Hora mágica. Aviones, operarios, viento y ‘Danger zone’ sonando a todo trapo: así empieza una de las películas más míticas de los años 80. Acusada de fascista por unos y acunada como objeto intocable por otros, ‘Top Gun’ (‘Ídolos del aire’, como se subtituló en España) fue todo un bombazo que incluso a día de hoy, ajustando la inflacción, es el mayor éxito de la carrera de Tom Cruise. Vista en 2022, ¿mantiene el tipo o la exaltación de sus bondades es una simple exageración nostálgica? ¿Es mítica por derecho propio o simplemente como icono? Subíos a los F-14, porque vamos a sentir la necesidad. La necesidad de velocidad.
Volando voy, volando vengo
En 1985, Tom Cruise estaba empezando a despuntar: había trabajado ya con directores como Francis Ford Coppola en ‘Rebeldes’ o Ridley Scott en ‘Legend’, pero aún no era garantía de nada: aunque ‘Risky business’ fue un bombazo en taquilla, la película de fantasía de Scott se pegó un sopapo. Tom necesitaba un éxito para reconducir su carrera y no ser flor de un día. Y entonces llegó ‘Top Gun’.
‘Top Gun’ es Tom Cruise. De hecho, si aceptó protagonizarla fue porque, después de leer el guion que Jerry Bruckheimer y Don Simpson se traían entre manos, le permitieron dar notas sobre el mismo… Y montarse en los aviones que su personaje tenía que pilotar. Puede que hayan pasado más de 35 años, pero Tom Cruise siempre será Tom Cruise. Lo que no se sabe es que ‘Top Gun’ podría haber sido muy diferente: Tony Scott estaba convencido de hacer una película oscura sobre el mundo secreto de los aviadores y fueron los productores los que le indicaron el tipo de película que realmente estaban buscando.
Y aunque la manera de enfocar la película de Scott hubiera sido más interesante, ‘Top Gun’ funciona. Sí, claro que funciona: ‘Top Gun’ son aviones, disparos, sexo, cuerpos esculturales, viajes en moto y hora mágica, un fantástico castillo de naipes al que le falta una estructura pero que es tremendamente bonito de ver. Ahora bien: la importancia de lo que sucede es más iconográfica que real, y cobra importancia real una vez vemos ‘Top Gun: Maverick’. Los personajes de ‘Top Gun’, más allá de su protagonista, son simples, planos, meros comparsas del protagonista y las cabriolas en el aire.
A jugar a voleibol
Está claro que ‘Top Gun’, vista como un parque de atracciones, sigue funcionando hoy en día. Quizá no tanto como antaño, cuando se ponían cabinas de reclutamiento en la salida del cine para captar a jovencitos confusos deseando ser los nuevos Maverick, pero funciona. Y es que la película no muestra nunca quiénes son los enemigos, acertando al no ponerles cara, pero sí deja claro desde el primer minuto quiénes son los héroes: la flota de los Estados Unidos. Pues claro.
Algo que ni los más fans ponen en duda es que la relación amorosa entre Cruise y McGillis no funciona, la química está totalmente ausente y la escena de sexo, que se rodó varios meses después del fin de rodaje, tiene una falta de libido que muchos creyeron que reforzaba el supuesto contexto homoerótico de la película que Quentin Tarantino defendía en aquella escena de ‘Duerme conmigo’. Contexto que muchos han dado por supuesto como algo que el propio director pretendía pero que no aguanta un análisis serio, por más que el partido de voleibol pudiera ser perfectamente una escena erótica gay softcore.
Aunque la historia de ‘Top Gun’ y sus personajes no den para mayor análisis (son simples arquetipos sin capas de profundidad), lo portentoso de ella es que Tony Scott le saca todo el jugo que se le puede sacar con tiros de cámara atrevidos, acción en el aire real con giros imposibles incluidos y una fotografía portentosa. ‘Top Gun’ no es una película profunda, pero es la mejor versión de sí misma que podría ser.
Llévate mi aliento
Seamos sinceros: ‘Top Gun’, a día de hoy, más que una película es un icono de museo, una obra mítica que no hace falta ver para reconocer al instante. Es previsible, los momentos malos son bochornosos, se pasa de patriótica y es más simple que el mecanismo de un botijo, pero ha logrado trascender en la historia del cine como muchas obras mejores no han podido. Si ahora vemos una escena de acción rodada en hora mágica es imposible no pensar en Tony Scott.
‘Top Gun’ no piensa en sus consecuencias, convirtiéndose en la película palomitera definitiva y en la definición perfecta del blockbuster clásico, que muchos quisieron superar pero pocos pudieron igualar. No permite sacar ninguna enseñanza de ella, pero tampoco lo pretende: es una obra a mayor gloria de unos Estados Unidos cada vez más irónicos consigo mismos que insufló patriotismo contra unos enemigos sin cara definida. Y todo ello con ritmazo.
Algo que muchos no recuerdan de ‘Top Gun’ es la repetición constante de ‘Take my breath away’, de Berlin, un temazo impepinable que se llevó el Óscar y el Globo de Oro y que suena continuamente durante los 105 minutos del metraje. Ayuda que gran parte de la película parezca más un videoclip que una cinta estrenada en cines, aunque esto no es un demérito en absoluto: el lenguaje del videoclip llevado al cine puede ser también un arte, y Tony Scott lo dominaba. Vaya que si lo hacía.
En resumidas cuentas
‘Top Gun’ es una película absolutamente vacía, pero al mismo tiempo es la mejor versión posible de sí misma. Tony Scott dejó para la posteridad uno de los blockbusters definitivos, con personalidad propia y que, aunque ha sido superada por su secuela, sigue siendo una notable cinta de acción, filigranas en el aire, amistades imposibles, amores mal llevados y necesidad de velocidad.
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