¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Estas preguntas, además de dar forma al título de un temazo de Siniestro Total, han sido tres de los grandes pilares sobre los que se ha erigido buena parte de la obra perteneciente al género de la ciencia ficción. Un trío de cuestiones existencialistas complicadas de responder, a las que habría que sumar la siguiente: ¿Qué fuerzas ignotas influyen para dar forma al Top 10 de éxitos de Netflix?
Sin comerlo ni beberlo, 'Time Trap', una producción del año 2017 recién incorporada al catálogo de la plataforma de streaming, se ha colado en el número 2 de lo más visto por los suscriptores. Este estatus de fenómeno me ha impulsado a comprobar de primera mano cómo ha logrado cautivar al respetable el debut en clave sci-fi de la pareja de directores Mark Dennis y Ben Foster, pero la experiencia sólo ha conducido a una mayor confusión.
Y es que este modesto cóctel aventurero con viajes en el tiempo y espíritu juvenil defenestra su potente y lúcida premisa, poseedora de un grandísimo potencial, con una ejecución digna de telefilme alemán de sobremesa; de esos que hacen las digestiones de los domingos de comida familiar aún más pesadas que de costumbre.
La potencia, sin control...
Pensar en ciencia ficción "low-cost" invita a acudir de forma casi instantánea a títulos contemporáneos de la talla de 'Cube', 'The Man From Earth', 'El hoyo', 'Coherence', o el díptico compuesto por 'Resolution' y 'El infinito' creado por Aaron Moorhead y Justin Benson. Un surtido de ejemplos en los que las limitaciones logísticas no se traducen en palos en la rueda que frustren las memorables experiencias que ofrecen.
A pesar de las notables diferencias tonales, arguméntales y estilísticas que existen entre ellos, todos estos largometrajes comparten un elemento común: un high concept para enmarcar del que se extrae oro a partir de la autoconsciencia, adaptando el diseño de producción y la escala del proyecto al presupuesto disponible, y enriqueciendo el conjunto con repartos solventes, libretos inspirados y diversos trucos de prestidigitador que refuerzan aquella idea de que el hambre agudiza el ingenio.
No voy a negar que en términos conceptuales, 'Time Trap' juega potencialmente en la liga de los filmes mencionados. Por desgracia, este juguete cuántico subterráneo extiende cheques que Dennis y Foster no consiguen pagar ni en términos formales —algo siempre secundario, reflejado en unos escenarios, una fotografía y un CGI de cartón piedra— ni, lo que es mucho más grave, en lo que respecta a la narrativa.
Factura aparte, el breve viaje a través del primer acto de la película permite vislumbrar a la perfección la tónica predominante en una hora y media marcada por unos personajes planos e irritantes, interpretados con particular mala fortuna por un grupo de rostros cuasi desconocidos —como curiosidad, el doblaje al castellano está a la altura, y no para bien—, y por un exceso de exposición oral que invita a desconectar del relato. ¿Para qué estar pendiente si las respuestas a todos los enigmas llegarán en forma de diálogo mecánico y artificial?
Cuando la odisea temporal decide pisar —¡al fin!— el acelerador para zambullirse en un delirante tercer acto que pone toda la carne en el asador, ya es demasiado tarde. Ya poco importan los giros demenciales con espíritu campy, la inyección de acción ni el aumento de ritmo; nada puede quitar el mal sabor de boca derivado de la sensación de oportunidad perdida, ni la idea de que, quienes hemos estado en una trampa temporal durante 90 minutos que han parecido días, hemos sido nosotros.
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