'The Walking Dead' parece viva en su temporada 10, pero sigue muerta por dentro

'The Walking Dead' afronta su obligatorio parón de mitad de temporada hasta febrero, por lo que es el momento ideal de ponernos los brazos en jarras y contemplar si merece la pena lo que viene por delante y lo que dejamos atrás. Después de diez temporadas, la respuesta no es fácil.

Pero antes de hacernos las preguntas correctas para hallar las respuestas equivocadas, no está de más recordarte que nos adentramos en el terreno del destripe, no en sentido físico, como le ocurre tan a menudo a los zombis, sino figurado. Vamos a hablar de la décima temporada de 'The Walking Dead' hasta ahora y un poquito del cómic hasta su último número, así que, si no estás al día, sigue bajo tu propio riesgo.

Cuando salió el último número del cómic de 'The Walking Dead', yo mismo te expliqué por aquí que la serie de televisión era un zombi distinto al del cómic. El hiperliderazgo de Rick Grimes obligó a que el cómic terminara cuando terminó su vida; en televisión pudieron obligar al sheriff a ceder al testigo, entre otras cosas porque su liderazgo estaba mucho más cuestionado que en las viñetas. A lo tonto, llevamos dos medias temporadas sin él, ¿podrá aguantar la serie sin Grimito?

Tengo 99 problemas...

… pero la falta de Rick Grimes (Andrew Lincoln) no es uno de ellos. Con este homenaje a Jay-Z te podría resumir de un plumazo lo que es ‘The Walking Dead’ a día de hoy. Las temporadas anteriores han culminado en un simulacro de civilización con varios asentamientos hermanados entre sí, pero lo que podría dar lugar a una vuelta de tuerca a la tónica habitual de la serie termina en lo de siempre: nuestros protagonistas son los buenos y los otros son malos y hacen cosas de malos y matan gente buena porque son (compruebo notas) malos.

De los problemas que tiene 'The Walking Dead', más de la mitad tienen que ver con el planteamiento de las historias

El Gobernador mandaba con mano de hierro y el corazón en un puño. Los Salvadores podían acogerte y a la vez fastidiar tu vida, silbidos, bamboleos de bate y planchas calientes mediante. Ahora, los Susurradores pueden aparecer en cualquier parte y controlan el recurso más peligroso e inagotable: los zombis.

Sabemos que Alpha (Samantha Morton) terminará mordiendo el polvo tarde o temprano y los lectores de cómic podéis intuir que ‘The Walking Dead’, en la serie de televisión, ya está sembrando su derrota. Del mismo modo, esos mismos lectores intuis qué podría pasar en los próximos episodios de la serie... pero no el enfoque que se le dará.

Y es que ahí está el meollo. De los 99 problemas que tiene ‘The Walking Dead’, más de la mitad tienen que ver con el planteamiento de las historias.

Cuando puedo hacer lo que quiera, hago lo mismo

Sin Rick, el punto de vista puede saltar con naturalidad entre las distintas colonias: no estamos obligados a volver a él después de ver una trama secundaria, ni podemos sospechar que alguien va a morir porque se le está dedicando un tiempo inusual (como pasó, qué se yo, con el capítulo de la muerte de Abraham).

Pero la fluidez dada por tener más protagonistas no termina de llegar. No es algo nuevo, por desgracia, pero la situación ni mejora, ni empeora: ‘The Walking Dead’ siempre ha tenido este ritmo irregular, que trata de compensar en todos los capítulos con apariciones marianas de zombis invisibles, inodoros e insonoros hasta que, supuestamente, tu paciencia como espectador y la trama exigen que se manifiesten.

Es difícil que haya desarrollo de tramas si se produce un reseteo suave cada dos o tres episodios

O dicho de otro modo: si Siddiq (Avi Nash) tuvo que vivir con el trauma de haber visto cómo decapitaban a sus amigos durante esta décima temporada, la serie tiene que vivir con el trauma de haber decepcionado a los espectadores al apartar a los zombis durante la segunda temporada. Acostumbrémonos a esos cinco minutos de porno para adictos al gore.

Fuera de los monstruos, las comunidades tienen los problemas esperables y el motor de la trama hace mucho que no es la búsqueda de un asentamiento. De los problemas comunitarios, hay algunos internos, como las ocasionales tensiones entre sus miembros: pienso en Lydia y la culpabilidad que siente por los actos de su madre, Alpha. Otros externos, como Dante (Juan Javier Cardenas), el espía de los Susurradores que se introdujo en Alejandría para minar la moral de sus habitantes.

Cada dos o tres episodios, sin embargo, hay una especie de reseteo suave por el que los conflictos pierden importancia. El abuso psicológico a Lydia se disuelve tras una pintada y una pelea (muere una instigadora, sí, ¿pero esa muerte no tiene consecuencias?) y las acciones de Dante no han minado la moral de Alexandria, sólo han provocado una crisis sanitaria, probablemente por listeria, que ríete tú de la carne mechada.

La dispersión de ‘The Walking Dead’ le lleva a inventar nuevos conflictos, pero también a desecharlos sin desarrollar todo su potencial.

Un desperdicio de combustible narrativo

Cuando decía que el problema de la serie no era Rick ni su falta, me refería a esto, a que ‘The Walking Dead’ aturulla al más pintado. Quema tramas a una velocidad de espanto, y cuando una puede empezar a calar, cuando está germinando, se acaba y se pasa a la siguiente. Clama al cielo, por ejemplo, que en la novena temporada la decadencia del Reino pasara en off; esto es como entrar en un restaurante y que, en vez de seguir el menú, te estuvieran dando docenas de segundos platos, uno detrás de otro, intercalados con pequeñas piezas de fruta a modo de postre.

No ayuda que, en el apartado de dirección, hace mucho que no hay un director con una visión potente o una marcada línea visual. Greg Nicotero, encargado también de los efectos visuales, se ha dejado de experimentos como los que hacía en sus primeros capítulos como director y ahora está más contento con los absurdos enfrentamientos a zombis. Para colmo, en esta décima temporada ha vuelto Michael Cudlitz (el actor que interpretó a Abraham) con un episodio desastroso en ese apartado (el cuarto) y otro, el de la revelación de la traición de Dante, que merecía mejor suerte.

‘The Walking Dead’ nos señala la Luna, pero no considera importante que esté colgada en el cielo.

Al menos, esta temporada tiene una idea central muy clara, que es el tema de las máscaras. Todo el mundo oculta algo a alguien: Carol (Melissa McBride) oculta su ira a Daryl (Norman Reedus) y sus intenciones a Lydia (Cassady McClincy); Ezekiel (Khary Payton) oculta su cáncer a Carol; Siddiq lucha a escondidas con su estrés postraumático; Alpha miente a los suyos al decirles que su hija murió o Gamma (Thora Birch) intenta encajar en los Susurradores a cualquier precio, hasta que se percata de que ha pagado de más.

Título de la obra: Aquí hay tomate (o Aaron, qué tontico eres)

Lo que no está tan bien es que esa idea central se ha machacado e impuesto al propio desarrollo de personajes, a la psicología de las comunidades y a la exploración de otras ideas que emanaban de las situaciones episódicas. ‘The Walking Dead’ nos señala la Luna, pero no considera importante que esté colgada en el cielo.

La serie zombi

De verdad que odio titular un epígrafe así, pero es que todo lo que rodea a esta serie me obliga. A lo mejor puedo ponerme un poco más creativo y favorecer esas cosas del SEO:

La serie ‘Walking Dead’

Hay series cuyo destino se ve venir de lejos. ‘The Walking Dead’, con su ritmo pausado y la reiteración de conceptos y situaciones, se ha ganado a pulso su categoría de zombi. Reflejando a las criaturas de sus episodios, al principio tenía un aspecto fresco y parecía viva, pero el tiempo ha terminado por pudrirle la cara y revelar su verdadera naturaleza.

La pena es que no tendría por qué ser así. El planteamiento actual de distintas comunidades, cada una perfectamente reconocibles entre sí, es sólido. Si tan sólo viviéramos esas comunidades como algo más que un telón de fondo, como un marco para las viñetas protagonizadas por los héroes titulares…

Acabar con la sombra de Rick le ha permitido ejercer una narración coral y mantenerse en antena, algo que el cómic no se pudo permitir. Si tan sólo se tomaran en serio el desarrollo de personajes y la coherencia, de modo que bandazos como el de Carol en esta décima temporada, que se lanza a una trampa como una idiota, no se hubieran producido…

Al principio, 'The Walking Dead' tenía un aspecto fresco [...], pero el tiempo ha terminado por pudrirle la cara...

Vivimos tiempos en los que las ideas políticas nos enfrentan más que de costumbre. Si ese conflicto se reflejara con todo su poder en la serie, en lugar de plantear el enésimo rifirrafe con un villano de opereta; si, ya que se han separado del cómic en tantos puntos, pudieran apartarse un poco de esa dinámica presente en las viñetas…

Son demasiados posibles y muy pocos riesgos. 'The Walking Dead' ha vuelto en su décima temporada a ser la serie ideal para ver mientras se plancha la ropa o se hace cualquier tarea doméstica, porque lo que no te van a repetir en pantalla lo puedes intuir sin problemas. Tampoco plantea dilemas ni situaciones originales: olvídate de ese bebé entre zombis y esas cabezas en estacas de la temporada pasada.

La AMC ha renovado por una undécima temporada, quién sabe si habrá más, además de sus dos esquejes y las tres películas protagonizadas por Rick Grimes siguen en calendario, por lo que sabemos que hay una parte de la franquicia que sigue viva. Pero, o las cosas cambian, o esta serie seguirá siendo una muerta viviente...

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