Ha llovido mucho —concretamente durante 42 años— desde que el nombre de Sam Raimi comenzó a escucharse con fuerza después de que debutase en el largometraje adaptando su corto 'Within the Woods' bajo el título de 'Posesión infernal'; una ópera prima rodada con una inteligencia y talento inversamente proporcionales a los escasos recursos con los que contó su equipo para dar forma al que es considerado un clásico del terror independiente estadounidense.
Aquél lejano 1981 supuso el improbable inicio a una franquicia que se ha mantenido vigente hasta nuestros días, evolucionando con el paso del tiempo mientras daba pie a nuevos productos que poco tenían que ver con el anterior. Sin ir más lejos, la secuela directa con alma de remake 'Terroríficamente muertos' inyectó una encantadora dosis de comedia a la fórmula, la tercera entrega 'El ejército de las tinieblas' coqueteó con la épica medieval al más puro estilo Harryhausen y el salto de la saga a la pequeña pantalla con 'Ash vs Evil Dead' jugó la carta del héroe maduro y resabiado con gran habilidad y sentido del humor.
No obstante, el verdadero punto de inflexión llegó en 2013, cuando Fede Álvarez dio el salto al largo con el fantástico remake 'Posesión infernal (Evil Dead)'; un trabajo modélico que supo capturar las señas de identidad del original adaptándolo a las filias contemporáneas con un extra de crudeza, un tono más sobrio y desasosegante y una explosión de violencia con uno de los clímax más brutales de los últimos tiempos.
Una década después, los Deadites vuelven a la vida con una 'Posesión infernal: El despertar' que se alinea con la visión de Álvarez para brindarnos una película de medianoche salvaje, divertidísima y que, sin duda, es puro 'Evil Dead'; aunque esto último se revela como un arma de doble filo que nos obliga a recorrer no pocos lugares comunes sobradamente conocidos por los parroquianos.
Raining blood
No cabe duda de que 'El despertar' es hija —o nieta— del filme seminal de Sam Raimi, y esto empieza por el modo en que su director y guionista Lee Cronin abraza la premisa de atrapar a sus personajes en una cabaña y la traslada al entorno urbano; dando forma a una pesadilla embotellada en un edificio destartalado y con algún que otro secreto bajo sus cimientos.
Aprovechando con gran solvencia este interesante escenario, Cronin articula el relato con una narrativa precisa, concisa, que se niega a hacer prisioneros y que se extiende durante 90 minutos que circulan a toda velocidad en pantalla; algo que no está reñido con cuidar un acertado tratamiento de personajes presentados durante un primer acto tan sencillo como efectivo.
Durante estos compases iniciales, el realizador vuelca sus esfuerzos en ir construyendo una atmósfera que irá aumentando en intensidad progresivamente y, lo que es más importante, en presentar a la sufridora familia protagonista —y sus vecinos—. Una colección de rostros y personalidades funcional, pero con la que es muy fácil empatizar; algo a lo que contribuye un reparto tan inspirado cuando sufre, como cuando hace sufrir.
Haciendo honor a la verdad, hay que subrayar que 'Posesión infernal: El despertar' no inventa la rueda. Quienes hayan disfrutado de los títulos protagonizados por Bruce Campbell o Jane Levy no tardarán en reconocer patrones compartidos ya no sólo en las reglas de su universo sino en algunos de sus elementos formales y dramáticos; aunque, en última instancia, esto queda en segundo término gracias a algún que otro añadido al lore de la saga que es mejor descubrir de primera mano.
Pero todo lo expuesto al momento son sólo pequeños detalles que cimientan lo verdaderamente importante: la orgía de sangre, vísceras y animaladas varias que tiñe de rojo el patio de butacas equilibrando a la perfección ese tono más "sobrio" —nótese el entrecomillado— heredado de su predecesora con un espíritu de lo más cachondo y juguetón cargado de mala leche digno del mejor splatter festivo de los 80 y 90.
Cuando entré en la sala a entregarme a los placeres de 'Posesión infernal: El despertar' era perfectamente consciente de a lo que estaba a punto de enfrentarme, pero no esperaba en absoluto disfrutar tanto ni pasarlo tan bien sin complicaciones y con el piloto automático encendido. Y es que esta pequeña continuación, pese a no encontrarse entre los mejores ejercicios de la licencia, sabrá satisfacer a los fieles al género y hará que muchos —entre los que me incluyo— deseen nuevos vistazos, por muy microcósmicos que sean, a esta realidad poblada de demonios devoradores de almas.
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