De entre todas las virtudes que hacen de Sitges un certamen inigualable, e invitan a los fans del fantástico a guardarlo en un lugar especial de sus corazones, destaca esa magia que se manifiesta durante algunas proyecciones y que convierte al patio de butacas en una auténtica fiesta en la que los vítores y los aplausos se alzan como los verdaderos protagonistas de la función.
Por supuesto, esta atípica situación no se genera de forma espontánea. Para llegar a ese nivel de complicidad entre público y pantalla se necesita un largometraje a la altura de las circunstancias; una ardua tarea que Jason Lei Howden demostró controlar a la perfección con su desternillante debut en el largometraje 'Deathgasm', que deleitó al respetable en las sesiones Midnight X-Treme del festival en 2015.
Después de semejante precedente, éramos muchos los que esperábamos como agua de mayo el regreso del realizador neozelandés a las pantallas sitgetanas con 'Guns Akimbo'; una demencial orgía de humor, acción y violencia sin ningún tipo de filtro que ha hecho las delicias de ese eterno adolescente que se niega a abandonar mi cuerpo de adulto.
Una experiencia colectiva
Haciendo honor a la verdad, hay que reconocer que 'Guns Akimbo', a nivel argumental y narrativo, no inventa nada nuevo. Su ajustada hora y media de duración no deja de ser un compendio referentes introducidos en una batidora que dan como resultado un mejunje delicioso y vigorizante, a medio camino —tanto en lo visual como en lo conceptual— entre 'Scott Pilgrim contra el mundo', 'Gamer' y 'Perseguido'.
Pese a circular por terrenos comunes y emitir un discurso tecnológico algo trillado a estas alturas de la película, esta locura logra elevarse a un nuevo nivel gracias a tres elementos clave; comenzando por un humor chabacano, excesivo y pasado de vueltas que muchos tildarán de pueril y desagradable, pero ante el que he sido incapaz de contener las carcajadas y los aplausos.
Adaptándose a la perfección a este tono desmelenado y plenamente autoconsciente brilla un reparto cien por cien entregado a la causa e igualmente libre, destacando a una Samara Weaving que se está convirtiendo en toda una musa del género y, sobre todo, un Daniel Radcliffe desmelenado que explota más que nunca su vis cómica con dos pistolas atornilladas a las manos.
Aunque, por encima de todo, 'Guns Akimbo' brilla por su explosivo tratamiento de la acción. Sirviéndose de un trabajo de cámara desquiciado y espectacular —algunos movimientos y planos son para enmarcar— y una dirección de fotografía acorde al espíritu ochentero que rezuma la cinta, Lei Howden articula una bacanal de muerte y destrucción en la que cada disparo y cada chiste sobre genitales está diseñado para el gozo y disfrute del espectador.
Puede que 'Guns Akimbo' no sea la mejor película que veremos en esta edición Festival de Sitges, pero merece ser reivindicada con todos los honores posibles por ser un ejemplo claro y tangible que permite explicar a qué nos referimos algunos cuando defendemos la gran pantalla y etiquetamos el cine como una experiencia colectiva.
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