Cuando Netflix publicó el alucinante tráiler de ‘Sweet Home’, una serie de terror coreana que adapta el Webtoon homónimo, prometía la que podía ser una de las grandes sorpresas del año, con un relato de confinamiento elevado a la máxima potencia de sus posibilidades de diversión, que le bastaba seguir con fidelidad el cómic online de Kim Kan-bi y Hwang Young-chan.
Y en un principio, no es muy diferente en intenciones, siguiendo bastante el planteamiento de una pandemia en la que los humanos infectados mutan y se convierten en monstruos salvajes que siembran el terror en la ciudad, mientras un adolescente problemático y los vecinos de su apartamento son encerrados en un bloque de pisos, convirtiendo la premisa en una especie de 'Demons 2' (1986) o 'Rec' (2007), con zombies que además se empiezan a transformar en seres mutantes.
Sangre, mutantes y rock'n'roll
La situación da pie a un montón de momentos cargados de imaginería grotesca y monstruos de diseños alucinantes, que se parecen mucho a los de la obra original. Todo ello está regado de acción bastante loca que hace pensar que en los diez episodios que componen la primera temporada habrá una mezcla demente de 'La jungla de cristal' (Die Hard, 1989), 'La cosa' (The Thing, 1982) y 'La niebla' (The Mist, 2007) de Stephen King que hasta cierto punto funciona como lo que promete en sus primeros episodios.
Los ataques son frecuentes, los contagios tienen mucho gore (el síntoma es un copioso sangrado nasal) y el estilo de montaje recuerda a la energía de un primer Sam Raimi. Podría ser una de las series de terror del año. Pero en cuanto pasamos su primer acto, y el interés del espectador que ya ha visto lo que tiene que ofrecer se debe articular con algún asidero dramático, 'Sweet Home' empieza a zozobrar entre el survival verbenero de terror mutante y el dramón más soporífero.
Esto crea un tira y afloja entre lo divertido y lo estoposo que se va haciendo cuesta arriba conforme los episodios de una hora se van amontonando, ya que lo que les ocurre a los personajes nos va dejando de importar poco a poco, hasta que acaba convirtiéndose en un ejercicio frustrante de esperar a que los momentos sin interés vayan dejando paso a los más interesantes, es decir, escapar de monstruos, y las subidas y bajadas por un edificio infectado por seres que nunca puedes predecir.
'Sweet Home', oportunidad perdida que estira demasiado la historia
La gran diversión de la serie es que no sabes si vas a ver a un hombre con la cabeza partida con dientes corriendo hacia a ti, un ojo tentacular gigante o un híbrido de carne con forma de araña que te persigue por los túneles de respiración. Momentos de personajes femeninos a lo John McClane en situaciones de 'Aliens, el regreso' (1985 1986) y mutaciones que necesitan de grandes explosiones para acabar con ellas, todo, sobre el papel, suena divino.
El problema es que la trama del chico protagonista, que parece infectado y se va convirtiendo en la única oportunidad para sobrevivir del grupo de vecinos, va y viene de forma arbitraria hasta aparecer en un tramo final que pide menos 'Tokio Ghoul' y más 'Parasyte', una deriva superheróica dudosa y con peor CGI que 'Venom', gira a la temporada hacia el lado equivocado en el momento más necesitado de un tono más ligero.
El sentido del humor desvergonzado de sus escenas de terror queda sepultado por una gravedad que no le pega, coronando todo con un ortopédico uso de canciones pop, rock anacrónico y temas musicales repetitivos que añaden méritos para que los momentos de tedio acaben pesando el doble.
Dirigida por Lee Eung-bok y Jang Young-woo, 'Sweet Home' podría haber sido una excelente película de terror, o una buena miniserie de 5 episodios a lo sumo, pero, cuando se llega a la décima hora con empacho y ganas de acabar, hay algo esencial que falla, incluso perdonando un montaje caótico, el sindiós narrativo y algunos gráficos que podrían aparecer en una cinemática de videojuego de 2008.
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