Ha llegado un punto en el que el anuncio de prácticamente cualquier remake me produce pereza, y no porque sea poco probable que acaben dando forma a películas estimables, sino porque cada vez es más inusual es que vayan más allá de ser producciones meramente solventes --y eso lo más conseguidos, que es mejor de dejar de lado aquellos que caen de lleno en lo insultante--. La cosa se complica aún más cuando la nueva versión se presta a convertirse en una cinta de acción más o menos genérica, por lo que siempre he tenido muchas dudas acerca del remake de 'RoboCop' (Paul Verhoeven, 1987) que llega mañana a los cines de toda España.
Todo lo que rodeaba a 'RoboCop' (José Padilha, 2014) apuntaba a un más que probable desastre, aunque lo más temido de todo fueron los rumoreados problemas que tuvo el director con la productora para intentar dar su visión de la historia. Por si fuera poco, el primer tráiler incluso incitaba a pensar en un grave fracaso en lo visual, pero a veces suceden pequeños milagros en el mundo del cine y 'RoboCop' es uno de ellos. Eso sí, la cosa es un poco más complicada que deciros si es una buena o una mala película, así que dejadme que os lo explique.
'RoboCop', el blockbuster que quiere resistirse a serlo
Uno de los temores que tendrán los fans de la obra original de Paul Verhoeven será si la versión de José Padilha tiene suficiente personalidad como para justificar su existencia y es ahí donde encontramos uno de los aspectos más interesantes de este espectacular reboot --ni un pero puedo ponerle a nivel visual--. Ya en la aparición del mítico león de MGM nos queda claro que Padilha no está dispuesto a ser un director florero que acepta sin rechistar las imposiciones de la productora, pero no tarda en llegar también una dosis de realidad que convierte a su 'RoboCop' en una obra que está constantemente luchando entre su voluntad de ser algo diferente y estimulante con la aparente necesidad de ser un blockbuster al uso con el que correr los menos riesgos posibles para poder rentabilizar con tranquilidad los 130 millones de dólares que ha costado hacerla.
Estaba claro que Padilha no iba a tener las mismas libertades que Verhoeven para saborear los momentos violentos --es una lástima que la muerte de Murphy esté a años luz de lo que pudimos ver hace ya más de 25 años-- o enfatizar los elementos de sátira social, pero el director de 'Tropa de élite' (2007) hace todo lo que está en su mano en esa dirección. Es obvio que la violencia está todo lo suavizada posible --la sangre prácticamente no existe-- para poder conseguir una calificación por edades más amable, pero se nota que el brasileño ha luchado por imponer su visión y eso es algo que se deja ver a ráfagas --las apariciones de un estupendo Samuel L. Jackson, lo secos que resultan algunos de los tiroteos o las gotas de humor irónico que aparecen de forma puntual--.
Quizá algunos lectores recordarán que Fernando Meirelles llegó a comentar públicamente que Padilha le había expresado su malestar por el hecho de que la productora vetaba 9 de cada 10 ideas que proponía, por lo que no me hubiera extraño lo más mínimo que 'RoboCop' tuviese unos altibajos de interés brutales. Sin embargo, Padilha demuestra una profesionalidad intachable y se esfuerza al máximo incluso en aquellos tramos de la película más monótonos, algo que ayuda a dar forma a un entretenimiento bastante sólido en el que lo más llamativo son esas fricciones internas entre ser un blockbuster convencional y una estimulante revisión de la historia ya conocida por todos.
Se agradece también que el debutante Joshua Zetumer ofrezca una relectura con notables diferencias de lo ofrecido por Verhoeven en su momento. Esto no quiere decir que su guión sea especialmente fascinante, ya apenas araña más allá de lo superficial, pero es loable la valentía por seguir caminos diferentes y complementarlos, dejando muchas posibilidades para que Padilha pueda alejarse de lo tradicional. Además, se rehuyen algunos de los tópicos más cansinos y enervantes del cine de acción actual --persecuciones interminables, batallas contra un helicóptero, etc.--, por lo que la única queja relevante es que no se profundice más. Tampoco esperéis grandes cargas ideológicas, aunque sí que hay cierto espacio para una crítica bastante directa a los políticos, las grandes corporaciones y, sobre todo, los medios de comunicación.
Un héroe diferente
Uno de los aspectos más fascinantes de esa lucha interna de 'RoboCop' es que es algo que discurre en paralelo a la propia dualidad entre la humanidad del protagonista --más potente aquí que en la de Verhoeven-- y la necesidad que tienen otros personajes en que sea una fiable máquina de matar que no se deje controlar por sus sentimientos. A esto ayuda mucho la acertada elección de Joel Kinnaman, quien está muy lejos de derrochar carisma, pero que demuestra una gran solvencia para mostrar esa dos caras de Murphy y los diferentes estadios emocionales intermedios. Menos estimulante es su faceta familiar, pero la mecánica construcción de la misma por parte del guión es la gran culpable de ello.
Por lo demás, 'RoboCop' no se complica demasiado para perfilar a sus personajes, pero eso no es algo malo, sino que ayuda a delimitar con bastante acierto la función de todos ellos, algo que aprovechan todos los actores para hacer algo más que salvar la papeleta con corrección. Eso sí, el más interesante con diferencia es el doctor interpretado por Gary Oldman, el único con el que realmente se juega sobre su auténtico papel en la trama. La probada fiabilidad del protagonista de 'Bosque de sombras' (Koldo Serra, 2006) para ser el villano más rastrero o el héroe más honesto resulta básica para que la película se permite explorar una estimulante gama de grises --pero tampoco esperéis algo propio de un drama que se centre en el análisis de sus protagonistas-- que brilla por su ausencia con todos los demás y que añade una pequeña dosis de incertidumbre que le sienta de fábula a la película.
En definitiva, 'RoboCop' funciona muy bien como entretenimiento con algo de sustancia y lo único que le impide ir más allá son sus dudas internas a la hora de dar libertad absoluta a Padilha --está bastante claro que a él le hubiese encantado poder meter mano en el guión para enfocarlo más en consonancia con sus inquietudes personales-- para ofrecernos una versión de la historia quizá no mejor, pero sí perfectamente equiparable a la ofrecida por Verhoeven. Con todo, esto ni mucho menos llega a destruir a la película, pero sí que deja un regusto un poco agridulce al ser evidente que tenía la materia prima para haber ido más allá.
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