El pasado miércoles se estrenó en nuestro país ‘Señales del futuro’, que es el título español de ‘Knowing’ (o ‘KnOw1ng’ si eres de los escriben ‘Se7en’), lo último del director Alex Proyas y el actor Nicolas Cage. La película ha sido un considerable éxito en Estados Unidos, recaudando 25 millones en su primer fin de semana, y de no ser por la llegada, también el día 8, de ‘Dragonball: Evolution’, probablemente habría repetido número uno en España. Ya veremos, pero parece que la Semana Santa no era precisamente el mejor momento para estrenar un “plato fuerte”.
Y es que ‘Señales del futuro’ tiene ingredientes para atraer a mucho público a las salas. Un punto de partida muy interesante, secuencias espectaculares y la mencionada intervención de Proyas y Cage. El cineasta tiene una buena reputación gracias a haber filmado ‘El cuervo’ y ‘Dark City’, obras de culto, aunque en el cartel de su último film sólo recuerdan que hizo ‘Yo, robot’. De Cage hay poco que decir, todos los presentes le conocemos y tenemos muy vivos en la memoria sus últimos trabajos, lo que le ha llevado a ser considerado uno de los peores actores del planeta. Justo por ‘Ghost Rider’ o ‘La búsqueda: El diario secreto’; injusto por ‘Al límite’ o ‘Adaptation: El ladrón de orquídeas’. Aquí, en ‘Señales del futuro’, ofrece su mejor versión, a pesar de que el film sea más comercial y blandito de lo que cabía esperar.
La historia comienza hace cincuenta años, en un colegio donde se entierra una cápsula del tiempo; en su interior, cartas con dibujos de lo que los niños creen que ocurrirá en el futuro. Sin embargo, una niña, nerviosa y de aspecto siniestro, ha guardado otra cosa, una hoja llena de números, aparentemente sin sentido. Pasa el tiempo y ahora estamos en la actualidad. La cápsula es desenterrada y la carta de la niña acaba en manos del hijo de John, un profesor de astronomía que ha quedado viudo recientemente y que tiene dificultades para criar a su pequeño. Por supuesto, el documento que parece ser una tontería sin sentido está lleno de cifras con sentido. Tras una noche de trabajo, John consigue descubrir la verdad, y es que la niña supo las fechas en las que ocurrirían catástrofes futuras, así como el número de víctimas. Este hecho no resultaría del todo impactante si no pudiera demostrarse en la cara del protagonista, y así resulta que John tiene por delante tres catástrofes por descubrir e intentar evitar, en la medida de lo posible, gracias a la hoja de papel.
Como cualquiera puede haber comprobado, este tipo de películas las hacen en Hollywood todas casi iguales, como churros. Basta cambiar a Nicolas Cage por Tom Hanks o Will Smith y convertir al profesor de astronomía por un escritor o un experto en el tema apropiado para resolver el misterio central; la trama va a ser básicamente igual, un cúmulo de secuencias de acción donde el protagonista hace uso de un ingenio, una suerte y una habilidad extraordinarias para superar todo lo que se le ponga por delante, enamorar a la chica de turno (que no tiene otra cosa que hacer) y salvar la ciudad, el país o hasta el planeta (que siempre queda a merced de la decisión de algún héroe norteamericano, curioso). Por último, contar con un presupuesto elevado, mucha publicidad y un realizador que se amolde a lo establecido, a ser posible con cierto pedigrí.
Alex Proyas tiene entre manos un guión (escrito por Richard Kelly y el propio Proyas, entre otros) que parte de una gran idea, pero que patina (a mi entender) escandalosamente cuando tiene que desarrollarla y, sobre todo, darle una explicación y un desenlace. Con la estrella a bordo, calmada, ordenada y dispuesta a colaborar para el buen funcionamiento del conjunto (repito, creo que Cage hace su trabajo con estupenda corrección) y secuencias ruidosas con muchos efectos especiales, sólo le quedaba a Proyas mantener el interés entre los hechos más contundentes de la película y rodear al protagonista de drama, sustancia y conflicto; que no descubra el espectador la propuesta vacía que realmente se le está poniendo por delante. El cineasta logra su cometido a medias, ofreciendo secuencias intensas y algunas aterradoras (que sin embargo, considero que se estropean por durar más de lo necesario), embelleciendo y entristeciendo una historia que podía caer fácilmente en lo ridículo.
Cosa que finalmente, en mi opinión, sí ocurre cuando Proyas se queda sin madera mágica que quemar y tiene que desvelar la sorpresa, el núcleo de todo lo que ha estado preparándose durante las casi dos horas de metraje. Así llegamos a un final delirante que puede provocar infartos de risa a más de uno, de dos y de mil. Un espectáculo de “blandos” efectos especiales que podríamos dividir en dos partes, siendo una muy terrible e interesante (por no estropear nada, diré que se trata de lo que ocurre cuando John descubre la verdad, la asimila, y tiene el sensacional acierto de escuchar a Beethoven, llegando a cierto lugar, donde culmina su particular camino), y otra verdaderamente lamentable, que pretende dar una explicación a todos los cabos sueltos de la historia, incluyendo base para debate sobre la creación y el fin de la vida humana; lo cual puede servir para que, no obstante, este título se convierta en un futuro objeto de culto. Por cierto, si habéis visto el muy prescindible remake de ‘Ultimátum a la Tierra’, seguro que encontráis un cierto parecido entre ambas películas, pareciendo que Proyas haya rodado una especie de secuela de aquélla.
Afortunadamente, ‘Señales del futuro’ es mucho más tenebrosa y disfrutable, un producto de no pensar demasiado (porque te lo cargas), de consumo rápido, y que no quedará en la memoria (salvo lo del final), pero que contiene numerosos aciertos, empezando por una atmósfera inquietante, con la que se consigue tener al espectador agarrado en la butaca. Igualmente, cabe destacar, a mi parecer, toda la primera parte, con la presentación del personaje central (hay un plano de Cage mirando ese regalo que no quiere abrir, que me parece estupendo e impropio en films comerciales de usar y tirar) y los primeros conflictos a los que se enfrenta éste, donde sobresale esa impactante secuencia con el avión, que deja sin respiración. Todo lo que sigue, como la secuencia del metro (donde cantan bastante los efectos de ordenador), no tiene la misma fuerza ni el mismo equilibrio, provocando la indiferencia en muchas ocasiones, porque huele a burda copia fabricada con prisa y por inercia.
En definitiva, creo que ‘Señales del futuro’ puede resultar un entretenimiento efectivo para todo aquel que se acerque al cine sin más pretensión que la de pasar el rato, así como también para el aficionado a la ciencia ficción que no busque ninguna maravilla, pues este producto está muy lejos de ser comparable a ‘Blade Runner’, ‘2001’ o ‘Encuentros en la tercera fase’, por poner tres ejemplos de lo mejor del género. Una lástima, porque Alex Proyas no consigue hacer sólido un material demasiado vago, hecho para sorprender con ruidos y luces, pero que parece que aspiraba a algo más; quizá en manos de otro cineasta más brillante (me parece inevitable pensar en Shyamalan o en Spielberg) se podría haber conseguido, se podría haber creado la aterradora joya del fantástico que apuntaba.
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