Me considero un poco escéptico de las remasterizaciones, reediciones, limpias y depuraciones varias, pero a veces, hechas con gusto y respeto por el material original, pueden convertir un filme que luce estupendo en uno que luce espectacular. No voy a andar con rodeos, hay películas a las que el 4k juega en contra y otras a favor. Todo es cuestión de granos y texturas. En el caso de ‘Terminator 2: el juicio final’, T2 para los amigos, el saldo es más que positivo.
Para empezar, es una película que lucía ya mucho más moderna que sus coetáneas, con una pulcritud estilizada que, poco más o menos, marcaría el rumbo de muchos blockbusters de ciencia ficción y acción del futuro. Por ello, veintiséis años después, se puede decir que T2 no luce especialmente moderna, con esos recreativos ATARI, pero podría pasar por una de esas nuevas películas de acción que tratan de capturar el grano de obras más antiguas.
James Cameron reloaded
En su proyección 3D, en una sala de cine, se pueden apreciar ciertas mejoras en el color y definición. Hay una nitidez que actualiza la resolución para ver con todo detalle las quemaduras de una Sarah Connor abrasándose viva, pero nunca crea el fastidioso efecto de grabación en set de algunos productos digitales actuales. En cuanto a la conversión tridimensional, es sutil, para algunos no tendrá demasiada importancia pero añadir profundidad de campo a escenas como la que abren la película están más que justificadas.
El miedo principal de esta restauración era que a Cameron le entrara el síndrome George Lucas y se pusiera a cambiar de todo con CGI, pero el único cambio perceptible es el cambio de la cara de un extra por la de Schwarzenegger y la castración digital del T-1000, con el puritano borrado de un huevo colgandero de Robert Patrick en una de las escenas principales. Por lo demás, los rayitos azules dibujados de los 80 y 90’s siguen intactos y el morphing de metal líquido sigue siendo tan noventero e irreal como siempre. Si queréis saber más sobre estos cambios, podéis saber más, aquí.
Y es que, uno de los detalles que más llaman la atención del conjunto es que una obra con tan poco CGI cambiara el devenir del cine de acción en los años siguientes. Los coches destrozados, las bombas y los helicópteros en la carretera, las hostias tremebundas y las paredes derruidas son sólidos, tangibles, pura y duramente artesanales y reales. El efecto en una sala de cine, hoy, es demoledor. No solo porque siga funcionando igual, sino por que saca las vergüenzas a la gran mayoría del género actual.
Poniendo en evidencia al futuro
Sí, muchas ‘Fast & Furious’ se esmeran, pero la postproducción se huele, se palpa. Y qué decir de la acción de videojuego PS3 de blockbusters de anteayer como ‘Liga de la Justicia’ (Justice League, 2017), con sus 300 millones. Probablemente, desde ‘Mad Max. Furia en la carretera’ (Mad Max: Fury Road, 2015) no había visto algo con ese nivel de adrenalina y autenticidad hasta que presencié el pase de la cinta de James Cameron. Eso da que pensar. Y no, no hablamos de nostalgia.
Hablamos de que la comodidad de rodar en pantalla verde a veces juega en contra de las propias posibilidades creativas de la película. Si no, no se explica el nivel de planificación a todos niveles de esta entrega-remake, si quieren, de 'Terminator' (1984). Una puesta en escena contundente, una perpetua fascinación por lo gigante, por el impacto, un auténtico espectáculo de circo captado en celuloide. En su momento fue la película más cara de la historia, sí, pero cada jodido centavo se ve en la pantalla. Cada gota de sudor también.
Como un buen coche americano, su diseño sigue funcionando en la estética, pero también está construido con materiales que le hacen durar más. En otro aspecto que T2 brilla sobre el tejido industrial actual es que, siendo una versión suavizada del tono de horror sucio de la original, aún se mantienen sus aspectos violentos, con algunas muertes sádicas y los conflictos morales de sus personajes dudosos. Sorprende ver a Sarah Connor tomarse su misión de eliminar al (inocente) creador de Skynet con frialdad de villana.
'Terminator 2': blockbuster con alma
El conflicto moral llega después pero podemos ver la gama de pulsiones que pasa Connor en la colisión de su angustia con la dificultad ética de la difícil tarea de salvar el mundo. Cameron reemplaza algunos de los aspectos filofascistas de su antecesora por un punto de vista más reflexivo y feminizado. No era habitual que fuera una mujer la que desempeñara el papel activo, Y esta Connor menos pasiva es una respuesta más compleja y rica de su visión de Ripley, que al final no era más que una representación furiosa de la maternidad coraje.
Sin embargo, Connor protege a su hijo por su importancia para el futuro, es probable que si ella misma supiera que había engendrado al germen de Skynet hubiera tomado ella misma la decisión de “terminarlo”. En cuanto a su mirada a la violencia del cine 80’s puede culparse a T2 de inyectar el virus del PG-13 con una pequeña penitencia que resuelve con disparos en las piernas y destrozos sin demasiadas bajas, pero al menos logra hacerlo, con un sentido del humor negro cariñosamente descarado.
Eso no significa que no tenga una afinidad desmedida por la devastación pantagruélica. T2, en el fondo, va de sumergirse en el exceso más absurdo y disfrutar como un auténtico marrano. Como cuando tu madre te riñe por servirte en el plato más de lo que cabe en un estómago humano. La banda sonora tiene un tema de Guns’n’ Roses, pero le iría bien el título de uno de sus discos, ‘Appetite for Destruction’. Es un castillo de arena gigante concebido por un niño para demolerlo, con hostias y armas más y más grandes.
Simpatía por el destrozo a gran escala
Normalmente, cuando hablamos de la magia del cine hablamos de ilusionismo y en T2 se puede percibir a un prestidigitador macarra en su show más importante. Todos los elementos están colocados por una razón, y su secreto de que su acción funcione a día de hoy, a pesar de que hemos visto cosas más espectaculares docenas de veces, es su obsesión por sorprender y crear el tempo adecuado para que sus golpes de efecto sigan pillando por sorpresa.
Si hay algo en lo que una proyección de T2 verdaderamente hace efecto es provocar que uno tenga que echar de menos esa capacidad del cine de querer ser disfrutado. La correa de la verosimilitud se ha convertido, sin que nos demos cuenta, en un cepo para la gasolina de la fantasía. Sí hoy, en un blockbuster de acción, vemos bromas, estamos asistiendo a una cuasi comedia o parodia. La colocación de los one liners, suelen quedar cutres si no hay un tono jocoso general, como el cine Marvel. Por eso, en Terminator 2 podías ver niños abrasados, padres adoptivos degollados y al minuto escuchar un chascarrillo lleno de sorna.
‘Terminator 2’ es un testamento para el cine sin miedo al ridículo, al “hemos venido a jugar” que no trata de poner límites absurdos a su propia monstruosidad. Es gigantismo alegre, una gamberrada autoconsciente que no renuncia a querer crear una pieza clave en la ciencia ficción. Una película de acción de millones de dólares que folla sin condón, sin miedo a etiquetas de serie B millonaria cuando se aferra a su tono de violento comic book juvenil. T23D es sin duda, la mejor película de scifi o acción estrenada este año.
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