Ridley Scott: 'Red de mentiras', el enemigo desconocido

Penúltima de las producciones que llevaron a Ridley Scott a contar con el protagonismo de Russell Crowe, 'Red de mentiras' ('Body of Lies', 2008) es directa consecuencia del ambiente de paranoia y crispación internacional que se vivió, mirando a la amenaza de Oriente Próximo, durante buena parte de la primera década de este siglo. Un clima que, huelga decir, había tenido pistoletazo de salida en los atentados del 11-S y al que habían ido añadiendo leña fechas tan infames como el 11-M o el 7-J, y que, obviamente, comenzó a tener traducción directa a través de la óptica Hollywoodiense.

Dicha mirada, que ya se había acercado a los conflictos del Golfo Pérsico en numerosas ocasiones —alguna de ellas brillantes— desde que estallara la primera invasión por parte de fuerzas aliadas a principios de los noventa, iba a encontrar en 'Red de mentiras' un vehículo en el que la suma corrección política de la que siempre ha hecho gala el cineasta británico, terminaría por marcar a fuego el tono nada comprometido con el que se desarrolla una acción a la que el propio realizador calificó en su momento como "una buena historia de espías".

Duelo de tres

Dejando aparcado momentáneamente lo que 'Red de mentiras' ofrece por mano de la labor de Scott y de aquella correspondiente a su guionista —aunque bien cabría decir guionistas—, es muy evidente que, al igual que 'American Gangster' (id, 2007), la efectividad de este thriller de acción descansa en un alto porcentaje en el trabajo que realizan sus dos intérpretes principales. Dos actores consumados que sirven para llevar la historia a un terreno nada desconocido para el director, el de las historias de choques entre mundos diferentes o, como es el caso, entre formas diferentes de ver el mundo.

De una parte tenemos a Leonardo DiCaprio, un agente de campo de la CIA bastante idealista que, infiltrado en el mundo jihadista, se implica con las gentes del lugar y vive a pie de calle y de polvo lo que, de la otra, Russell Crowe observa desde la cómoda distancia de su despacho o de algún gabinete de guerra de Langley. El choque entre la vehemencia de DiCaprio y el cinismo de Crowe da para algunos de los mejores momentos de la trama, y la despersonalización a la que éste último somete su mirada, tomando decisiones en las situaciones más cotidianas, cobra inusitada veracidad en los modos del intérprete neozelandés.

Ahora bien, donde 'Red de mentiras' da el do de pecho es en la elección de Mark Strong como Hani, el director del servicio secreto jordano: elegante y con un sentido de la honestidad incólume, el personaje encarnado por el camaleónico británico es, sin lugar a dudas, el mejor de toda la cinta, moviéndose en unos grises que, en última instancia lo revelarán como un hombre en la sombra capaz de todo por el bien de su país y sus compatriotas, algo que demuestra en los impresionante careos que tiene tanto con DiCaprio como con Crowe, escenas en las que el actor casi se merienda a tan sólidos compañeros.

'Red de mentiras', falta de compromiso

Dicho todo lo anterior, volvamos pues sobre aquello que apuntaba más arriba acerca de lo que 'Red de mentiras' ofrece tanto por parte de William Monahan —y Steve Zaillian, que reescribió gran parte del libreto de Monahan, recortando mucho material que hubiera encarecido innecesariamente el proyecto— como por lo que atañe a la dirección de un Scott que, de nuevo, invisibiliza sus formas hasta tales extremos que resulta muy complicado entrever aquí al cineasta responsable de la belleza plástica de títulos como su ópera prima o la dupla de producciones por las que siempre será reconocido.

Más allá de los fuertes contrastes que ofrece el saltar de Amman a Virginia, y que son caracterizados con claridad por un cambio evidente en la temperatura cromática, y de alguna que otra escena que juega con los claroscuros, resulta muy complicado identificar aquí la huella de un cineasta que, eso sí, tiene muy claro lo que significa exponer la acción, y huye —afortunadamente— de modas molestas y montajes vertiginosos, ofreciendo un ejercicio en el que el espectador nunca tiene la sensación de estar perdiéndose mucho de lo que se expone a su mirada.

Unido a esa claridad, la otra ventaja con la que juega este modélico —que no brillante— thriller, es la de contar con un guión en el que se trata con ecuanimidad a los dos bandos en conflicto, huyendo tanto el guión de Monahan como la posterior traducción de Scott, ya de plantear un posicionamiento claro a favor o en contra de las actitudes de los tres intérpretes, ya de ofrecer una crítica más mordaz sobre la política intervencionista estadounidense o el carácter último de títere que reviste tanto su CIA como, en el otro extremo, esa demonizada Al Qaeda a la que la policía del mundo le declaró guerra frontal tras el 11-S.

Pasando por alto esa carencia de compromiso con un discurso más crítico, es incuestionable que las dos horas de metraje de 'Red de mentiras' son entretenimiento de calidad, bien rodado, bien fotografiado, muy bien editado y mejor interpretado. Quizás haya que lamentar la ausencia de personalidad de Scott, pero a estas alturas de su trayectoria, y considerando la terna que nos queda por revisar, no tengo muy claro que ésta suponga un duro revés para las más que obvias aspiraciones comerciales del filme.

Y hasta aquí hemos llegado...por el momento. Arrastrando una carga de trabajo que me está impidiendo descansar y disfrutar de familia y aficiones, dejo aparcada la actividad en Blogdecine con la esperanza de que en poco tiempo mis obligaciones laborales me permitirán retomar con ilusión y fuerzas renovadas una labor que adoro. Por supuesto, todos los especiales de los que soy responsable tendrán continuidad una vez me reincorpore. Hasta entonces, sed felices y, sobre todo, id mucho al cine. Nos leemos cuando menos os lo esperéis :)

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