Dwayne Johnson es uno de los pocos actores que ha demostrado su valía como héroe de acción en una época en la que ese tipo de personaje está de capa caída, principalmente por culpa del auge de los superhéroes. Primero destacó revitalizando franquicias para luego conseguir vehículos destinados a su lucimiento personal. A este último grupo pertenece ‘El rascacielos’.
Por mi parte, Johnson siempre me ha resultado bastante simpático y suelo acabar viendo todas sus películas más temprano que tarde. No obstante, sus aventuras como héroe de acción en solitario nunca me han terminado de entusiasmar y mucho me temo que eso no ha cambiado con ‘El rascacielos’, una cinta que aspiraba a ser la nueva ‘Jungla de cristal’ con toques de ‘El coloso en llamas’ pero que resulta demasiado genérica en todo lo que propone para quedándose lejos de conseguirlo.
Acción sin personalidad
Johnson parece sentirse bastante cómodo en el rol de padre de familia entregado dispuesto a hacer lo que sea para salvar a los suyos. Es un tipo de personaje bastante válido, ya que por un lado refuerza la imagen de hombre común y por otro ayuda a que el espectador se identifique con él. Al menos eso dice la teoría, pero en la práctica el físico de Johnson dificulta lo primero y el endeble guion de Rawson Marshall Thurber, también director de la película, lo segundo.
En lo primero solamente nos queda dar un salto de fe que se va viendo comprometido a medida que consigue salir airoso de auténticas locuras, pero lo segundo es un cáncer que se va extendiendo progresivamente hasta conseguir que nos importe bien poco lo que vaya a suceder a continuación. Entiendo que los clichés son necesarios en este tipo de propuestas, pero hay que darles algo de vida y Thurber parece solamente interesado en que el ritmo no decaiga.
La primera consecuencia de ella es un metraje mucho más ajustado de lo habitual -supera por poco los 90 minutos si no contamos los títulos de crédito finales-, pero transmitiendo la sensación de ser una película mucho más larga. Eso en ciertos casos podría verse como un loable ejercicio de economía narrativa, pero aquí lo que se consigue es provocar cierto agotamiento en el espectador al no dar nada a lo que agarrarse. Ojalá esos chispazos puntuales de humor hubiesen sido más habituales.
Si nos fijamos en el propio planteamiento de la historia, veremos lo perezoso que es Thurber a la hora de plantear la amenaza a la que se enfrenta el protagonista -todo lo referente a la traición necesaria bordea el nivel trama de telefilm de cuarta categoría- y cómo el azar aparece demasiado a menudo para justificar lo que vendrá a continuación. Como decía antes, aquí lo único que importa es que sigan pasando cosas.
‘El rascacielos’ tiene muy poco que aportar
Además, Thurber tampoco se muestra especialmente inspirado a la hora de ejecutar las escenas de acción, limitando la efectividad de los momentos de contacto físico a un montaje marcado por el exceso de cambios de plano, mientras que los momentos más aparatosos tampoco lucen tan espectaculares como hubiese sido deseable. Ahí se nota muchísimo la falta tras las cámaras de alguien con el talento de John McTiernan, ya que ni siquiera la refriega final luce tan bien como prometía de entrada.
Tampoco funciona bien la figura del villano, ya que la rivalidad con el héroe queda limitada al mínimo exigible para que no sea un primo lejano de los masillas de ‘Power Rangers’. Roland Moller sí que tiene la presencia, pero no le dan más armas para convertirlo en un enemigo memorable y acaba resultando igual de genérico que todo lo demás. Esto es algo que se traslada al resto del reparto, donde no hay espacio para permitirles destacar en lo más mínimo.
Y es que el resto de personajes acaban limitados a ser un complemento necesario, no busquéis en ellos el más mínimo de personalidad. Incluso el protagonista se ve afectado por esto, y eso que el prólogo al menos le da un trauma que podría haber dado de sí. El problema es que solo se acuerdan de eso en momentos puntuales y se prefiere que el héroe no tenga muchas aristas, quizá confiando en que así será más fácil que el público se entregue a su aventura.
Ahí es donde ‘El rascacielos’ comete otro error imperdonable: queremos héroes de acción que destaquen en sí mismos y aquí no hay nada de eso. Pensemos en John McClane, con problemas con su mujer y con suficientes elementos negativos como para pensar en él como un desastre de personaje entre heroicidad y heroicidad. Pero eso también le permitía brillar en comparación a personajes similares y Bruce Willis lo aprovechaba muy bien. Aquí Johnson casi podría ser un personaje suyo de otra película y poco cambio notaríamos.
En definitiva, ‘El rascacielos’ es una película tirando a mediocre que casi parece empeñada en serlo. No destaca en absolutamente nada, pero al menos es lo suficientemente breve como para que uno no llegue a aburrirse sin remisión. Espero que Johnson reevalúe el tipo de proyectos que acepta, porque tiene el carisma necesario para hacer cintas mucho más entretenidas que la que aquí nos ocupa sin tener tampoco que esforzarse demasiado.
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