'Transsiberian', extraños en un tren

'Transsiberian', extraños en un tren
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Ha llovido mucho desde esa excelente adaptación de la obra de Patricia Highsmith que realizó Alfred Hitchcock en 1951 y que proponía a dos desconocidos que hacían un pacto singular: cada uno asesinaría al "estorbo" del otro. Un crimen perfecto, con un móvil imposible de averiguar. Ahora viene Brad Anderson, director de la interesante pero pretenciosa 'El maquinista', está de nuevo envuelto en una coproducción española, que retoma algunos elementos del film protagonizado por Christian Bale, los adorna con un poco de 'Asesinato en el Orient Express', de Agatha Christie, y compone un solvente thriller que se desarrolla, prácticamente en su totalidad, en un tren, el 'Transsiberian'.

Anderson, que también es responsable (junto a Will Conroy) del guión de la película, juega desde el principio a intentar desconcertar al espectador, a sumirlo en un estado de confusión que le permita ponerse al nivel de los personajes principales. Una estructura argumental al principio imprecisa, y a menudo irregular, resulta chocante a la hora de entender qué es lo que se nos está contando realmente. La feliz pareja formada por Jessie (Emily Mortimer) y Roy (Woody Harrelson) viaja desde Pekín hasta Moscú en el famoso Transiberiano, un tren que se toma varios días para llegar a su destino, y que atraviesa fascinantes paisajes gélidos que sirven como escenario ideal para una historia cada vez más sombría y enrevesada. Conocen a sus compañeros de compartimento, los enigmáticos Carlos (Eduardo Noriega) y Abby (Kate Mara), y a partir de ahí lo que parecía un tranquilo viaje, destinado sobretodo a satisfacer la pasión por los trenes de Roy, se torna en una espiral de secretos y mentiras.

'Transsiberian' es una película poco común, que intenta abarcar varios géneros, y es ahí cuando más falla y cuando más fácilmente se desvelan sus intenciones. Tiene un guión muy elaborado, pero con riesgo cero: todo es extremadamente previsible, la tensión sólo es palpable en los momentos más comprometidos, y el reparto está indudablemente desaprovechado. Lo que empieza como un thriller con personalidad, termina siendo un puré de los Coen, de 'Un plan sencillo' de Sam Raimi y del mencionado Hitchcock, al que Anderson calca sin tapujos en algunos planos y situaciones. Se hace larga, con su hora y tres cuartos de duración, y es porque tiene muchas escenas que son puramente "de paja", irrelevantes para el desarrollo de la historia y más encaminadas a aportar ciertos estándares del cine negro clásico que a avanzar en la trama. Porque 'Transsiberian' es una película que se podría haber realizado en los años setenta, perfectamente. No ofrece nada que no se pudiera haber visto tras la enorme influencia que tuvo, no me canso de decirlo, el mítico autor de 'La ventana indiscreta' o el 'Atraco Perfecto' de Stanley Kubrick. No transmite una sensación de claustrofobia, lo que habría sido un destacable punto a favor, sino que el hecho de que la historia se desarrolle en el tren es casi anecdótico, como lo es también su escenario frío, nevado y desconocido. La última media hora juega incluso a coquetear con el género de acción, con un par de situaciones muy forzadas e inverosímiles, y para entonces ya nos hemos dado cuenta del engaño.

Pero en 'Transsiberian' podemos encontrarnos ciertos factores muy disfrutables. La interpretación de Emily Mortimer, que demuestra su talento con creces y que deja en segundo plano a un grande como Woody Harrelson. Eduardo Noriega está mejor que de costumbre, pero no es decir mucho. De los demás, sólo destaca Ben Kingsley haciendo de Ben Kingsley. Por supuesto, tengo que recalcar que la música de Alfonso de Villalonga es fenomenal, de una diversidad extraordinaria y de las mejores que he oído este año. El director de fotografía, también español, Xavi Giménez, ha perdido una gran oportunidad de captar el interés con los hermosos paisajes que la historia propone. 'Transsiberian' es una película mediocre, con algunos aspectos sobresalientes y unos pocos destellos de genialidad. Brad Anderson sabe cómo hacer buen cine, pero le pierde su falta de concretitud. Si esto hubiera sido idea de Hitchcock, habría sido una obra menor dentro de su filmografía. Pero más de cincuenta años después de 'Extraños en un tren' se espera más riesgo, más innovación. Que parezca que no lo hayamos visto todo dentro del thriller. 'Transsiberian' no lo consigue, y por eso no termina de convencer.

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