A estas alturas uno ya debería tener muy claro qué puede esperar de una nueva entrega de la franquicia ‘Resident Evil’. Ninguna de las cinco películas vistas hasta ahora eran buenas películas, pero sí que la primera y la tercera ofrecían un pasatiempo relativamente digno, la cuarta no se quedaba muy atrás, la quinta ya era floja y la segunda un desastre que en su momento casi me hizo abandonar la saga sin mirar atrás.
Con ‘Resident Evil: El Capítulo Final’ (‘Resident Evil: The Final Chapter’) no tenía esperanzas en una improbable mejora, pero sí en que Paul W.S. Anderson se hubiese guardado suficientes ases en la manga para cerrar la historia de una forma satisfactoria dentro de lo posible. Una vez vista no puedo deciros que va a hacer que merezca la pena ver todo lo que vino antes, pero sí que se han despedido con la aventura más entretenida de todas.
La improvisación como forma de vida
Una cosa que siempre me ha fascinado de la saga es que ha abrazado la improvisación, tanto para justificar cosas que suceden en cada película como por la sensación de que en ocasiones recuperaba o dejaba de lado personajes en función de la disponibilidad de los actores y no porque la historia lo requiriera. Todo valía con tal de que Milla Jovovich siguiera por ahí ejerciendo como, eso sí, una muy convincente heroína de acción.
Ese hecho ha provocado que el universo de ‘Resident Evil’ sea bastante errático y que uno tenga que aceptar explicaciones cuestionables a lo que sucede cada cierto tiempo. Anderson nunca lo ha ocultado, pero a veces sí que ha caído en unos matices filosóficos que le han hecho más mal que bien a la saga. Por suerte, en ‘Resident Evil: El Capítulo Final’ quedan reducidos a su mínima expresión en beneficio de dar respuestas lo mejor que sabe a todo lo visto hasta ahora.
Supongo que recordaréis que ‘Resident Evil: Venganza’ (‘Resident Evil: Retribution’) acabó con un "precioso" cliffhanger. Pues ya podéis olvidaros de ver la épica batalla prometida, ya que, tras situar a los espectadores despistados -sea por no haber visto las anteriores o por simplemente haberse olvidado de ellas-, la acción se sitúa varias semanas después. Nada que no sospechase -ya la quinta entrega solucionó de forma decepcionante el de la cuarta-, pero la cosa mejora de forma sustancial a partir de ahí.
Recuerdo que uno de los aspectos que más me gustaron de ‘Resident Evil: Extinción’ (‘Resident Evil: Extinction’) fue la abundancia de escenarios abiertos, mostrando la devastación sufrida por el planeta tras el apocalipsis zombi. Eso es algo que también tiene una marcada presencia en la entrega final, donde todo gira precisamente en las dificultades para llegar y acceder al lugar cerrado donde tendrá lugar el clímax de la saga.
‘Resident Evil: El Capítulo Final’, la “mejor”
La cuestión es que Anderson insiste en caer en el error de utilizar un montaje mareante que nos impide deleitarnos en las peleas, perdiendo éstas gran parte de su encanto y limitando también el encanto que pueda tener el diseño de las criaturas que van apareciendo. A su favor conviene señalar que es probablemente la entrega dirigida por él en el que los trucajes digitales dan menos el cante -si acaso cuando nos muestra una horda zombi en todo su esplendor-, ya que no hay ninguna escena que te haga sangrar los ojos.
Por suerte, Anderson lo compensa apostando por un ritmo que nunca decae y que se presta a la aparición de varias set-pieces de acción estimulantes -me gusta especialmente la parte a bordo del vehículo armado-. Cierto que todas mantienen el lastre ya expuesto, pero algunas logran esquivarlo a través de su fuerza visual y por el hecho de no andarse tonterías, que tanto a él como a Alice se les acaba el tiempo para llegar hasta el final.
A cambio no esperéis nada interesante de los nuevos personajes y tampoco de muchos de los rostros conocidos, pero al menos sí que le dejan suficiente espacio a Iain Glen para que disfrute volviendo a dar vida al gran villano de la saga, el mismo que llevaba dos secuelas sin hacer acto de presencia. Él abraza todos los excesos que se plantean -lo de los clones está a nada de ser demasiado ridículo- y los utiliza a su favor, siendo además un enemigo formidable para Jovovich.
Por el camino no faltan detalles de guion que mejor olvidar, incluyendo la preparación para alguna -inexistente- sorpresa que descubriremos más adelante, y unos diálogos con una marcada tendencia a repetir las mismas ideas. Al menos son directos y concisos, provocando lo que apuntaba antes sobre los personajes -de ahí que varias muertes carezcan del vigor dramático buscado por Anderson- y potenciando también la necesidad de que todo sea un no parar para que el espectador tampoco tenga tiempo de pararse a pensar demasiado.
Una vez llegados al tramo final, Anderson al menos no cae en el error de sobrecargarlo en exceso, ya que esa ligereza -y no lo entendáis como humor a mansalva, que apenas hay alguna gota aquí y allá- hace que todo sea más llevadero, incluso alguna fallida sobrecarga dramática.. Los guiños a la primera entrega y el hecho de dar un auténtico cierre a todo son la guinda adecuada para una película que nunca llega a ser buena, pero sí cumple con holgura su objetivo mínimo de entretener.
En definitiva, ‘Resident Evil: El Capítulo Final’ es una buena despedida para una saga que nunca aspiró a dar forma a grandes películas, pero sí a entretenimientos que nunca habían sido mejores que este. La cuestión es que mantiene los rasgos característicos de la saga, incluyendo los negativos, por lo que su techo tampoco era demasiado alto. Con todo, funciona de forma satisfactoria como pasar el rato y también como cierre para la franquicia.
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