películas suelen tener aquí el culmen de su importancia mediática. La Concha de Oro se convierte, así, en un simple galardón que llevar con orgullo al inicio de los créditos y que da un prestigio fantasmal: se premia el mejor cine que nadie, fuera de la burbuja festivalera, quiere ver. Y ojalá no fuera así, pero es una verdad que hay que asumir: al igual que los Óscar de un tiempo a esta parte, la victoria en San Sebastián, Karlovy Vary o Locarno solo crea polémica y runrún dentro de su propio mundillo. Al salir, no hay nada.
¿Hay un futuro para 'O Corno'?
Hay quince festivales de clase A en todo el mundo, pero de la misma manera que no solemos escuchar hablar del palmarés de El Cairo o de Mar del Plata, San Sebastián queda eclipsado por el runrún de Cannes y Venecia, los que realmente ponen las películas en el mapa. Y no es que haya mal cine durante el Zinemaldia, ni mucho menos: este año hemos tenido maravillas como 'La estrella azul', 'Great absence' o 'El chico y la garza' que se suman al siempre intachable catálogo de Perlas.
Pero claro. Más allá de 'Un amor', que ya tiene tracción en España, o del documental de C. Tangana para Movistar Plus+, ¿qué futuro hay para las películas de festival que pasan desapercibidas incluso en esta burbuja artificial? Cabe la duda, desde luego, sobre la existencia de un público expectante por la Concha de Oro en un mundo que ni siquiera presta ya casi atención real ni a los resultados de los Goya o los Óscar. De hecho, en lugar de descubrir cine, estos son más considerados como premios al final del camino de películas que ya han sido exitosas... o como disparos fallidos si no votan lo que ya conocemos.
La Concha a 'O Corno' es un importantísimo pistoletazo de salida para su carrera desde el punto de vista del prestigio, pero no significa nada para el público general. Por poner un ejemplo, la ganadora del año pasado se estrenó en el puesto 24 de taquilla con 19.000 euros, y las anteriores no tuvieron mayor repercusión. No estoy diciendo, claro, que haya que premiar solo cosas que vayan a funcionar en taquilla, pero sí, quizá, tratar de ser un poco más accesibles y no hacer más grande aún la fractura entre crítica y público, festivales y taquilla, arte e industria.
Durante los nueve días de festival de San Sebastián, mientras estás allí, solo hablas del propio festival. De lo bueno que es Koreeda, de la belleza de 'Past lives', de lo mala que te pareció 'Chinas', de la sorpresa de 'O Corno'. Pero cuando sales de ahí, la gente está a otra cosa. Y hablar abiertamente de que películas como 'Monstruo' son infinitamente mejores que mediocridades como 'Los Mercen4rios' puede conllevar una especie de extraño revanchismo, de defensa del cine popular, por terrible que este sea, por encima del "gafapasta". De destierro, desgana y, es más, rechazo al cine venido de festivales, como una manera de protesta contra una supuesta y solo aparente intelectualidad.
Y, efectivamente, en las diferentes secciones del Zinemaldia hay propuestas que se las dan de selectas e intelectuales, pero la gran mayoría son nada despreciables matarratos como 'Fingernails (Esto va a doler)', 'The Royal Hotel' o 'The successor', que van a tener que convivir con el sambenito de "cine de prestigio", echando para atrás a unos y conquistando a otros. 'O Corno' tiene tan bajo presupuesto que cualquier atención le va a venir bien para amortizar taquilla, pero no pondría mi mano en el fuego respecto a su rendimiento.
Y es una pena, porque más allá del cine industrial siempre debería haber un hueco para cineastas con pretensiones artísticas fuera de los festivales, donde cada vez me da más la impresión de que se proyecta un cine que solo interesa al público asistente. Fuera de ahí, la burbuja explota. Y, sinceramente, no sé hasta dónde va a aguantar el teatro de marionetas, el falso engalanado, la cinefilia aparente, el cine de prestigio para un público inexistente.
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