La nueva película del actor y director Todd Field, de estreno el 27 de enero, es su segunda incursión detrás de la cámara tras dos películas bastante alejadas en el tiempo. Más conocido por ser el pianista de ‘Eyes Wide Shut’ (1999), Field se ha aliado con Cate Blanchett para crear en ‘Tár’ un fascinante estudio de personaje dentro del mundo de la música clásica occidental, en lo que a muchos les podría parecer un biopic sobre la primera mujer directora de una importante orquesta alemana.
Sin embargo Lydia Tár, considerada una de las mejores compositoras y directoras vivas, es un personaje totalmente ficticio, casi como si la propuesta fuera una distopía efectivamente, ya que en el mundo real ninguna mujer ha dirigido la Filarmónica de Berlín, una provocación satírica que comenta todo lo que hay que comentar de ciertas instituciones culturales en pleno 2023 sin hacer ninguna crítica concreta o directa. Esta antigua protegida de Leonard Bernstein, disfruta de una posición de prestigio en el nivel más alto del orden jerárquico cultural.
No hay muchos otros músicos en el mundo con su mismo reconocimiento, pero la película no nos va contar las dificultades con las que se encuentra o analizar el duro entorno para la mujer de la música contemporánea, o al menos no como uno podría esperar. ‘Tár’ narra más bien una caída en desgracia, un escalofriante estudio sobre el abuso de poder, ambientado en una industria que ha visto a algunas de sus estrellas más importantes enfrentar acusaciones de conducta sexual inapropiada, con Plácido Domingo aun dando conciertos en plena ebullición de sus casos.
La resaca del #MeToo
Pero Field va más allá, y su propuesta es casi un experimento para medir y calcular las posibles implicaciones éticas de artistas con mala conducta y su castigo. Para ello nos muestra una mujer lesbiana que ha alcanzado la fama mundial superando muchas dificultades, alcanzando un status quo que no justifican que su vida esté llena de engaño y verdades ocultas dentro de sus relaciones más cercanas. Su asistente (Noémie Merlant) y su esposa (Nina Hoss), la última de las cuales también es la violinista principal de su orquesta, son las únicas que ven el reflejo más íntimo de su verdadero yo.
Una película que irrumpe en un momento en el que, mientras muchos niegan la cultura de la cancelación hay tuits llamando al boicot de series porque su creador ha dado like a una persona controvertida, asimismo “cancelada”. ‘Tár’ habla sobre negar la validez del arte y la explotación sexual en el lugar de trabajo, pero aunque esté construida en torno a estos temas no se presenta con un mensaje unilateral, lo que puede provocar la ira de Internet por tratar sin claridad moral aspectos de dinámica de poder sexual. Todo en plena resaca del MeToo.
Pero nada de lo que presenta lo pone fácil, sino que requiere digerir y cuestionarse sobre quien trata realmente la historia, en dónde acaba la simpatía del espectador y si la relación entre poder y brillantez humana se afectan mutuamente. Hay aspectos claros, que sugieren que con el éxito viene el poder y con este la posibilidad de abusar del mismo, y otros no tan claros como si la manzana ya viene podrida de casa no hay mucho que hacer, y por ello, ‘Tár’ es más una fascinante mirada a un personaje.
Un lienzo moral mutante
Presentando a una antiheroína con la que podemos reírnos incluso cuando está siendo especialmente insoportable, Field no tiene miedo de correr el riesgo de ser acusado de simpatizar con un monstruo, crear división en cuanto a si quiere elogiar a su personaje central, o cancelarla. Es uno de esos personajes que uno ama llegar a odiar, y mucho de ello se debe a la finísima actuación de Cate Blanchett, quien para dar vida al personaje aprendió a dirigir música, tocar el piano y hablar alemán. Aunque su trabajo también se resiste a la categorización fácil.
Consigue una mezcla de carisma, ferocidad y ternura ocasional, que nos muestra tanto a una magnífica artista, como a un monstruoso ser humano, y nos hace imposible separar ambas visiones. Las revelaciones que conocemos más adelante nos hacen cuestionar incluso sus opiniones previas, como la de la escena en Juilliard, donde Lydia discute con un joven estudiante de color que desprecia a Bach, Beethoven y otros compositores blancos, cuestionando su rechazo total al canon occidental insistiendo en que la política de identidad no debería tener lugar en la evaluación del arte.
Por una parte, se puede estar de acuerdo o no en su razonamiento, pero es difícil no admirar la perspectiva intelectual con la que analiza el argumento de su estudiante, por otra, después de saber más sobre su pasado, es muy difícil separar su punto de vista de una justificación apoyada en la propia culpa, lo que convierte a ‘Tár’ en un retrato elegante y a menudo muy divertido sobre un genio en declive que se va adentrando en la oscuridad de su alma con toques góticos y hasta sobrenaturales al estilo de ‘Personal Shopper’ (2016) de Olivier Assayas.
Horror psicológico encriptado
En su segunda mitad la película se convierte en una historia casi de terror en la que la lógica normal no se mantiene del todo. Algunas escenas parecen pistas crípticas, y otras renuevan el género de la película, como cuando Lydia entra a un edificio abandonado y se encuentra cara a cara con un misterioso perro negro y se cae, detalles como un metrónomo que comienza a hacer tictac por sí solo en su apartamento, y una figura femenina sombría que aparece oculta siniestramente en la esquina de algunos planos, gritos que emanan del bosque…
Hay elementos del cine de fantasmas, como si hubiera algún tipo de venganza, aunque se nos presentan como si la casa embrujada de Lydia estuviera en su cabeza. Puede interpretarse como que su culpa la carcome, como en un relato de Edgar Allan Poe, o sencillamente con un punto de vista alterado, en realidad la vemos como las personas a su alrededor, que dejan de mirarla como una diosa y ven a la persona sombría real, como ‘El retrato de Dorian Gray’, o sencillamente nos muestra a un ser humano antes intocable y ahora vulnerable.
También nos hace sentir mal por una Lydia acobardada, despojada de sus poderes, herida, avergonzada y sola, aunque por otra parte es gratificante ver cómo recibe su merecido. ‘Tár’ propone muchas opciones sobre la mesa, despedaza las piezas de la interacción entre poder y género con ambigüedad, generando la oportunidad a la que se refiere el personaje cuando habla de la reinterpretación de una partitura de acuerdo con un estado de ánimo, todos sus temas mutan y serán analizados o destrozados por distintos puntos de vista, y no solo es consciente, sino que construye alrededor de ello su discurso. Que Field no deje nunca de hacer cine.
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