‘Al caer el sol’ (‘Twilight’, 1998) supone la segunda gran película que Paul Newman protagonizó en la década de los noventa; y de nuevo le une con el director Robert Benton tras la excelente ‘Ni un pelo de tonto’ (‘Nobody’s Fool’, 1994). Ahora el oscarizado director y el mítico actor se unen para hacer un thriller a la vieja usanza. Cine negro puro y duro al que Newman se subió encantado, rodeándose de un reparto impresionante.
Precisamente el actor estaba interesado en volver a un estilo de personaje pasado. Del mismo modo que disfrutó el volver a ser Eddie Felson en ‘El color del dinero’ (‘The Color of Money’, Martin Scorsese, 1986), y que además le reportó un Oscar por su labor, Newman quiso volver a un tipo de personaje estilo Lew Harper, al que interpretó dos veces a las órdenes de Jack Smight y Stuart Rosenberg. El Harry Ross guarda similitudes con el citado, y casi podríamos estar hablando de una trilogía.
Impresionante reparto
Esta vez Newman se codea con nada menos que Gene Hackman, Susan Sarandon y James Garner, aunque también desfilan por el film rostros conocidos como los de Reese Whiterspoon, Liev Schreiber, Stockard Channing, Gianacarlo Esposito, Margo Martindale y M. Emmet Walsh. Casi nada. Un reparto además efectivo al servicio de una historia escrita a cuatro manos por Benton y Richard Russo. La premisa, un caso en apariencia sencillo que, tal y como mandan los cánones del género, irá complicándose cada vez más.
La trama criminal encierra un chantaje que descubre un caso de asesinato de años atrás, perturbando la vida de los actores retirados Jack y Catherine Ames (Hackman y Sarandon), ahora un feliz matrimonio con pecados que pagar y aguantar, enfrentando a Jack al ocaso de su existencia —tiene un cáncer—, lo cual procura hacer con el máximo de dignidad posible. Eso pone sobre la mesa el apunte más interesante de ‘Al caer el sol’, aquel que juega con el propio cine en sí.
En una época en la que ya se había instaurado el thriller de acción puro y duro, con nombres de directores que no hace falta citar, ‘Al caer el sol’ semeja un ejercicio de reflexión, más que de ceder el testigo, de dar los últimos coletazos, al lado de la premiada ‘L.A. Confidential’ (í.d, Curtis Hanson, 1997) a las formas clásicas de un género que pertenece por derecho propio a aquellos años. El personaje de Gene Hackman así lo demuestra, alguien que sabe mucho más de lo que aparenta.
Puro cine negro
La amistad traicionada, el amor imposible, los viejos tiempos, los nuevos —representados en roles tan inanes como los de Whiterspoon y Schreiber—, las apariencias, los secretos inconfesables, y hasta la femme fatale se dan cita en la cinta. Esta última, cómo no, en una madura y espléndida Susan Sarandon que enamora a nuestro protagonista en un peligroso juego sobre el poder, y que evidentemente, tiene un precio a pagar.
De tan sólo hora y media, ‘Al caer el sol’ permite a su actor principal —tan excelente como siempre— tener su momento de gloria con cada uno de sus compañeros de reparto. El feeling con Sarandon es genuino —atención a sus secuencia final, cuando ella confiesa amarle, algo que sólo escucha el espectador—, pero también con Hackman y Garner, con quienes realiza la misma operación, sus secuencias finales compartidas son las mejores, aquellas en las que los personajes ponen las cartas encima de la mesa, aquellas en las que hay un ganador y un perdedor.
Benton utiliza muy bien el montaje a la hora de alternar ciertos hechos, y por supuesto las elipsis, muy sutiles. Al mismo tiempo parece ocultar adrede la posible belleza de una ciudad como Los Ángeles, centrándose en los personajes centrales que pertenecen a la ciudad, pero la de otra época ya desaparecida. La voz en off subraya la condición de Noir, e incluso Benton juega con ello al final, tras toda la declaración de Harry. Un chiste sexual propone una nueva caminata hacia el horizonte, hacia delante.
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