Los años 90 no se entienden sin Sonic. La mascota fue, durante una década, la única capaz de plantar cara a Mario, y la rivalidad entre Nintendo y Sega definió a toda una generación. En ‘Sonic 2: La película’ ('Sonic 2' de ahora en adelante) parecen muy conscientes de que, por mucho que ahora el erizo azul esté viviendo una segunda juventud gracias a juegos como ‘Sonic Mania’, su razón de ser pertenece a los 90. Por eso, esta secuela, igual que su primera parte, parece un regalo venido directamente por un portal temporal de hace treinta años. Tan simple y pensada para los fans… como terriblemente divertida.
El erizo en la habitación
Las críticas en los medios americanos han sido feroces, y todas señalaban algo aparentemente gravísimo: ‘Sonic 2’ no presta atención a sus personajes humanos. Después de ver la película, estos reproches están claramente mal enfocados. No es que ‘Sonic 2’ ignore las tramas de James Marsden, Tika Sumpter y compañía: es que, a estas alturas, deberían desaparecer por completo. Ralentizan el ritmo trepidante, no saben qué hacer con ellos y protagonizan las escenas más infantiles y vergonzantes de una segunda parte que aspira a mucho, muchísimo más.
‘Sonic 2’ se crece cuando no hay ningún personaje humano tradicional en pantalla. Esta falta de constricción le permite disparar su imaginación, y es entonces cuando ella misma parece darse cuenta de que el material del que parte es una gozada, la libertad que tienen sensacional, los escenarios parecen sacados de un videojuego (ese templo repleto de trampas) e incluso los diseños de la batalla final no tratan de ocultar el cariño que le tienen todos los implicados a los héroes de Sega. Podemos ir más allá: las escenas con actores, Jim Carrey aparte, parecen, casi sin excepción, pegotes impuestos a última hora desde la productora, con unas tramas más propias de serie de Disney Channel que el resto del metraje.
En sus momentos más acertados (de los desastrosos mejor no hablar) se ve lo que la producción intenta hacer, mostrando el lazo afectivo entre Tom, el personaje de James Marsden, y Sonic, pero no funciona, es cursi y no tiene ninguna unión con la trama principal. Los críticos americanos estaban equivocados: no es que las tramas de los humanos estén poco desarrolladas, es que son un mero trámite para llegar a donde tanto los guionistas como los espectadores queremos llegar. Y ahí es donde esta secuela realmente cumple por todo lo alto.
Qué zorro es este zorro
Cuando ‘Sonic 2’ se centra en su cuarteto protagonista (que, por suerte, es la mayor parte del tiempo), se nota que todo el mundo se lo está pasando en grande. El guion amplía el universo que se planteó en la original e introduce nuevos personajes, relaciones, poderes y enemigos que funcionan como un engranaje perfecto. Poca cosa se puede echar en cara de una película que va tan de cara con la única intención de divertir teniendo a un erizo azul que corre muchísimo como protagonista absoluto.
Sonic sigue teniendo las mismas señas de identidad. Si funciona, no lo arregles: es gracioso, irritante y tiene un conocimiento sobre la cultura pop que no cuadra con su vida (aunque, sinceramente, ¿qué más da?), aunque esta vez hay un esfuerzo extra por darle algo más de profundidad y mostrar su lado más vulnerable. No funciona del todo, sobre todo en su relación con su (aparentemente) nuevo padre adoptivo, Tom, pero es más de lo que se hace con Tails, un personaje absolutamente plano que solo funciona como aliado y protegido del erizo, sin más desarrollo.
Sin embargo, donde ‘Sonic 2’ se crece es al presentar a su dúo de enemigos. Por un lado, Knuckles, un equidna que resulta la combinación perfecta de fuerza, tristeza sombría y estupidez rubricado por la voz perfecta de Idris Elba y el personaje mejor construido en una película donde lo que menos importa es la construcción de personajes. Por otro, Robotnik, un Jim Carrey pasadísimo de rosca al que se le nota disfrutar en cada plano interpretando a villano sin ningún tipo de redención. Solo Carrey podría haberle llevado a la vida de manera tan exagerada y, al mismo tiempo, con tantísima convicción. Ojalá muchísimo más Robotnik en el futuro.
He entendido esa referencia
No te vas a perder en la trama de ‘Sonic 2’ si nunca has jugado a los videojuegos, pero te vas a perder la mitad de la diversión. Y es que la película apuesta de manera muy fuerte y muy decidida por el fanservice, esas escenas que vimos en 16 bits llevadas a la gran pantalla, casi como si pudiéramos controlarlas. Además, los guionistas no se creen más listos que los creadores de SEGA, y la película está repleta de elementos comunes con los juegos, empezando por la Esmeralda del Caos y terminando con escenas en la nieve reminiscentes de ‘Sonic 3’ y ‘Sonic Adventure’.
La película no teme coger tus recuerdos y plasmarlos en celuloide, pero lo hace de tal manera que parezca natural y bien integrado dentro de la trama. ¿Tails tiene que pilotar un avión biplaza y Sonic ponerse de pie en las alas delanteras? Por supuesto que hay una justificación perfecta para ello. ‘Sonic 2’ se diferencia del resto de películas basadas en videojuegos porque no se avergüenza de lo que es. Es más, lo abraza con ganas y le da a su público lo que quiere ver sin que resulte un impedimento para el resto de espectadores.
No os toméis estas líneas como un indicativo de que es perfecta: dista mucho de serlo. Hay dos partes en particular que son un bajón de ritmo y coherencia, y ambas tienen que ver con la reacción del mundo de los humanos ante estos animalillos. En particular, todas las escenas de la boda parecen escritas por una inteligencia artificial que ha sido forzada a ver cine romántico navideño de Netflix en bucle. No tienen sentido, no son divertidas y apartan tu atención de lo que realmente quieres ver. No me cabe duda de que estas escenas fueron decisión de un productor con miedo a que los espectadores más adultos se aburrieran de tanta acción inofensiva, pero terminan por lastrar una película que ya de por sí dura unas excesivas dos horas. Habrían sido unas escenas eliminadas perfectas.
El Sonicverso
Los productores ya han advertido que este es solo el comienzo de un Universo Cinematográfico Sonic, y no es algo nuevo: el personaje lleva años viviendo sus propias aventuras en los cómics de Archie y IDW, series (ojo a la ironía que llevaba consigo la tapadísima ‘Sonic boom’) y los propios videojuegos. Tras la ya habitual postcréditos solo nos queda esperar no solo a la tercera parte de ‘Sonic’, sino a la serie de Knuckles y todo lo que se quieran sacar de la manga. Si siguen con este nivel de diversión sin complejos, ¿por qué no?
‘Sonic 2’ triunfa porque es consciente de que se trata de un concepto que no debería hacerlo. Y, sin embargo, al aceptar sus carencias y exprimir sus virtudes, queda una película que parece venida de los años 90, tan sencilla como divertida y tan emocionante como olvidable. No tiene pretensiones de ningún tipo, ni quiere epatar o revolucionar al personaje o el mundo del cine. Es, simplemente, un reducto de alegría infantil en una cartelera que en estos tiempos tiende a tomarse demasiado en serio a sí misma. Que la cosa siga corriendo.
En resumidas cuentas
Los aburridos tejemanejes entre los personajes humanos de ‘Sonic 2’ no empañan la diversión de esta película, que multiplica por dos las virtudes y los defectos de su predecesora. Es rápida, homenajea a los videojuegos sin caer en la referencia sin justificación y sus nuevos personajes funcionan dentro de la sencillez a la que ya nos tienen acostumbrados. ¿Cambiará tu vida, revolucionará tus sentidos y te hará sentir cosas totalmente nuevas? No, pero tampoco es lo que pretende. Diversión, emoción, acción y sencillez: ¿Para qué pedirle más a una adaptación de Sonic?
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