Alejándose de los dominios del thriller más o menos puro y tradicional que presentaba en su primera película, la estupenda 'El desconocido', el director Dani de la Torre da un espectacular salto en su nueva producción, con una película de época en la que el aún joven autor se adentra en terrenos mucho más complejos. No solo por la ambientación histórica que tantos quebraderos de cabeza da en términos de recreación, sino por la propia ambición del relato.
La película se centra en la turbios años veinte en Barcelona, donde confluían intereses militares (eran los años inmediatamente anteriores al golpe de estado de Primo de Rivera), un cuerpo de policía abiertamente corrupto, todo tipo de criminales organizados, una vida nocturna burbujeante y movimientos obreros cada vez más activos y violentos. Un auténtico polvorín y una época apasionante para ambientar una ficción que tiene ecos muy claros en la sociedad actual: las primeras reivindicaciones feministas o la actitud y el discurso de los patronos puede calcarse en la actualidad casi sin cambios.
'La sombra de la ley' se centra, sobre todo, en un policía de Madrid enviado a Barcelona (Luis Tosar) para colaborar en la resolución de un robo de armamento militar. Su investigación se entrecruzará con los negocios sucios de sus propios compañeros y con los tejemanejes de un repulsivo propietario de un cabaret, el Barón, todo ello aderezado con el despertar del movimiento anarquista: serán los obreros más radicales los primeros sospechosos del robo de las armas.
Hay un mimo en los detalles de la recreación (a veces digitales, a veces de escenografía) de esa conflictiva Barcelona de los años veinte que sostiene la película casi al completo: las actuaciones en el cabaret y la canción de la pulga, el barrio anarquista y el modestísimo funeral de uno de ellos, la Sagrada Familia a medio construir... Todo ello se completa con una visión de la época que, salvo detalles como la división de los anarquistas en "malos" y "buenos", no cae en excesivas demagogias ni visiones demasiado actualizadas de unos años complicadísimos en lo político y lo social.
Es en los aspectos en los que menos se anda con paños calientes cuando mejor funciona la película: la descripción de una policía corrupta casi hasta la raíz (impresionante, escalofriante y nos tememos que muy realista el personaje del Tísico -Ernesto Alterio-), actividades criminales vinculadas a la prostitución y el contrabando... Cuando la película abunda en estos detalles de la cotidianeidad de los bajos fondos es cuando resulta más vibrante: las cargas policiales, las disputas por cobrar impuestos de protección a los comerciantes, los atentados con bombas, el cine pornográfico, aún ilegal y destinado a los señoritos de Barcelona...
Sin embargo, 'La sombra de la ley' es muy ambiciosa, quizás demasiado para Dani de la Torre, que en ocasiones peca de estirar la presentación de todas las secuencias con una puesta en escena pomposa (actuaciones en el cabaret con grúas gigantescas, la pelea en el coche con un travelling circular interminable) y que delata cierta vanidad en las imágenes, siempre muy exhibicionistas. Y a menudo la película recompensa esa grandiosidad introduciendo al espectador de lleno en ese mundo, pero en otras ocasiones, el ritmo se resiente.
Del mismo modo, hay un fuerte desequilibrio entre las cuitas personales de los protagonistas y lo que se vive en las calles. Obreros enfrentados, conflictos familiares, pasados oscuros y los cruces entre unos y otros, que de algún modo acaban interconectados de forma a veces algo inverosímil, resultan mucho menos apasionante que el telón de fondo. El resultado es una película que en ocasiones es un regalo para la vista, pero en otras, tiende al desequilibrio y a la excesiva atención a la anécdota. En cualquier caso, su propuesta merece ser bien recibida y, sobre todo, continuada con productos similares.
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