A veces queda la sensación de que el sistema de estrenos en USA es bastante rígido en cuanto a las películas que pueden tener cierto éxito, ya que, obviamente, las productoras van a potenciar más aquellas cintas en las que se han dejado una buena cantidad de dinero. No obstante, existen dos géneros en los que resulta más sencillo lanzar una película pequeñita y que ésta se convierta en un gran éxito: El cine de terror y la comedia. En la primera categoría podemos encontrar casos tan sonados como ‘Saw’ o ‘Paranormal Activity’, pero también cintas que han causado algo menos ruido pero de gran rentabilidad como la reciente ‘The Possesion’. Sin embargo, lo que ahora nos interesa es lo segundo, ya que hoy ha llegado a los cines españoles ‘Project X’, una de las grandes sorpresas de este año al recaudar casi cinco veces su presupuesto sólo en territorio norteamericano.
Una de las claves para entender el éxito de ‘Project X’ hay que buscarlo en el hecho de esquivar la mojigatería y aceptar abiertamente su condición de película para adultos en USA a la hora de abusar de forma reiterada de los desnudos femeninos, ya que uno hasta pierde la cuenta de la cantidad de tetas que llegan a aparecer en pantalla. Sin embargo, eso de por sí resulta insuficiente, ya que es algo que cualquiera podría hacer por cuatro duros, entrando aquí la clave de contar con Todd Phillips, director de ‘Resacón en Las Vegas’ (una de las cintas más representativas de comedia con un gran éxito inesperado sobre el papel), como productor, algo que, sin duda, ha ayudado a que contase con una difusión mucho mayor de la que habitualmente hubiese recibido. ¿Realmente lo merecía? Comercialmente ya ha quedado claro que sí, pero la respuesta es un no rotundo a nivel artístico o, si lo preferís así, como mero producto de entretenimiento.
Una cosa bastante obvia a poco que se preste algo de atención a la campaña de promoción de ‘Project X’ es que se busca vincularla de forma directa con ‘Resacón en Las Vegas’, pero eso acaba siendo realidad sólo en parte. ¿Qué quiero decir? Pues que podemos hablar de dos mitades diferenciadas a la hora de comentar la película: Un comienzo que echa sus raíces más en películas como ‘Supersalidos’ y luego, una vez comenzada la fiesta, un despiporre que quiere parecerse a la cinta protagonizada por Bradley Cooper. El problema es que es una comedia con un contenido humorístico muy limitado, siendo más importantes las locuras que pasen en la fiesta a absolutamente cualquier otro elemento utilizado. Tampoco es mucho mejor la cosa en el arranque, donde cualquier aspecto reflexivo sobre la adolescencia y la necesidad vital de dejar de ser un pringado adquiere tintes un tanto irrelevantes.
Quizá el punto más oscuro de la función sea el guión de Matt Drake y Michael Bacall porque parece que confíen la capacidad de disfrute de lo que cuentan en la capacidad del espectador para abstraerse y ver la película como si se estuviese borracho y así se aceptase hechos inconexos, burradas absurdas o, sencillamente, un salidismo en el que todo está justificado. Para dar más verosimilitud a lo que vemos, el debutante Nima Nourizadeh opta por un uso y abuso de la cámara en mano como si todo estuviese grabado por uno de los asistentes a la fiesta en cuestión. El resultado es un batiburrillo en el que no termina de quedar claro si es más importante que los protagonistas adquieran la popularidad que ansían obtener a través de la descontrolada fiesta o la sucesión de fantasías adolescentes hechas realidad que van sucediéndose en pantalla.
Aquí es donde entra en escena una ruptura con lo que entenderíamos como narrativa tradicional en beneficio del despiporre festivo. Lo cierto es que, al menos sobre el papel, es una buena idea si el objetivo fuera retratar la adolescencia actual a modo de cortometraje, pero su capacidad de funcionar como entretenimiento resulta nula. La cosa intenta salvarse a través de elementos de menor importancia como las canciones que integran la banda sonora, pero llega un punto en el que si desconectas de lo que se ve en pantalla (como fue mi caso), ‘Project X’ se convierte en una experiencia soporífera en la que el gran deseo de uno es que llegue a su final de una vez, algo especialmente grave si tenemos en cuenta que ni siquiera llega a los 90 minutos de metraje.
Es una tarea un tanto fatua hablar del reparto cuando su importancia se limita al desconocido trío protagonista, adolescentes salidos, chicas enseñando sus tetas y algún adulto ocasional para que lo que se ve en pantalla intente funcionar más como un intento de retrato de la adolescencia actual. Sin embargo, es en los tres personajes principales interpretados por Thomas Mann, Oliver Cooper y Jonathan Daniel Brown donde la película obtiene un mínimo de entidad a la hora de mostrarnos lo que puede afectar la popularidad a la personalidad de un adolescente. No es que se profundice apenas en eso (queda casi reducido a algunas bromas en el tramo final), pero al menos transmiten cierta naturalidad durante la mayor parte de la función. Y ya, porque el descontrol y la falta de objetivos claros es la base de la función, algo que se nota demasiado.
En definitiva, ‘Project X’ es una mamarrachada que viene a querer ser una libre combinación de ‘Supersalidos’ y ‘Resacón en Las Vegas’ con un aspecto más realista (de ahí el uso de la cámara en mano y el look visual más próximo a una de esas producciones de found footage que tanto abundan últimamente), pero que ni funciona como comedia ni resulta de interés como cinta de corte verista. El resultado final es una tontería de mucho cuidado que incluso se permite juguetear con la idea de la no necesidad de la narrativa convencional en producciones de este estilo, pero lo hace de forma tan nefasta que acaba resultando un error más que sumar a la lista de fallos. Y es que es una película que simplemente no merece la pena ni para pasar el rato en una tarde de aburrimiento.
Otra Crítica en Blogdecine: Proyecto X, todo en una noche
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