Netflix se marcó un tanto con el fichaje de Shonda Rhimes en 2017, ya que además logró arrebatar a Disney a una de las creadoras de series de televisión más cotizadas. El problema era que el tiempo pasaba y el milmillonario acuerdo no terminaba de dar sus frutos. No fue hasta la llegada de 'Los Bridgerton' a finales de 2020 cuando quedó claro que había sido un movimiento acertado por parte de la plataforma de streaming.
Sin embargo, Rhimes ejercía únicamente como productora en 'Los Bridgerton', por lo que su primera obra para la plataforma ha acabado siendo '¿Quién es Anna?'. En ella se mezcla una potente historia real con el hecho de ser la primera serie creada por la autora de 'Anatomía de Grey' desde el lanzamiento de 'Scandal' en 2012. Todo apunta a un nuevo bombazo, pero lo que sí os puedo asegurar ya es que merece, y mucho, la pena.
Descifrando el enigma de Anna Delvey
Todo en '¿Quién es Anna?' gira alrededor del personaje interpretado de forma brillante por Julia Garner, pero Rhimes se desmarca con una serie que intenta descifrar el enigma que supone Anna Delvey alrededor de las personas con las que interactúa y no tanto a través de ella misma. Esto tiene todo el sentido del mundo durante los primeros episodios, pero sospecho que es algo que quizá acabe molestando a algunos espectadores.
Dicho de otra forma, el peso dramático de '¿Quién es Anna?' recae a menudo en la periodista con el rostro de una convincente Anna Chlumsky ('Veep'), ya que es ella quien ha de ir aclarando todo lo que hay alrededor de Anna. Esto lleva a que los primeros episodios tengan un aura de misterio, de constante descubrimiento sobre lo que ya todos sospechábamos, pero eso va dejando poco a poco espacio hacia la obsesión con la protagonista.
Es ahí donde '¿Quién es Anna?' da un salto en el que puede que algunos se bajen del barco. Y es que llega un punto en el que tampoco hay realmente mucho que descubrir y lo que queda es su interés en la fijación que puede surgir alrededor de ciertos temas o personas en momentos concretos. A fin de cuentas, el caso de Anna Delvey fue todo un fenómeno en su momento y una de las cosas que la serie de Netflix hace muy bien es incidir en su capacidad para llamar la atención y en conseguir que los demás se preocupen por ella hasta límites que van más allá de la mera manipulación.
Por ello, Rhimes da mucha presencia a los personajes secundarios, a aquellos que tuvieron relevancia en la vida de Anna. Y lo hace cambiando los hechos reales siempre que lo cree conveniente, algo que recuerda a través de un aviso que aparece en todos los episodios. No es que sea porque la realidad no importe, sino porque así todo encajaba mejor en su visión de la historia.
Protagonismo repartido
Como apuntaba antes, esto se traduce en que el protagonismo de Anna no es absoluto, e incluso que en muchos de sus tejemanejes se preste más atención al impacto que esto tiene en la vida de sus contactos más cercanos, porque tampoco queda claro que se pueda hablar realmente de amigos. Todos ellos, incluso a los que parece mostrar algún cariño en determinados momentos, no dejan de ser el medio para un fin. Quizá por ello el enfoque de las interpretaciones varía de una Garner más reposada y misteriosa al resto del reparto, más desatados, sobre todo a medida que avanza la historia.
Con algunos puede que tengan mucha presencia y luego poco menos que desaparezcan, pero no es lo habitual, ya que tienen un peso constante en la serie, pero hay episodios que prestan más atención a determinados personajes para así ir resolviendo el rompecabezas que es la personalidad de Anna. Todo ello con el punto de salseo que uno esperaría de una serie así realizada por Shonda Rhimes, pero sin por ello perder nunca el foco.
Esto lleva a que la serie tenga constantes saltos temporales. Por un lado tenemos la etapa previa al juicio con ella ya detenida y por otro cómo estuvo a punto de lograr sus objetivos antes de que todo se desmoronara. Por mi parte creía que iba a echar en falta una mayor presencia de Garner en la parte presente, pero lo cierto es Chlumsky cumple muy bien tanto la función de ser la impulsora del relato como de representante del público a la hora de ir descubriendo lo que sucedió.
Dicho esto, la principal pega que le veo a '¿Quién es Anna?' es que sus episodios duran demasiado. Raro es que uno baje de la hora, con varios superándola de forma holgada. Por suerte, todos tienen un ritmo lo suficientemente vivo como para que no acabe siendo un lastre, pero sí que deja la sensación de estirar más de la cuenta algunos detalles. Nada grave, pero afecta ligeramente a su capacidad de fascinación y se hace más evidente a medida que pasan los capítulos.
Lo que nunca sacrifica Shonda es al búsqueda de la frescura necesaria para encandilar al público. Para ello busca y consigue un complicado equilibrio entre la necesidad de profundizar en la historia y ese toque juguetón que ayude a que también pueda conectar con aquellos espectadores a los que no les importe demasiado quién es Anna Delvey. Eso sí, no esperéis ver aquí esas subtramas románticas marca de la casa porque sencillamente no encajaban.
En resumidas cuentas
'¿Quién es Anna?' es una serie estupenda que está llamada a convertirse en un nuevo fenómeno para Netflix. Eso lo descubriremos dentro de apenas unos días, pero lo que ya tengo clarísimo es que estamos ante una de las mejores series que la plataforma va a estrenar a lo largo de 2022. Ya confiaba en ella por el fichaje de Garner, lo mejor de 'Ozark', pero a la hora de la verdad me ha dado bastante más de lo que esperaba.
Ver 3 comentarios