David Ayer ha conseguido perfilar su estilo y mirada en la presente ‘Sin tregua’ (‘End of Watch’, 2012), su tercer largometraje como director tras entrenar unos años como guionista.
Ayer ha sido el autor de los libretos de películas como ‘A todo gas’ (‘The Fast and the Furious’, Rob Cohen, 2001), ‘Training Day’ (id, Antoine Fuqua, 2001) o ‘Dark Blue’ (id, Ron Shelton, 2002), films no demasiado destacables, como tampoco lo fue su ópera prima, ‘Vidas al límite’ (‘Harsh Times’, 2005), film al servicio de un espectacular Christian Bale y que bebía demasiado del film por el que Denzel Washington ganó su segundo Oscar. Con ‘Dueños de la calle’ (‘Street Kings’, 2008) la cosa mejoró un poco, indagando un poco más en sus temas favoritos: la policía y el peligro en las calles.
(From here to the end, Spoilers) ‘Sin tregua’ narra la rutina de una pareja de policía en la ciudad de Los Ángeles mientras uno de ellos lleva una cámara con la que filma todo lo que puede. Esto le permite a Ayer juguetear con los formatos, narrar en primera persona, e imprimir al film un ritmo endiablado que no decae en ningún momento por mucho que el montaje frenético dé la sensación de ser más una pose que una herramienta narrativa. Precisamente Ayer libra con bastante inteligencia dicha pose al utilizar adecuadamente el estilo elegido, narrando sin respiro y sin dar la más mínima tregua al espectador, mostrando un mundo difícil y violento, el de ser un policía en una de las ciudades más peligrosas del mundo.
Jake Gyllenhaal, demostrando una vez más que le va cualquier tipo de papel, y Michael Peña, secundario que aparece en toda clase de producciones, dan vida a los dos personajes centrales, sobre los que la película gira en todo momento. Ambos actores demuestran una compenetración absolutamente perfecta, resultando lo mejor de una película que a simple vista podría parecer una apología de la policía —atención a los cinco primeros minutos, absolutamente magistrales, con toda una declaración de principios sobre el trabajo policial—, pero que en seguida se torna relato de acción crudo y violento, y que en cierto modo readapta los thrillers de los 70 al lenguaje moderno del audiovisual, no sólo cinematográfico. Hay bastante del lenguaje del videojuego en ‘Sin tregua’, pero a diferencia de un film reciente como ‘Acto de valor’ (‘Act of Valor’, Mike McCoy, Scott Waugh, 2012), este sí está aplicado con inteligencia a la historia.
La vibrante puesta en escena de Ayer puede llegar a marear, pero jamás a confundir. El nervio empleado en su narración, con distintas cámaras filmando desde ángulos difíciles, puede llegar a malinterpretarse como una mera pose, pero funciona a la perfección para transmitir el incontrolable estrés al que están sometidos los dos policías debido a la cantidad de peligros inesperados a los que se enfrentan cada día. ‘Sin tregua’ casi carece de una línea argumental clara, mostrando los distintos casos a los que se enfrentan, además de la vida personal de ambos, para en un tramo final centrarse en la venganza de un grupo de villanos salidos de un festival de histrionismo salvaje, y en el que el cabecilla suelta la mayor cantidad de “fucks” por minuto. Un grupo de villanos que parecen clichés, pero que funcionan por ese aire casi místico y fantasmal con el que son mostrados.
Anna Kendrick da vida a la prometida de Brian (Gyllenhaal) y ahí ‘Sin tregua’ desvela su lado más flojo. Ayer aún no sabe qué hacer con los personajes femeninos, algo que también flojea en sus anteriores trabajos entorpeciendo un poco la narración y ofreciendo el lado más simple de la historia, el de las consecuencias en la familia cercana de un policía por los actos de este. Afortunadamente, esto no tiene mucho tiempo en pantalla, y la película es capaz de conservar su fuerza inicial todo el metraje, hasta llegar a un clímax de violencia final que colinda con el terror, un tiroteo brutal y sin concesiones que se queda grabado en nuestra retina durante mucho tiempo, aunque lo que vemos más tarde no resulte en cierto modo coherente.
Como hemos sugerido, ‘Sin tregua’ hace honor a su título español y eso es con lo que yo me quedo. Visceral, inteligente, violenta, con sentido del humo bien insertado en un relato duro —sublime la conversación final con la que concluye el film—, y que proporciona una adrenalítico entretenimiento de primera. David Ayer por fin ha encontrado su equilibrio, manejando con precisión sus armas, nunca mejor dicho, y lo cierto es que en sus manos un film como ‘Ten’, con Arnold Schwarzenegger como estrella principal, y el temible Skip Woods en el libreto —se trata del primer film dirigido por Ayer en el que no escribe también su guión— tiene ahora mayor interés del que aparenta.
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