Con ‘Bone Tomahawk’ llego al final del camino tras varios días comentándoos las cintas que pude ver durante la 13ª edición de la Muestra Syfy. Desde títulos estimables como ‘La invitación’ (‘The Invitation’), pasando por simpáticas comedias como ‘Absolutamente todo’ (‘Absolutely Aniything’), chascos como ‘High-Rise’ o directamente ridiculeces tipo ‘El infierno verde’ (‘The Green Inferno’).
Además, me despido ya de la Muestra hasta 2017 con la película que más me gustó de todas las que pude ver, ya que la ópera prima de S. Craig Zahler es un regreso al western tradicional aliñado con un toque de canibalismo que le ha valido ser uno de los títulos protagonistas de varios festivales de cine de género. Ya os aviso que quien vaya buscando únicamente eso acabará un tanto decepcionado, pero ‘Bone Tomahawk’ cumple con holgura con lo que quiere ser.
Un western con toques de terror
Mi compañero Alberto ya comentó en su crítica de la película que ‘Bone Tomahawk’ arranca asemejándose mucho al estilo propio de los westerns más clásicos. De hecho, es algo que respeta de forma escrupulosa por mucho que según avance el metraje vaya discurriendo por caminos menos transitados, primero enrareciendo poco a poco la atmósfera y posteriormente coqueteando con el cine de terror cuando hacen acto de presencia los indios caníbales.
Eso sí, Zahler opta por un ritmo muy sosegado que ayuda a que conozcamos mejor a los cuatro personajes que emprenden una misión aparentemente suicida. Es verdad que ya durante sus primeros compases había logrado definir muy bien sus respectivas personalidades y que los actores se amoldan con suma facilidad a sus roles, pero es en ese desarrollo con calma de sus ya sabidas características cuando realmente logran interesarnos.
La cuestión es que tanto Kurt Russell como Matthew Fox, Patrick Wilson y Richard Jenkins representan diferentes arquetipos que de buenas a primeras pueden dar la sensación de ser un tanto esquemáticos, pero luego van creciendo, primero por méritos de los propios actores -todos ellos cumplen con creces, aunque es Jenkins el que más luce por tener el personaje más cercano y tierno- y luego por la aportación del guion sin fisuras del propio Zahler
Además, ese largo viaje, que requiere de cierta paciencia por parte de los espectadores más ansiosos -aquí el ritmo es mucho más pausado, centrado durante buena parte del relato en las relaciones entre los personajes más que en una verdadera progresión de la historia-, también va ganando poco a poco en intensidad, resultando aquí esencial, por extraño que parezca, la casi total ausencia de música, que realza tanto el realismo de la propuesta como la tensión subyacente.
La constancia de ’Bone Tomahawk’
Hay otros detalles importantes para entender los méritos de ‘Bone Tomahawk’ como la aportación de una exquisita fotografía que realmente nos hace pensar que estamos en el oeste de hace ya muchos años sin realizar grandes despliegues, pero que al mismo tiempo realza ese aire ligeramente decadente de la historia, que hasta cierto punto cuadra también con la progresiva decadencia física del personaje de Patrick Wilson.
No obstante, posiblemente lo mejor de la función queda reservado para el último acto, ya que es entonces cuando hacen acto de presencia los indios caníbales. Contundentes y primitivos, ‘Bone Tomahawk’ gana en fuerza gracias a ellos -hay un momento particularmente memorable- sin olvidar en ningún momento que sigue siendo un western -aunque con muy agradecidos toques cómicos que matizan ese aire de extrañeza constante-, y uno narrado con pausa.
Es ahí donde el cóctel de géneros alcanza su apogeo, algo que entonces había gozado de más entidad en lo referente el estimulante mix de personalidades de sus cuatro protagonistas. Es cierto que en lo referente a indios temibles me sigo quedando con el Salvaje de ‘La noche de los gigantes’ (‘The Stalking Moon’), pero los de ‘Bone Tomahawk’ cumplen su función con creces y añaden la guinda de contundencia y gore que realmente diferencia a la película de muchas otras.
En definitiva, ‘Bone Tomahawk’ es un afortunado cruce entre western y cine de terror, aunque el primero es el realmente dominante. Un guion solido realzado por una puesta en escena que tiene muy claro su objetivo y cómo lograrlo -quizá tarda un poco más de lo deseable, pero nada realmente grave-, un inspirado cuarteto protagonista y un inteligente y contundente uso de la violencia redondean la función. Muy recomendable.
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